Diario de una migrante: “México es lo más fuerte, porque estás expuesto a todo, hasta te pueden secuestrar” (Parte II)

Diario de una migrante: “México es lo más fuerte, porque estás expuesto a todo, hasta te pueden secuestrar” (Parte II)

Diario de una migrante: “México es lo más fuerte, porque estás expuesto a todo, hasta te pueden secuestrar” (Parte II)

La migración venezolana hacia la frontera estadounidense se disparó en los años recientes, hasta superar la cifra de 189.000 cruces de frontera el año pasado, en comparación con los cerca de 4.500 de 2020. Esto ha convertido a los venezolanos en el segundo mayor grupo de migrantes, después de los mexicanos, que ingresan de forma ilegal a Estados Unidos, reseña un reportaje de The New York Times.

Pableysa Ostos // Corresponsalía lapatilla.com

Ese mismo reporte afirma que más de 7 millones de venezolanos, una cuarta parte de la población del país, han dejado su tierra natal desde 2015, lo cual los convierte en la segunda mayor migración del mundo después de la ucraniana. Alrededor de un tercio de quienes emigraron, se han quedado en Colombia. Ambos países comparten profundos lazos lingüísticos, culturales y familiares, y la estrategia colombiana hacia la creciente población migrante fue la inclusión.





María (nombre ficticio) es tan solo uno de esos más de 7 millones de venezolanos que han emigrado. La joven de 19 años salió de Ciudad Guayana el 9 de marzo con destino a Estados Unidos. En una primera entrega le relatamos su travesía desde su ciudad natal, al sur de Venezuela, hasta Colombia, así como su paso por la selva del Darién.

En esta segunda entrega seguiremos detallando esa travesía que María emprendió junto a su primo y otros 10 desconocidos, para llegar a Estados Unidos.

“Las piraguas (en Panamá) nos costaron 25 dólares. Solo hubo trayectos cortos en los que los hombres tenían que bajarse para mover las lanchas. Ese viaje duró 6 horas, porque era más largo. Cuando nos faltaban 40 minutos para llegar a la ONU en Panamá, pasamos por una zona llena de caimanes y cocodrilos, eran pequeños, estaban en las orillas”, comentó la joven.

Al llegar a la ONU Panamá, registraron nuevamente sus datos personales, revisaron todas sus pertenencias y al pasar pudieron comprar la línea internacional, la cual cubre los países que van a recorrer: Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y México.

“Hicimos una cola y pagamos 60 dólares para que el bus nos llevará hacia Costa Rica. En esa ruta hicimos dos trasbordos y el viaje duró un día y medio. No llevaba la cuenta como tal de cuántos días de viaje teníamos, porque todo era súper cansón. Por ejemplo, te montabas en el bus a las 8:00 de la mañana, te quedabas dormido como hasta las 12:00 del mediodía, y me decía a mí misma: ´verga, todavía estoy en el camino´. Lo bueno es que hacían paradas, eso permitía que pudiéramos comer, se montaban en el autobús personas a venderte comida. La cosa es que cada vez que llegabas a un país, debías hacer el cambio del dinero que llevabas en dólares a la moneda local para poder comprar, y si te lo aceptaban, era a una tasa muy alta”, comentó.

“Corran, corran, viene la migra”

Tras dos días de viaje llegaron a Costa Rica. Inmediatamente buscaron trasladarse a Nicaragua. Ese pasaje les costó 21 dólares. “Llegamos a Nicaragua. Ahí fue un poco turbio, porque nos llevaron a un pueblo y nos retuvieron allí desde las 10:00 mañana hasta las 5:00 de la tarde, cuando te sacan en camionetas. Vas como si fueras un cochino, porque te llevan atrás. Yo iba en una camioneta doble cabina, tratando de no agarrarme de la puerta por miedo a que se fuera abrir. Éramos las únicas dos mujeres (ella y la joven que iba con sus tres hijos) que íbamos con puros hombres. Y les meten el turbo como no tienes una idea”, agregó María.

“Llegamos al Pájaro Negro. Antes de llegar a ese punto, se monta el guía en el carro y te dice que si te agarra migración, no lo conoces a él; si preguntan si llevan guía, no pueden decir que los estamos guiando, ‘no me han visto la cara’, ‘no saben quién soy yo’, nos decían. En resumen, te van metiendo el psicoterror”, comentó la joven.

En películas muchas veces María había visto cómo los ‘coyotes’ mueven a migrantes. El temor latente de ‘la migra’, pero nunca pensó que las escenas de esas películas que vio en el cine o en su casa serían realidad.

“Cuando llegas, te abren la cabina y te empiezan a gritar ´bájense, bájense´, como una película. La propia película la viví ese día. ‘Corran, corran viene la migra’. Horrible, fue el peor momento que yo pude haber vivido ahí”, recuerda aún con temor.

“Te meten por un barrial, son como 40 minutos caminando. Luego que pasas eso, llegas como a una calle en la cual debes esperar agachado, por si pasa la policía o algo. Ahí esperas de 20 a 30 minutos que pase un bus para que te pueda llevar a Honduras. El bus te agarra en ese punto y luego te hace un trasbordo a otro bus, porque el bus es para 50 personas y meten 100. Nadie se puede quedar ahí esperando que llegue otro”, detalló.

Honduras, Guatemala y México

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Al llegar a Honduras, decidieron descansar. “Nos metimos en una posada, la cual costó 50 dólares. Era de 3 camas, tenía aire acondicionado y su baño con agua. Descansamos un día. Sacamos un permiso que nos costó 180 dólares. El gasto de la comida no lo llevaba. Yo recomiendo mucha agua y Gatorade, porque yo cuando salí de Panamá a Costa Rica no había tomado agua, ni había comido muy bien, y tuve un cuadro de salud feísimo. Desde Nicaragua hasta Honduras estuve con gripe, fiebre, digo yo que fue por la deshidratación y la insolación. En las noches temblaba y tomaba agua, tomaba agua y no se me pasaba el malestar”.

De Honduras, salieron con destino a Guatemala. Cuando llegaron a la frontera entre ambos países, tuvieron que caminar una calle larguísima y llegaron a una hacienda. “Ahí, un señor te cobra 5 dólares para guiarte. Te meten por un monte y tienes que caminar como 40 minutos. Llegas a una loma que tienes que subir, y adelante te está esperando una persona para terminar de guiarte. Eso fue como 20 minutos más caminando. Llegamos como a un terminal de carritos, y nos pasaron por una granja donde nos estaba esperando el guía”.

“Para trasladarnos hasta la casa donde nos iban a esconder, nos cobraron 20 dólares. Te llevan en una camioneta minivans, bajo perfil. Toda inmigración que se ve en cada país, lo ven como un negocio porque cada sitio al que llegas, hay alguien en la esquina que te va a cobrar esto, te va cobrar aquello. La cuestión es tener buenos contactos, y el grupo en el que nos fuimos, tenían los contactos en cada país. Lo que hacíamos era llegar, ellos nos recibían y nos trasladaban. Siempre hay que tener un contacto confiable”, explicó la joven.

Estuvieron en esa casa por varias horas. Según lo planificado, saldrían a la medianoche, pero no se pudo y tuvieron que esperar hasta el otro día. “Te explican todo el procedimiento. Te montan en un carro con vidrios ahumados. Los tipos hablan en clave. Y meten de 5 a 7 personas para hacer el trabajo más rápido. Te llevan hasta un punto en el cual te recibe un microbús. En Tapachula (México) nos agarran y nos montan en unos camiones como ganado, ahí vamos todos apretados. Te trasladan a otro punto y debes caminar 10 minutos, cruzas un puente colgante y después que lo pasas llegas a un camino de tierra y caminas 20 minutos más y te consigues una hacienda. Te metes y haces tu cola para tomar un taxi, y que ese taxi te lleve a la plaza principal de Tapachula”.

Terror en México

Admiten que muchos optan por dormir en las calles y plazas de Tapachula, ya que los hoteles se colapsan. “En la plaza hay puros emigrantes durmiendo con sus carpas, haitianos, tú ves de todo. Nosotros dormimos esa noche en un hotel, al otro día nos reunimos para ver qué íbamos hacer. No logramos concretar nada, porque la gente de acá arriba (el contacto para cruzar a Estados Unidos) no nos daba respuesta de nada, porque la cosa se estaba poniendo ruda. Esa noche decidimos salir al día siguiente. Entonces nos organizamos, sacamos plata. Ese día nos pasaron una hoja con los pueblos a recorrer para llegar a Ciudad de México, pasando esos pueblos seis días. Llegamos a Reynosa, que es frontera con USA, llegamos el 30 de marzo. Desde el 9 de marzo que habíamos salido de Puerto Ordaz”.

Detalló que en cada uno de esos pueblos los vas pasando en ‘combis´ que son como unas camionetas vans que transportan y por cada traslado son 25 pesos, es decir, 1,15 dólares, y si corres con mala suerte pueden cobrarte 50 pesos, unos 2,86 dólares por persona.

“Debes tener cuidado, porque los choferes te roban, te echan la paja con la migra y cada vez te dejan en un punto que está como a 10 minutos de migración. Porque todos esos pueblos para pasar de uno a otro tienen retenes de migración para ver si la gente pasa caminando o en combis, porque la orden es que todos los emigrantes deben caminar, no los pueden ver montados en buses, carros, porque multan a la persona que te está llevando y a ti te regresan hasta el punto donde tomaste el transporte”.

Luego visitaron Tapachula, Pijijiapan y San Pedro Tapanatepec. En este último pueblo, les dieron unos permisos que, por cierto, varios de estos son falsos, pero de igual manera pudieron ir pasando los pueblitos con esos documentos.

“Siempre te van agarrar los coyotes para pasar detrás de la migra hasta el otro pueblito. En todo ese viaje por México gastamos como 500 dólares, que los cambiamos en pesos. Salimos de Tapachula con 500 dólares y los cambiamos. Todo eso fue lo que fuimos gastando en el camino. Lo último que nos quedaba lo gastamos en Sanatepec. Ahí nos dijeron que nos montáramos en un bus que nos iba a dejar en Ciudad de México y que estaba alineado con la migración, la policía, si se pagaba 1.900 dólares. Mentira, en el primer retén que nos agarró migración, nos bajaron, y gracias a Dios nos devolvieron a los 40 minutos que habíamos viajado en el bus. Tuvimos que dormir ahí, por poco en la calle, pero logramos conseguir un hotel. Todo fue un viaje. Fue fuerte. Te pasa la migra por el lado y uno nervioso, rezando para que no te vean y te devuelvan”, comentó María.

El rapto

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“Llevamos un día a la vez. Tratábamos de no ver fechas, no ver horas, tratábamos de no ver nada, porque eso también te desespera. Que te faltan cinco pueblos para llegar todavía, que tienes que seguir caminando, que el sol inclemente. Logramos sacar un permiso, el cual era falso, en una sala web, pero con ese permiso te venden los pasajes. Desde Juchitan de Zaragoza, ahí agarramos un bus a Santa María de Jalapa del Márquez y después agarramos otro hasta Ciudad de Mexico”, recuerda María.

Estando en Ciudad de México, tomaron un autobús a Reynosa. Al bajarse tenían un contacto que, según, los iba a recibir. Y tenían claro que no saldrían del terminal, porque ahí está el cartel. Su contacto les dice que se muevan hasta un supermercado cercano.

“Resulta ser que ya nos habían marcado y cuando estamos en el supermercado, ya estaban detrás de nosotros. Nosotros salimos y nos empezaron a seguir. A cuatro de los que andaban conmigo sí los metieron en un cuarto para hacerles preguntas, que de dónde venían, que si tenían familias en Estados Unidos. Lo que ellos dijeron es que veníamos de dormir en la calle, que no teníamos plata, que nosotros estamos llegando ahí para hacer el proceso de la aplicación”, comentó la joven.

También sumó que sus compañeros de viaje tuvieron que pagar como 900 pesos para que los soltaran, es decir, unos 52 dólares. “Nos fuimos a una casa donde estuvimos un mes haciendo todo lo de la aplicación, y la aplicación nunca nos respondió. Tres veces casi nos dan la cita y cuando soltaba nos decía: este puerto no está disponible para estas personas. Nos metiamos de 9:58 a 10:00 de la noche, que era el momento en que te soltaba la cita. Todo el mundo se iba a la plaza de Reynosa para sacar la cita. Muchas personas lograron su cita, siempre salía como un combo de 17 a 18 haitianos, privilegiados”.

Entregarse

Veían pasar los días entre frustración y desespero, hasta que alguien les dijo que por Heroica Matamoros, conocida como Matamoros, estaban pasando los emigrantes y entregándose a funcionarios estadounidenses.

“Cuadramos el viaje, mandamos todos los pasaportes a la casa en Estados Unidos, donde nos iban a recibir. Sacamos plata y nos fuimos. Una hora duró ese viaje, y del terminal hacia el puente son unos 30 minutos caminando. Cuando llegas al puente, pasas un campamento de full carpas y llegas al río. Yo pasé ese río nadando. Es hondo. Casi me ahogo. Pero al rato llegaron varios chicos que te cobran para pasar en balsa y no corres tanto peligro. Pasas una calle y te están esperando, te quitan todas tus pertenencias, te dan una bolsa, debes botar la ropa. Hicimos una cola y luego montan en un bus a 47 personas: le dan prioridad a mujeres, mujeres con niños y familias. A lo hombres que van solos, los dejan más rato. Te toman una foto, tu identificación, te empiezan a llevar a distintos refugios. Te dan comida, hamburguesa, te dan una barra de proteína, un jugo, agua, manzana. Fotos, huellas, y te ponen a esperar. Nos sacaron con unas carpetas”, detalló María sobre el proceso.

Recuerda que el señor que los trasladó es mexicano, un emigrante, actualmente legal en EEUU. “Nos decía: yo los entiendo, yo pasé por eso mismo cuando pequeño y mi papá y mi mamá tomaron esa decisión, y nosotros estamos aquí desde que yo era muy pequeño”.

Pero el proceso de María y las dos mujeres que iban con ella no terminó ahí. Las procesaron, las revisaron. “Te abren el cabello para ver si tienes piojos. Nos llevaron a un cuarto para dormir. Horrible el frío, te dan una sábana de aluminio. La comida no me pasaba, lo que comía lo vomitaba. La comida no es mala, pero tampoco es buena y siempre lo que te van a dar es eso: un burrito o un pan con jamón y queso, una manzana, una barrita y unas papas”.

“Te paran a cada momento, te tocan horrible la puerta, pasan lista, te ponen un brazalete y ese brazalete lo están chequeando constantemente, porque tiene un código. Nos llevaron a una sala en la que estaban todas nuestras pertenencias. Nos dijeron que nos iban a llevar a Ladero. De ahí haríamos un trasbordo a Piedras Negras para procesarnos nuevamente, y así mismo fue”, añadió.

La espera

 

 

 

 

 

“Nos dieron una hoja la cual llenas con tus datos personales y los de la persona que te va a recibir en Estados Unidos. Si tu ropa está en mal estado, te dan otra. En otra sala te quitan el brazalete y te dan uno nuevo. En la tercera sala empiezan a llamar por grupos, y con la hoja que ya te habían dado, la meten en una carpeta marrón con tu identificación. Nos llevaron a bañar. Entre el jueves y el viernes ya estaba haciendo el proceso. Salí el domingo. El sábado me llamaron para hacerme una entrevista y una prueba de ADN. Me preguntaron: nombre, apellido, de dónde venía, que cuánto había tardado mi viaje y si tenía miedo de regresar a mi país y la respuesta fue sí. Me preguntaron por qué y mi respuesta fue por la corrupción e inseguridad que se vive a diario en el país”, contó María.

Ya estaba más cerca de su destino. Un domingo a las 10:00 de la mañana le avisaron que podía irse del refugio. “Confieso que hay algunos funcionarios que te tratan bien, como hay otros que no les interesa si tú estás bien, otros que te tratan de la patada. No te falta la comida, la cosa es que no te bañas. Si a ellos les da la gana de que te bañes, bien, y si no también. Una sola vez me bañé en ese tiempo que estuve ahí. También te ponen películas”.

“Nos explicaron el proceso bajo presentación, porque cometimos un delito. Salimos de migración y te van explicando todo. Nos llevaron a una iglesia, donde te reciben y no te dejan salir si no tienes una reservación de hotel o el boleto hasta tu destino. Yo pagué mi pasaje y se les paga 52 dólares a ellos para que te trasladen de ahí al aeropuerto internacional de San Antonio de Texas. Mi destino era Chicago, específicamente Palatina”, comentó.

El 2 de mayo, María llegó a casa de su tío. Su primo lo hizo siete días después que ella. Gastaron entre los dos unos 6.000 dólares, provenientes de los ahorros de su tío, quien durante el viaje les fue enviando el dinero.

Abandonar

No fueron días fáciles y varias veces por la mente de María pasó abandonar la travesía, tirar la toalla. “Después que sales de la selva, tu mente empieza a jugar contigo. Cuando llegué a México, a Tapachula, ahí pensé en rendirme y hablé con un amigo: ´estoy harta, no doy para más´. Hubo un día que lo pasé sin comer, tenía los nervios de punta, no quería seguir. Él fue un impulso, me dijo: ‘sé que no es fácil, yo no pasé por eso, pero un familiar sí’.

“México es lo más fuerte, porque estás expuesto a todo. Te pueden agarrar, secuestrar, que te agarre la migra, la migra te mete psicoterror, es donde el entorno y hasta la gente juega contigo y dices: ya no quiero seguir”.

“Corres el peligro que cuando te agarran o secuestran, te revisen el teléfono, no puedes tener nada en el teléfono. Entonces, yo iba enviando y borrando, cambié hasta todos los nombres del teléfono, no llevaba contactos con emoji o algo distintivo. Borré hasta el número de mi tío, simplemente lo memoricé. Porque siempre te preguntan si tienes gente afuera para llamarlos y quitarles plata”, añadió.

Actualmente la única identificación que tiene María es un papel donde sale su foto, sus datos, su firma y un código.

“Yo quería grabar, tomar fotos, pero cuando empiezas a caminar, solo quieres salir de ahí, no te enfocas en déjame hacer una foto aquí, ya lo que quieres es terminar de caminar para llegar a un lugar, acostarte, la mente juega mucho contigo. La mayor fortaleza que uno puede tener es que tus familiares estén tranquilos, diciéndote que vas bien, que te van apoyando, que tú puedes. Todos los que salimos de Ciudad Guayana estamos de este lado (Estados Unidos). El último llegó el lunes pasado”, comentó.
Este relato de la joven se redactó con un nombre ficticio (María) ya que actualmente la protagonista de la historia está en proceso de asilo.