Lo cierto es que la ciencia ha avanzado en los últimos años en cuanto a la comprensión de los mosquitos, pero no es menos cierto que la “amenaza” sobre los humanos es más o menos la misma desde hace demasiado tiempo. Lo último: construir un espacio gigante con olor humano para aprender cómo demonios nos encuentran.
Por Gizmodo
Ya se intuía, e incluso con base científica, que nuestro olor corporal es un claro protagonista en la caza de los mosquitos, pero el nuevo estudio también encontró que para los insectos nuestro olor es incluso más atractivo que la mera presencia de dióxido de carbono, una sustancia química que exhalamos.
El nuevo trabajo, que tiene a Conor McMeniman como autor principal, junto a investigadores de Macha Research Trust en Zambia, África, se centró en un nuevo punto de vista: la creación de un entorno más natural, una jaula, para sus experimentos. Según le contó a Gizmodo el mismo McMeniman:
Por supuesto, no hablamos de una jaula al uso. Tal y como explican, se trataba de una equipada con almohadillas térmicas espaciadas uniformemente y que podían alcanzar la temperatura típica de la piel humana. Con dichas almohadillas podían atraer a los mosquitos liberando cantidades variables de dióxido de carbono y olor humano, aunque con las debidas precauciones para los voluntarios humanos, cuyos olores provenían del aire canalizado de las tiendas de campaña para una sola persona en las que se alojaban.
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