Más de veinte años que nos han convertidos en auténticos profetas del desastre en los que la esperanza es un vocablo considerado para idiotas que nos obliga a vivir en una desesperanza permanente y en los que el país se convierte en un territorio por el que deambula la crisis indeleble, a la espera de un supuesto milagro que nunca llega y por el contrario la precariedad termina convirtiéndose en el pan nuestro de cada día y en los que el pasado para aquellos que tuvimos la suerte, es recordado como ese sueño que jamás volverá. Pensando en esta realidad, se hace hoy más que nunca necesario tener presente la historia que en algún momento escuché sobre la herramienta de mayor importancia con la que cuentan las fuerzas del mal y que se retroalimenta con el único objetivo de acometer sus propósitos. La cual no es otra que la DESESPERANZA, el vivir sometido a un designio en lo que es preferible ser “realista” y que nos impide entender que siempre se puede vivir mejor y para ello el solo creerlo es una fuente de energía que es la esencia de la sabiduría para alcanzar cualquier meta; y es en este sentido que hoy quiero dirigirme a esa fuerza hoy representada en Venezuela por una MUJER que ha sabido mantener como su norte, ese desprendimiento para alcanzar esa posición que impulse a nuestro país en aras de lograr esa realidad en la que Venezuela vuelva a ser ese lugar que requerimos y que es indispensable el creerlo para lograrlo y en los que esa líder sea el faro para que juntos, miles de nosotros impulsemos lo que está allí y para lo cual el primer paso es pretenderlo.
Su nombre no podría ser otro que el de María, y es a ella a la que he decidido dirigir estas letras de parte de alguien que si bien fue un afortunado por ser hijo de esos forjadores que fueron capaces de encauzar la democracia y con ello crear una nación próspera en la que el slogan de “PAN TIERRA Y TRABAJO” fue capaz de darnos esa energía que convertiría a sus ciudadanos en personas que lograron para sus generaciones un territorio de progreso en los que el soñar más que una quimera fue una realidad; pero que no supimos valorar y peor aún de continuar una lucha que nos obligaba a ser cada vez mejores; para no ser víctimas de vendedores de sueños quienes, tal vez e independientemente de sus pretensiones, fueron incapaces de lograrlos y que nos llevó a un enfrentamiento en los que una vez más y como repetición de nuestra historia las fuerzas del mal han terminado imponiéndose y en los que el resentimiento y la soberbia nos han traído al día de hoy.
En mi caso, tuvo que fallecer mi progenitor para comenzar a transitar en la política, con el único objetivo de ser parte de esos diseñadores que aspiramos a darnos ese Proyecto País y con ello sus respectivas Políticas Públicas en las que existiese ese camino a ser considerado por los venezolanos que permitiese enrumbar esa senda que avizoramos, y que ojalá nos hubiésemos equivocado, como desacertada, con lo cual se puso en peligro el nivel de vida de los ciudadanos de manera dramática.
Desde entonces, mediados del año 2000, nosotros opositores hemos estado tropezando con errores y que al menos por ahora con esta misiva no voy a exponer. Lo cierto es que después de más de veinte cuatro años de fracaso en fracaso, siento que existe una luz en la que se ha realizado un real diagnóstico del presente, condición necesaria para atinar sobre las posibles y reales soluciones; si él además es suficiente será cuestión de precisar, lo cual además solo se lograría con trabajo, perseverancia y esfuerzo. Sin embargo el primer paso se ha logrado y no es otro que el CREERNOLOS y en el que la llama de la esperanza ha vuelto, encarnada por ti, MARIA CORINA.
Hoy así como yo, somos miles los venezolanos quienes en algún momento formamos parte de esas agrupaciones políticas que trabajamos en un Proyecto país en el que aspirando al poder pudiéramos cumplir con las expectativas de una ciudadanía que volviera a ilusionarse y en acompañarnos en ese Plan, en la creación de esa Venezuela posible y que todos nos merecemos. Siento ya en muchos años, que el advenimiento además de posible está cerca y aunque como todo parto seguramente será doloroso, la felicidad por esa nueva Venezuela compensará cualquier sacrificio.
Es por ello más que pedirte nada, en el entendido que tú has sabido encarnar esa esperanza, en la que tu rostro de mujer sabrá dar luz a esa nueva Venezuela y en la que mucho de nosotros habremos de constituirnos en ese equipo, agradeciendo a nuestro buen Dios por brindarnos la oportunidad del deber cumplido hacia nuestros progenitores y coterráneos, en el que en mi caso en particular me haga sentir orgulloso en ser digno heredero de ese padre que fue capaz de ser parte de esos venezolanos que nos permitieron ser piezas en este hermoso país, y poder retribuir sus enseñanzas para estas nuevas generaciones que en este presente vuelven a tener esa esperanza que habrá de constituirse en una realidad.
En Caracas a los 26 días del mes de mayo 2023
Por: Héctor Augusto Mantilla Alcalá