Con el título de esta nota, han comenzado algunos a llamar a María Corina Machado. Muchos de ellos, desde el fondo de su inconsciente (o su subconsciente, vaya usted a saber) lo que quisieran es que la “señora Machado”, no anduviera metiéndose en política, sino que, como la de la canción infantil, solo “supiera coser, supiera bordar y pusiera la mesa en su santo lugar”.
Quizás, muchos se sorprendieron con que Machado haya salido con esta ocurrencia de lanzarse, por la calle del medio, a disputarle a Nicolas Maduro, la presidencia de la República, en el terreno que la mayoría de los venezolanos pensamos que es el que tenemos a la mano: El de lograr una revolución democrática, una rebelión del voto ciudadano y un tsunami electoral que cambien el rumbo del país.
Muchos probablemente la habrían preferido como una Juana de Arco, elevada a los altares, como un símbolo, pero sacrificada en una hoguera por sus propios compatriotas por cuya libertad lucho la santa sin descanso.
Los mismos que ayer criticaban algunas de sus posiciones por “extremistas” hoy, no logran entender por qué está en la calle con tanta resolución y recibiendo tantas muestras emocionadas de apoyo.
Se trata de un claro ejemplo de subestimación. Si, a la “señora Machado” la subestiman y por eso le roba la base a los pitchers (aunque lancen rectas duras y pegadas). Porque, como lo decía Luis Aparicio, las bases, se les roba a los pitchers y no a los catchers, aunque a estos últimos, les carguen las estadísticas negativas.
Es esa subestimación la que no permite comprender a algunos por qué María Corina no le ha dado todavía el palo a la lampara a las primarias que vaticinaban los “macahadólogos” y los analistas de sus pasos.
El desconcierto que reina entre la elite política venezolana sobre lo que está haciendo Machado en la calle, es prácticamente general. El régimen no entiende por qué una persona de su perfil y de su provenienci,a este abriéndose camino como un fenómeno popular y electoral. Muchos candidatos opositores, con más kilometraje y con más “aparato partidista” tampoco entienden por qué sus opciones no levantan la emoción que ella logra despertar.
Falta un trecho grande para llegar con éxito a unas primarias cuyo camino está sembrado de minas y que está en la mira del régimen para tratar de invalidarlo. El asunto se debate en muchos círculos, en foros, en eventos de salón equivalentes a la archifamosa Sala E del Aula Magna de la UCV y en todos los círculos políticos. Sin embargo, la única que está visiblemente en la calle, haciendo crecer las primarias es María Corina. Si las cosas siguen así, podría paradójicamente, terminar ganándolas, aunque éstas no se realicen.
En este trecho por recorrer, también falta mucha fabricación de argumentos contra su opción. Hace unos meses, era moneda común escuchar que no podría arrancar de su 5% histórico, porque no tenía partido, porque era una suerte de anima sola. Pulverizada esta tesis por la respuesta popular a su candidatura, tocará ahora poner el acento (lo cual ya hemos comenzado a ver) en anunciarla como una bestia apocalíptica que traerá a Venezuela la camorra, el Armagedón final porque no tiene la capacidad de entender que para cobrar una victoria hay que tejer alianzas y aceptar realidades.
En apoyo a esta “tesis”, muchos de estos, de viga en el ojo propio y tiradores de primera piedra, la hacen responsable de toda suerte de calamidades desde el terremoto de Caracas hasta la caída de las cuatro republicas que hemos tenido, pasando por otros entuertos como los años bisiestos y las maletas sin rueditas.
Para decir la verdad, no le vemos vocación de “autosuicidarse” y menos en la primavera de su arraigo popular. La vemos avanzando, aprendiendo, como aprendemos todos a diario a descifrar este rompecabezas que el chavismo y el madurismo, nos están dejando como legado.
La vemos formando equipos de profesionales y de activistas, recibiendo a adecos, copeyanos, chavistas y gente sin militancia que se incorpora a trabajar por su candidatura.
La vemos con ganas de ganar y de cobrar.
Lo que no vemos es a María Corina Machado con ganas de tirar la toalla, de dejar la partida o de ahorcarse la cochina.
Aquí lo que puede pasar es que, si la siguen subestimando, leyéndola mal o creyéndola predecible, es que un día la “señora Machado”, en lugar de subir a la hoguera a la que subió Juana de Arco, les sorprende incorporándose a ese elenco de valiosas mujeres que hoy gobiernan en el mundo como Kallas en Estonia, Frederiksen en Dinamarca, Marin en Finlandia y Ardern en Nueva Zelanda.
Ya veremos.