El problema político venezolano es responsabilidad de los venezolanos, lo debemos resolver nosotros, no corresponde a ningún pueblo del mundo, por más amigo o aliado que sea, hacerlo. El nuestro es un dilema antropológico, se debaten de nueva cuenta el bárbaro asesino (chavista) que llevamos dentro desde el mestizaje entre Caribes y piratas contra el ciudadano decente que podemos ser. Es una batalla tan existencial como ancestral entre el venezolano que oprime contra el que se deja oprimir o se rebela.
En esa lucha hemos salido mal parados los ciudadanos honestos porque no hemos logrado derrocar a los criminales chavistas que rigen el poder. Claramente hemos fracasado.
Pero ese es otro tema, no el que incumbe a este suelto.
Lula, el demonio de Tasmania
Lo sé, me paso, estamos claros: soy irremediable, no tengo salvación, soy el peor blasfemo del chavismo. Por más que lo intento siempre brotan de mi imaginación estas sátiras prosopopéyicas que identifican a la tiranía con animales de toda especie. He visto hienas (Jorge Rodríguez), víboras (Luis Vicente León), arpías (Cilia), cerditos (Cabello), zorrillos (El Aissaimi) y un largo etcétera de bestias que conforman el zoológico criminal del chavismo. Estoy claro que mis comparaciones perjudican más a la fauna animal -que no tiene como mentarme la madre- porque los comparo con las salvajes bestias chavistas: ser cotejado con un chavista es un insulto.
No lo niego -irremediable- desde el pirmer día que vi a Lula da Silva vi a ese roedor colmilludo, orejón, encorvado y chaparro que llaman demonio de Tasmania.
No vi un hombre, vi un ratón gitante.
Aunque ratón se vista de seda
En meses recientes ese peludo ratón ha mostrado su endemoniado hocico amazónico en varias lamentables ocasiones. Primero aliándose militarmente con el esclavista Irán. Luego, besándole los sabañones al criminal de lesa humanidad y genocida ruso Putin, pidiéndole a los valerosos ucranianos que se rindan y entreguen su dignidad y su territorio al invasor. Posteriormente, postrándose de rodillas ante China y ofreciendo a Brasil como su sirviente. Y por último, lavando el rostro ensangrentado al verdugo de Venezuela: Nicolás Maduro.
Gran hocico el de Lula, cínico y cómplice de críminales de lesa humanidad, esclavistas y genocidas. Pero conocemos su corrupción, aunque se vista de seda, ratón corrupto se queda.
Aspira crear una ratonera mundial de corruptos.
Ni pudor ni vergüenza
En la cárcel, ratonera para los demonios de su clase, de la que no debió salir, se llenó de odio y de resentimiento, emociones bajas, muy bajas, que dañarán a Brasil y al mundo. Lo imagino en su celda -su ratonera criminal- cargándose de rabia, figurando una fantasiosa conspiración norteamericana contra él, planificando desde su más íntimo rencor una reacción, un daño semejante al que -en su delirio- le causaron. Lula está endemoniado y su “narrativa” es aniquilante.
Desconocer la “narrativa” basada en monstruosos hechos reales que muestra los asesinatos, torturas y “suicidios” chavistas fue otro indicador cúspide de su cinismo.
El mundo debe de estar alerta de Lula de Tasmania.
Autocrítica lacerante
Cuando aparecen los Lula, Petro, Fernández o López en la región, uno calibra aún más el inaudito e irresponsable error cometido por el liderazgo opositor durante el accidentado gobierno interino. ¿Cómo habiendo tenido al mundo civilizado de nuestro lado no supieron capitalizar la oportunidad de liberar a Venezuela y nos hicieron sucumbir en la anomia y el caos? Sí, ¿cómo? Es un milagro a la inversa, un fenómeno de índole apocalíptica, una debácle histórica. Era imposible fallar.
A los venezolanos nos corresponde liberarnos de la tiranía chavista por nuestros medios. Sé que lo lograremos. Por más gigantes que sean los ratones se les pone trampas y caen.
Hay que ponérsela. Somos mayoría.
(A los ratones se les patea.)