Prince: el ídolo mutante que celebraba el incesto y las perversiones sexuales hasta que se convirtió en testigo de Jehová

Prince: el ídolo mutante que celebraba el incesto y las perversiones sexuales hasta que se convirtió en testigo de Jehová

La mágica noche del Super Bowl de 2007, cuando tocó bajo un diluvio. Prince había nacido en Minneapolis en 1958, era un hombre de infancia difícil, con un padre músico que se escapó temprano y una madre que prefirió a alguna de sus parejas antes que él (Grosbygroup)

 

 

 

 

Nació el 7 de junio de 1958 en Minneapolis y no tardó en deslumbrar con su música. En 1980 escandalizó con Dirty Mind, un disco de sexo explícito. Andógino, se casó dos veces, con mujeres, y su único hijo murió a la semana de haber nacido. Cuando se volcó a la religión, abandonó las letras revulsivas y ciertas extravagancias. Murió a los 57 años, por una sobredosis de un opiáceo llamado fentanilo.

Por infobae.com

No insistan, no lo intenten más: es imposible definir a Prince. ¿Un genio musical? Salvo eso, todo es difuso. Difuso por su voluntad. Rehusó de los géneros y las clasificaciones. Conquistó desde los escenarios con su metro cincuenta y nueve, purpurina, vestidos de encaje, botas taco aguja -calzaba 39-, movimientos felinos, mirada lasciva. Cantó que no era negro ni blanco, mujer ni hombre. Escribió odas al sexo oral, los tríos, el incesto. Tuvo amantes famosas y anónimas. Se casó dos veces, con mujeres, y fue testigo de Jehová. Pasó al traje y corbata; respondió al nombre “hermano Nelson”. Se entregó a un matrimonio filantrópico con una joven políticamente correcta. Multó a los que dijeran groserías en su estudio de grabación de Paisley, Minnesota. En una entrevista le preguntaron sobre el matrimonio homosexual y citó a Dios en su respuesta. ¿Entonces?

Entonces, nada. Eligió ser nada. Nada que pudiera encasillarse: todo. Su música, su arte, su vida fueron inasibles.

Nació el 7 de junio de 1958 -hoy cumpliría 65 años- en Minneapolis, bajo el nombre Prince Rogers Nelson. Prince Rogers: el seudónimo que usaba su padre, John Lewis Nelson, músico aficionado de jazz, cuando tocaba en bares con su banda. La cantante, Matthie Shaw, se convertiría en la madre de Prince. Cuando el chico tuvo siete años, la pareja se separó. John abandonó la casa pero dejó su piano: su hijo, autodidacta, aprendió a tocarlo. Y así siguió. En la adolescencia ya tocaba varios instrumentos. A los 13 se fugó de su hogar y se instaló con la familia de un amigo, André Cymone, con el que tocaban covers de Jimi Hendrix, Billy Preston y Earth, Wind & Fire.

La simiente musical de Prince estaba en marcha; también la mística. En 2009, durante una entrevista televisiva con Travis Smiley, dijo: “Nunca hablé de esto, pero nací epiléptico y solía tener ataques cuando era joven. Un día le dije a mi mamá que no iba a seguir enfermo. Me preguntó cómo. Le contesté que un ángel me había dicho que iba a curarme, y así fue”. Más adelante iba a convertirse en testigo de Jehová y a padecer otros problemas de salud que tampoco resolvió por la vía médica. Se negó, por ejemplo, a someterse a una cirugía de cadera, resentida tras décadas de bailar con tacones de más de diez centímetros. Y aclaró lo de los calzados que le diseñaban especialmente: botas por encima de las rodillas, patines con plataformas, botinetas con inscripciones sobre placas metálicas, sofisticación pura: “No los uso para parecer más alto sino porque les gustan a las mujeres”.

En 1978 grabó For You, su primer disco: todas las canciones eran propias y también era propia la ejecución de todos los instrumentos: a esa altura, sus 20 años, ya tocaba más de treinta. El talento musical de Prince -como compositor, multiinstrumentista y performer- se reforzaba con su apego arrollador al ensayo. Lo tenía todo, pero faltaba que el público masivo, y muchos de sus colegas, entendieran el valor de su eclecticismo, sus excentricidades, su osadía para combinar funk, R&B, soul, blues, rock, pop, jazz y new wave, entre otros ritmos. En 1979, muchos se rindieron ante su hitazo I Wanna Be Your Lover.

Era la súper estrella que no temía hablar de sexo. Canciones sobre la masturbación, el sexo oral, el orgasmo, incesto y todo tipo de actividad sexual o filia posible integran su repertorio (Grosbygroup)

Mente sucia

El 8 de octubre de 1980 el sello Warner lanzó -sin mucha convicción- el disco Dirty Mind (Mente sucia). En la tapa aparecía Prince con mirada penetrante, bigotitos de chocolatada, chaqueta con hombreras y solapas desmesuradas, pañuelo al cuello, abdominales de tabla de lavar y sunga negra de la que asomaba una matita de vellos púbicos (en los shows sumaba medias de nylon hasta la mitad de sus muslos y zapatos taco aguja). Nadie había llegado tan lejos con la lírica erótica ni se le había animado a tantos tabúes. Las letras, explícitas, abordaban el cunnilingus, el poliamor antes de que se llamara poliamor, la bisexualidad y -lo fuerte, aún hoy o sobre todo hoy- el sexo entre hermanos. La canción Sister (Hermana) decía: “Sólo tenía 16 años/ mi hermana tenía 32/ encantadora y suelta/ no usaba ropa interior/ mi hermana nunca hizo el amor/ con alguien que no fuera yo”.

Su camino tuvo espinas. Las radios se negaban a pasarlo. La gira de presentación de Dirty Mind coincidió con el asesinato de John Lennon, el 8 de diciembre de 1980, y los ánimos eran lúgubres. Al día siguiente de la balacera demencial de Mark David Chapman en el edificio Dakota, Prince tocó en el Ritz de Nueva York semivacío y con Andy Warhol entre los espectadores. “El clima que se vivía era terrible. Los shows empezaron a tener otro color recién en el segundo tramo de la gira, a comienzos de 1981?, explicó Lisa Coleman, miembro de la banda. En los cuatro años siguientes, se vendieron 500 mil copias de Dirty Mind. Y además, en 1984, Prince lanzó, con The Revolution, Purple Rain, banda sonora de la película homónima que él protagonizó y tal vez su obra maestra, que vendió 70 millones de copias.

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