Lo de la ciudad de Nueva York, que afectó también a todo el Este estadounidense, fue producto de las cenizas arrojadas por más de cuatro millones de hectáreas ardiendo en Canadá, una superficie esta vez quince veces superior al promedio de incendios durante la última década. El deshielo del Ártico es atribuido a las emisiones de efecto invernadero y es grave, porque el hielo de esa región es un espejo que al reflejar gran parte de la radiación solar enfría la atmósfera, al descongelarse absorbe más cantidad de energía solar y aumenta el calentamiento global. En Francia, más de 2.800 personas fallecieron en 2022 a causa de la secuencia de días de calor extremo, cuyo número se estima crecerá hasta duplicarse antes de 2050. Los mares, en su conjunto, registraron en 2022 la más alta temperatura de la historia.
Es la materialización de predicciones, el cambio climático dejó de ser un vaticinio. La buena noticia es que finalmente crece la conciencia de cómo enfrentarlo y están en marcha importantes acciones estratégicas, como el cambio del patrón energético, pero son emprendimientos tardíos. Ya no revertirán el daño climático, a lo sumo se ralentizará, empeorará más lentamente y seguramente se evitarán catástrofes. Aquí cabe aquella afirmación de Albert Einstein, “El futuro no existe, ya llegó”