Es contradictoria, confusa y se inhibe de reaccionar, atrapada entre el miedo, la búsqueda de seguridad y la pérdida del prestigio. La complejidad de la naturaleza humana y las motivaciones que se esconden detrás de sus actos, son tema importante, debido a las implicaciones que tiene en diversos ámbitos, especialmente el político.
No definir ni precisar, socava los cimientos de libertad y democracia, carcome la confianza ciudadana, perpetúa la inacción y el retraso, en lugar de progreso y bienestar. La determinación, claridad, visión y valentía, son primordiales para las decisiones basadas en principios y valores, priorizando el bienestar de la mayoría y respetando el interés general. Solo así, se restaura la confianza en las instituciones y se construye un mejor futuro.
El prestigio, es un aspecto de la identidad y valía del individuo; se basa en juicios subjetivos y cambiantes de la sociedad; más que en un atributo intrínseco de nuestra humanidad. Cuando se pierde, a pesar de la naturaleza efímera y fugaz, se experimenta vergüenza.
La cobardía no implica falta de coraje, sino que los cobardes están abrumados por el miedo, y sortean situaciones temidas en lugar de plantarse con arrojo. La ambigüedad del pusilánime radica en su deseo discordante de escapar, que lo lleva a buscar refugio en la comodidad y estabilidad, sin peligro ni conflicto. Razón por la cual, siempre dan la bienvenida a la iniciativa de cohabitar y la conveniencia de parecerse.
La seguridad que buscan los cobardes es ilusoria. La vida está llena de incertidumbre y riesgos, y ningún esfuerzo por evitarlos garantiza protección. La tranquilidad los atrapa en una existencia monótona, estéril y contraproducente. La falta de valor y espíritu, obliga a eludir compromisos, huir de conflictos desafiantes; ambos con derivaciones éticas. Los cobardes abandonan a sus familias, compañeros y amigos, inobservando deberes; deteriorando la integridad, afectando las relaciones interpersonales, y dañando el tan preciado prestigio.
Los líderes deben ser coherentes, valerosos y concluyentes. Inquieta, sin embargo, tropezarse con atrapados en la indecisión y falta de claridad. La cobardía tiene secuelas. Desconoce lo que la ciudadanía anhela; y en lugar de mostrar coraje y defenderla, se refugia en ambigüedades que conducen a la pérdida de autoridad y creencia. Para muestra: a pesar y en contra, de la mayoría, deciden la indebida intromisión del oficialismo electoral en la primaria ciudadana, y el pánico, disimula y encubre su real alcance.
La cobardía tiene impacto negativo. El país reclama líderes fuertes, decididos y capaces de enfrentar desafíos con valor, audacia, decoro; y cuando rehúsan su encargo, negociando principios y valores morales, generan inseguridad en la sociedad. Y, la ciudadanía, reclama y cuestiona.
Las asociaciones indeseables, contra natura, sin credibilidad ni auctoritas, causan alarma; más cuando son las encargadas de garantizar elecciones libres y confiables, que prometen salvaguardar la confidencialidad del participante. Aun refrendándolo, la ambigüedad cobarde se hace innegable cuando se niegan a enfrentar la zozobra ciudadana y renuncian a su libertad de actuar, para servirles obedientes a sus mandantes, cayendo en la inautenticidad. En lugar de asumir con dignidad su responsabilidad ciudadana, y enfrentarla con valentía. Se esconden y extravían el sentido de autenticidad y la capacidad de vivir una vida plena. Por eso, la excusa gallinácea de las tramposas e interminables negociaciones.
En política, es normal tomar decisiones difíciles, pero cuando se decide el camino del lenguaje vago y confuso, eternizan un ciclo de inmovilidad y parálisis, minando el progreso y el desarrollo, debilitando el sistema democrático, cercenando la libertad, alimentando la corrupción y el abuso, debido a la falta de transparencia y renuencia de asumir adeudos.
Venezuela, merece líderes audaces, arraigados y comprometidos, dispuestos a enfrentar desafíos con honestidad y coraje. No los débiles acomodaticios que disfrutan la permanencia, nutren la suspicacia y dragan la calidad democrática. Es hora de exigir nuevos actores, valerosos y esforzados, que se mantengan firmes en sus buenas costumbres, principios y valores, que estén preparados a tomar decisiones en beneficio de la mayoría ciudadana, no de una minoría enquistada y cómplice. Solo así podremos superar los obstáculos y avanzar hacia un futuro sólido y prometedor.
@ArmandoMartini