Jeanne Assam tuvo el presentimiento de que algo terrible estaba a punto de suceder cuando vio a los feligreses salir de un servicio de adoración dominical en una megaiglesia de Colorado un día de diciembre cubierto de nieve.
Por CNN
Esa mañana, un hombre armado había escapado después de matar a dos personas en un centro de capacitación misional a unas 70 millas de distancia. Assam tuvo la premonición de que el pistolero apuntaría a continuación a la iglesia de Colorado Springs, donde se ofreció como oficial de seguridad no remunerado. Su sentimiento era tan fuerte que se ofreció como voluntaria para trabajar ese día, aunque había planeado quedarse en casa.
A las 12:55, Assam escuchó a alguien en el vestíbulo de la iglesia decir que algo extraño estaba pasando en el estacionamiento. Alguien había encendido una bomba de humo. Entonces sonó un disparo de rifle en el estacionamiento. Assam escuchó una voz de pánico gritar desde la multitud reunida en el vestíbulo de la iglesia: “¡Al suelo! ¡Tiene un arma!
“Me di cuenta de que era el chasquido de un rifle de alto poder”, dijo Assam. “[Los disparos] simplemente retumbaban muy fuerte, simplemente en auge. La gente gritaba y corría”.
Mientras la gente huía, Assam tomó una pistola semiautomática Beretta 92FS de 9 mm metida en sus jeans y corrió hacia los disparos. Encontró un escondite cerca del pasillo principal de la iglesia.
Se asomó desde su escondite y vio la fuente de los disparos de rifle. Un hombre portaba un rifle de asalto en la mano izquierda y tenía un grueso guante negro en la mano derecha. Llevaba un chaleco antibalas y una mochila, y maldecía en voz alta mientras se movía, disparando su rifle.
Assam agarró su Beretta y rezó en silencio: “Dios esté conmigo”.
Luego salió de su escondite y se enfrentó al pistolero.
Lo que sucedió a continuación en la Iglesia Nueva Vida en diciembre de 2007 cambiaría la forma en que muchas iglesias abordaban la seguridad. También presagiaría una tendencia inquietante que solo ha empeorado en los años siguientes: las 11 en punto de la mañana del domingo es ahora una de las horas más peligrosas de la semana en Estados Unidos, dicen los pastores y los funcionarios de seguridad de la iglesia.
Y para los líderes religiosos, esto plantea un dilema.
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