Nos permitimos anticipar parte de lo que le espera al señor Donald J. Trump y a la llamada Primera Potencia Mundial, ahora que el jueves pasado el expresidente, hoy candidato a la reelección, ha sido acusado judicialmente por segunda vez, con la diferencia que en esta oportunidad, la imputación es por crímenes mucho más graves.
En algunas legislaciones, la condena a prisión acarrea inhabilitación política, por no hablar de las interdicciones que en tal sentido, se arroga, en mi país, Venezuela, la Contraloría General de la República, en abierta violación de nuestra Constitución.
En EE. UU., por el contrario, un acusado y aun, los penados o condenados, tienen derecho a candidatearse entre otros cargos de elección popular, para la presidencia de la Nación. Por citar un ejemplo, muy reciente, ese ha sido el caso del señor, Joseph Maldonado-Passage, excéntrico, domador de tigres, estrella de la serie “Tiger King” transmitida por Netflix, que en marzo de este mismo año formalizó su inscripción para competir por la más alta magistratura del país. “Joe El Exótico”, como también se hace llamar, en 2019 fue condenado a 22 años de prisión por 17 cargos federales, incluidos los delitos de maltrato animal y dos intentos de homicidio por encargo o sicariato. Ya en 2016 “El Exótico” se había postulado para ese mismo cargo y recibió 962 votos a escala nacional.
Los únicos requisitos para aspirar a la Presidencia conforme a la Constitución de EE. UU., son tener por lo menos 35 años de edad, haber nacido y vivido en el país, un mínimo de 14 años. Los candidatos deben registrarse ante la Comisión Federal Electoral, FEC, sus siglas en inglés y una vez que hayan recibido contribuciones o incurrido en gastos mayores a $5,000, registrar ante la FEC, a los integrantes de su comité para recaudar y gastar fondos. Recibir donaciones sin tal trámite, equivale a cárcel, casi segura.
La Enmienda Constitucional 14, sección tercera aprobada en 1868 restringió, de manera importante, a los efectos de la presente crónica, tales postulaciones al dejar sentado que ninguna persona “será Senador o Representante en el Congreso, o elector de Presidente y Vicepresidente, ni ocupará ningún cargo, civil o militar” para el cual previamente prestó juramento para apoyar la Constitución, si luego “se involucró en una insurrección o rebelión o dado ayuda o consuelo” a quienes hayan cometido tales delitos.
El martes pasado, Trump, al presentarse ante el juez encargado de notificarle los cargos en su contra, fue formalmente arrestado por algo más de una hora y se le impuso la prohibición de hablar del caso con cierta clase de personas. Existe la posibilidad que, más adelante, dentro del referido pleito tribunalicio o en los demás que se siguen en su contra, otra vez, le sea restringida su libertad personal, antes de las elecciones presidenciales del 5 de noviembre de 2024. Lo que, quizás, se traduciría en un candidato en campaña, desde su calabozo o en libertad bajo fianza, limitado en cuanto a su derecho a movilizarse o eventualmente, juramentado dentro de un reclusorio, si es que resulta el más votado.
Los numerosos procesos judiciales en los cuales ha sido parte, el señor Trump, suelen ser largos y complicados. Hablamos de un litigante tribunalicio, quisquilloso y respondón, que acostumbra a agotar todos los recursos legales. Lo que hace improbable, por no decir imposible, que de hoy a la fecha de las citadas elecciones, el ahora acusado, sea condenado por sentencia firme en alguna de las lides judiciales que le esperan. Algo que abriría la posibilidad al propio Trump -de resultar electo- de ejercer la amplísima potestad de indultar, atribuida constitucionalmente, a los presidentes de EE. UU., incluido su posible autoindulgencia por cualquier acusación de rebelión o insurrección que lo inhabilite para el ejercicio de la más alta magistratura.
Mientras escribía la presente crónica, escucho parte del discurso pronunciado por el señor Trump, en un mitin con sus partidarios celebrado, el sábado pasado, en Carolina del Norte. “Cuando me fuí de la Presidencia -dijo- Venezuela estaba a punto de colapsar. Nos hubiéramos apoderado de élla; nos hubiéramos quedado con todo ese petróleo”.
Tengo para mi, que el expresidente y actual precandidato, haría mejor en retractarse de esa soflama, encendida al calor de un acto de masas. De cualquier nos gusten o nos merezcan repudio, las expresiones de Trump que acabamos de transcribir, bastan para explicar el interés que despiertan en el Mundo entero -para los venezolanos ¡ni hablar!- las incidencias de la actual campaña presidencial de EE. UU., incluidos los probables altibajos judiciales anticipados, de manera muy sucinta, en la presente crónica.
@omarestacio