Quiso ser marine y miembro de la CIA, pero fue rechazado porque le faltaba el ojo derecho. En el cine también lo segregaban. Hasta que en la serie “Columbo”, cuyo primer episodio fue dirigido por Steven Spielberg, alcanzó el éxito mundial, fue admirado hasta por el emperador Hiroito y puso en jaque al régimen comunista rumano. Las peleas familiares y su triste final
Como los grandes yudocas, Peter Michael Falk hizo de su debilidad una fortaleza. A comienzos de los 70, cuando llegó al casting de “Columbo” a los 44 años, supo moldear en su favor a un personaje que aún no era el perfecto antihéroe que sería. Falk, de un metro sesenta y ocho, ojo derecho de vidrio y problemas de dicción, tenía experiencia en teatro, televisión y cine: entendía, con claridad, que no estaba para un James Bond ni para un detective duro del noir estilo Humphrey Bogart y que debía (re)crear a un investigador sin glamour ni sex appeal. O mejor, con un sex appeal distinto: el del héroe sin atributos. Lo recuerdan: Columbo -construcción de Falk- tenía la rara perfección de los fuera de norma. Fue, sigue siendo, un perdedor brillante.
Por Infobae
Desaliñado, torpe, disperso, siempre agudo, Columbo se convirtió en la bisagra consagratoria en la carrera de Falk. Pero la vida del actor había empezado mal e iba a terminar peor (bueno, qué vida no termina peor, ¿no?). Hijo de inmigrantes de Europa del Este, de madre rusa y padre polaco, nació en Nueva York el 16 de septiembre de 1927. A los tres años, le descubrieron un cáncer maligno en el ojo derecho: tuvieron que extirpárselo y colocarle una prótesis ocular de cristal. Le siguió una infancia a puro bullying en el colegio; luego, una juventud con rechazos sentimentales y laborales, aunque no en todos los casos.
Lean lo que publicó The New York Times tras su muerte, el 23 de junio de 2011 en Beverly Hills, Los Ángeles: “La prótesis ocular de Falk les dio a sus personajes una mirada peculiar, casi socarrona. También tenía un problema de dicción que le hacía pronunciar la ele con un sonido raro que venía desde el fondo de su garganta y que era especialmente enfático cada vez que pronunciaba el nombre Columbo en la serie”. Como si los “defectos” del actor se transformaran en virtudes de su personaje. Y así era. El teniente Columbo, sin nombre de pila -aunque en su placa, mostrada fugazmente, figurara como Frank-, con un perro llamado Perro y una esposa omnipresente aunque no lo viéramos, se mantiene nítido, intacto, invulnerable al paso del tiempo, doce años después de la muerte de Falk.
PIRATA, MARINE O ACTOR
El primer papel que interpretó, a los 12 años, fue en la obra teatral “Los piratas de Penzance”. Su sueño era ser marine y, más adelante, sería combatir en la Segunda Guerra Mundial. En la Armada estadounidense lo rechazaron -y tal vez le salvaron la vida- por la prótesis ocular. Entonces activó el plan B: ser cocinero en la marina mercante, oficio del que se aburrió al tiempo y que no le permitía estudiar. En 1951, lejos de su realidad oceánica, obtuvo un título en Ciencia Política en la Universidad de Siracusa. Luego, trabajó como administrativo. Luego, intentó entrar en la CIA: recibió un nuevo rechazo por cuestiones físicas. “No sabía qué hacer de mi vida”, reconocería mucho después. Sus pulsiones parecían arrastrarlo hacia la acción; la encontraría, como artista, en el mundo ficcional.
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