La hora de la grabación marca las 3.15 de la madrugada del 20 de noviembre de 2021. Elsa D. entra vestida con un pijama y el pelo suelto en la habitación de la anciana a la que cuida, Amelia, de 92 años. Lleva un cojín en la mano. Una cámara colocada en la mesita de noche está grabando todo.
Por: El País
El objetivo está orientado hacia la puerta de la habitación que da a un pasillo. A la derecha, fuera de plano, queda el cabecero de la cama articulada de la mujer. Se observa cómo Elsa la mira, y se coloca a su lado. Desde ese momento en el que en la imagen fija solo muestra la espalda y el pelo de la cuidadora y el final de la cama, lo que se ve pierde importancia con respecto a lo que se oye. Se escuchan de forma nítida los quejidos de la anciana, muy dependiente a causa de un ictus que había sufrido dos años antes, en 2019. Estos sonidos guturales se van ahogando poco a poco. Faltan cinco segundos para que den las tres y media de la madrugada cuando la grabación se queda completamente en silencio. A las 3.39, la empleada abandona la estancia y vuelve a su cama a dormir cinco horas más. Esta grabación ha sido la prueba fundamental para la policía, la Fiscalía y la acusación particular, que han coincidido sin lugar a dudas en un hecho: Elsa asesinó a Amelia a sangre fría, sin que le temblara el pulso y sin motivo aparente, porque ella no obtenía ningún beneficio económico ni de ningún tipo con esta muerte. Tampoco ha tenido dudas el jurado popular, que la ha condenado por asesinato por unanimidad.
En la reproducción del video en la Audiencia Provincial de Madrid nadie, incluida la acusada, perdió detalle de esos 15 minutos en los que se pueden observar los últimos minutos de vida de Amelia. Lo mismo le pasó al hijo mayor de la víctima la mañana en la que encontraron el cadáver de su madre, tumbada en la cama. En aquel momento, tras llorarla, se dispuso a revisar la tarjeta de memoria del dispositivo que él mismo había colocado en la mesita de noche. “Me llamó mi hermana y me dijo que nuestra madre había fallecido. No tardaría más de media hora en ir a la casa y cuando llegué, me extrañó una herida rara que tenía en la nariz y también la expresión de agonía que tenía mi madre. Le pregunté a la médica del Summa si era normal y si se podía saber de qué había muerto exactamente”, relató el hijo, Roberto R., ante el juez. Cuando la doctora le comentó que la causa exacta solo se podía dictaminar con una autopsia, el primogénito dudó sobre si meterse en ese camino, hasta que se acordó de la cámara que había colocado en la mesita de noche unos meses antes.
“La había puesto para poder tener siempre un ojo en la habitación de mi madre, por si necesitaba algo y yo no la oía”, explicó Roberto en la sala. El dispositivo de grabación estaba programado para activarse cuando detectaba movimiento o sonido, se podía ver la imagen en tiempo real y además el contenido quedaba almacenado en una tarjeta de memoria. “La cámara estaba visible y Elsa sabía que estaba ahí, lo que yo creo que no sabía es que lo que grababa se quedaba guardado en una tarjeta”, explicó el hijo de la víctima. Esa misma mañana, los hijos comenzaron a revisar el contenido, mientras Elsa explicaba que había ido a echar Vicks Vaporub a la anciana por la noche y la había dejado “tranquila”. Después de comprobar que lo que se veía en la grabación no cuadraba con lo que contaba la cuidadora, llamaron a la policía, que acudió al domicilio. “Allí fue cuando su actitud comenzó a cambiar”, aseguró el hijo.
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