Mucho antes del amanecer, decenas de personas se reúnen en torno a más de 50 lanchas a lo largo de esta parte de la extensa costa caribeña de Venezuela, con sus cuerpos bronceados mostrando cicatrices y manos lisiadas después de años de pesca. La mayoría son hombres, pero cada vez hay más mujeres entre ellos.
Por Infobae
Las mujeres pueden haberse unido a la tradición familiar de trabajar en la pesca o, en algunos casos, incursionar en esta labor después de perder sus trabajos durante la crisis económica de Venezuela. En todo caso, se alistan para un trabajo físicamente exigente que puede pagar el equivalente a 8 dólares después de cinco turnos consecutivos de 12 horas.
Eso es apenas una fracción de los 390 dólares que se calcula que necesitaría una familia venezolana al mes para comprar una canasta básica de bienes en el país sudamericano, pero significa más que el salario mínimo mensual de 5 dólares a nivel nacional.
Las mujeres de las comunidades costeras de Choroní y la vecina Chuao, que alguna vez estuvieron relegadas a cocinar o limpiar en albergues, pensiones y comedores, se han ganado el respeto de los hombres con quienes trabajan ahora para pescar miles de kilos de pescado al día. Muchas de las mujeres perdieron sus trabajos debido a que la prolongada crisis del país acabó con el turismo en la zona y la pandemia de coronavirus empeoró su calidad de vida.
“Ahorita ya tenemos mucha presencia. De hecho, hay mujeres en los dos consejos de pescadores y hay mujeres dueñas de lanchas”, explica Greyla Aguilera, de 48 años, después de terminar un turno recientemente.
Las mujeres que ya son dueñas de embarcaciones “son de carácter y casi todo su personal obrero son mujeres”, agrega Aguilera. “Con eso no quiero decir que ellas tengan algún trato preferencial con las mujeres porque realmente le exigen más a ellas que a los mismos hombres”.
Los hombres y mujeres que se dedican a la pesca trabajan en equipos de cuatro o cinco lanchas. Comienzan lanzando una red grande con un poco de cebo en el medio, que luego es monitoreada regularmente por un buzo del equipo. Cuando el buceador detecta un banco de peces, el resto del equipo lanza una red más pequeña y comienza a cerrarla, tirando de una cuerda similar a un cordón. Cuanto más tiran, más se acercan sus botes, lo que les permite mover los peces de la red más pequeña a sus botes. El pescado se vende el mismo día en un mercado cercano.
El trabajo requiere una mezcla de paciencia, agilidad y coraje. Los accidentes son raros, pero cuando suceden, corren peligro las vidas y las extremidades de hombres y mujeres.
Carolina Chávez comenzó a pescar a los 11 años porque su familia necesitaba comida y se convirtió en pescadora de tiempo completo debido a lo que ella dijo que era “falta de empleo en nuestra zona”. Estuvo a punto de perder su mano izquierda hace dos años cuando se enredó con una cuerda mientras ella y otros intentaban levantar una red pesada y sus botes chocaron. Cuando finalmente liberó su mano, la cuerda le había cortado la mitad de su dedo medio. Su familia pasaría hambre si dejaba de trabajar y, sin otras opciones disponibles, volvió a la misma labor poco después.
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