Al oeste de la capital larense hay un lugar tan misterioso como tenebroso, donde al adentrarse, la mente comienza a hacer estragos y los pensamientos nocivos revolotean cual cuervos hambrientos en búsqueda de carroña. 25 pisos y cuatro edificios de puro concreto con paredes incompletas le dan “vida” a las Torres del Sisal, el “trampolín de la muerte”. Susurros, desolación y ruina se enseñorean sobre este sombrío hospedaje del mal.
Muchos afirman que el espacio es centro de brujería, sacrificios de animales, delincuencia y suicidios. ¿Cómo es que personas sin hogar han encontrado refugio dentro de estas abominables columnas? La Patilla conversó con el periodista Alberto Enrique Briceño quien se ha aventurado a cruzar los límites entre la luz y la oscuridad en este terreno de desidia. Si no eres de espíritu valiente, leer no será una tarea sencilla para lo que vendrá a continuación.
Por: Elizabeth Gutiérrez | lapatilla.com
Corría el año de 1975, Carlos Andrés Pérez tenía poco más de un año de haber sido electo Presidente de la República y un ambicioso plan habitacional se cernía entre sus próximos proyectos. Así, una contratista se planteó construir un complejo de 10 torres de 25 pisos cada una con ocho apartamentos por nivel. Toda una joya de la arquitectura, que sin duda, sería el centro de atención de los barquisimetanos.
Sin embargo, la falta de recursos frustró el plan y solo se pudieron erigir cuatro de las diez torres, y a medio terminar. Cuentan los lugareños, que el fracaso de este proyecto llevó al dueño de la constructora, ya en bancarrota, a subir a lo más alto de su creación y saltar al vacío solo para ponerle fin a su vida, pero apenas era el inicio de una larga maldición que a más de 48 años sigue cobrando vidas.
El “drama del desencantado” de Gabriel García Márquez, aquel donde un hombre termina con su vida al arrojarse desde un décimo piso, narró cómo en aquella caída libre observa a través de las ventanas la intimidad de sus vecinos, sus desaciertos, alegrías y amores, de manera tan fugaz que le permitió cambiar su concepción del mundo, pero tan poco oportuna que a pesar de darse cuenta que aún podía seguir existiendo para disfrutar esos detalles, ya era demasiado tarde.
En las Torres del Sisal, el que toma la amarga decisión de lanzarse al abismo no tiene manera de cambiar la volatilidad de su acción con echar un vistazo al interior de la estructura, solo hay ventanas vacías, pasillos inconexos, escaleras sin fin. Ciertamente, son muchos los pesares que ocurren en la mente de estas personas, pero más allá de eso, hay tinieblas que envuelven al débil y lo hacen más vulnerable a estos trágicos eventos.
Desde que se puso la primera roca de estas edificaciones hasta la actualidad, no hay un conteo exacto de la cantidad de personas que hayan acabado con su vida. Algunos se atreven a decir que han sido más de 60 víctimas. Solo en 2023, dos jóvenes cayeron desde lo más alto de una de las torres, en ambos casos, las autoridades identificaron que la causa de muerte habría sido suicidio.
Muchos suben, pocos regresan
Alberto Enrique Briceño es periodista del diario La Prensa de Lara y contó que ha visitado las Torres del Sisal en dos oportunidades. El temor lo invadió por completo y ante la inevitable amenaza de lo desconocido que persiste en el lugar, llegar a los últimos pisos se convirtió en una completa tortura.
“La he visitado dos veces. La primera fue por un trabajo que se hizo de las infraestructuras que están abandonadas, que no se han concluido y fue una visita breve, nada más para observar cómo estaba esa zona. Además, que toda la influencia de las historias, las leyendas que abordan esa zona no me dio pie para acercarme mucho y llegué hasta el décimo piso. La segunda vez, sí me armé un poco más de valor y llegué hasta el final”.
En palabras de Alberto, en el área prolifera el monte que crece desgarbado y sin control, además de un olor fétido “tal vez por personas que viven allí”. Pero más allá de la impresión que puede captar nuestro cuerpo, también hay emociones extrasensoriales que salen a relucir y, para el joven comunicador, estar allí lo llevó a experimentar un ambiente denso y una atmósfera bastante oscura.
“Para los que sufren de ansiedad, de depresión y ese tipo de cosas, no es recomendable ir por la altura (…) hay unas vibras que son difíciles de describir porque estás en el lugar y sientes como que algo es pesado sobre ti, es más esa vibra de todo lo contrario al bien. Si existe el bien existe el mal, entonces es difícil de describir”, detalló..
En el interior el único arte son los grafitis y las señales de vida son los desperdicios y fogatas que realizan las personas en extrema pobreza que durante el día desaparecen y en la noche regresan para pernoctar en el lugar.
El misterio tras las torres
El periodista de 26 años sabe que el misterio de las torres gira en torno a los casos de suicidio. Incluso, en la última oportunidad que asistió, aún podía ver la sangre en el pavimento de una de las víctimas.
“Personas con una salud mental bastante grave ven eso como la facilidad de terminar con sus vidas y sus problemas porque no existe ningún tipo de seguridad, no hay ningún tipo de vigilancia, cualquier persona puede ingresar sin problema”.
Alberto se mantuvo escéptico y prefirió desviar sus creencias de los fenómenos paranormales, aunque admitió que la mente puede jugar un papel importante al momento de visitar las torres. “La primera vez me fui con todas esas cosas en la cabeza, pensando en que me podía pasar algo, que me podía salir algo y en realidad pues fue más mi mente la que me delató de que podía haber escuchado algo o sentir algo”.
Recordó que mientras subía cada piso, por la ausencia de ventanas y seguridad, sentía que la brisa lo tambaleaba. “Hay que tener un poco de precaución a la hora de ir al sitio, ya que los vientos son bastante fuertes y algún tropiezo, algún mal paso, te puede salir bastante caro”.
A su parecer, lo más impactante al recorrer las torres es tener en mente a tantas personas que escogieron esta construcción como su último escape. Pensamiento tras otro abren paso a nuevas interrogantes. “La razón por la que decidió quitarse la vida y es impactante cómo aún esa estructura persiste en el tiempo y que de verdad es un ‘trampolín de la muerte’. Cualquier persona lo puede hacer y más que todo, es eso por lo que temo, que algún paso en falso, algún error humano, pueda terminar con una catástrofe”.
No obstante, aseguró que su mayor temor es por las personas que viven bajo esta desoladora oscuridad. “Algunos drogadictos, personas en situación de calle, pobreza, uno sabe lo que les puede pasar”.
El fotoperiodista explicó que durante su trayectoria le ha tocado presenciar intentos de suicidio “personas que van subiendo al sitio, llega la policía, los bomberos, más que todo ese tipo de sucesos”.
Asimismo relató, aún con asombro, una escena que conmocionó a su equipo de trabajo en 2018 cuando uno de sus colegas captó con su cámara el instante en que un hombre, que asesinó a su esposa, acabó con su vida. “Está el momento exacto cuando la persona se lanzó y cayó al vacío”.
Hogar de la delincuencia
Según Alberto, además de ser un lugar de muerte, la delincuencia también es una constante en las torres, que son una guarida para malhechores. “Toman ese lugar como un escondite perfecto ya que nadie va a visitarlo”.
“Los vecinos prácticamente están en contra de esas torres por la cantidad de personas que entran también como drogadictos, malhechores“, agregó. En este sentido, ¿sería más apropiado completar esta edificación o demolerla por completo?
Más allá de la lobreguez de esta zona, las torres sirven como recuerdo de que cuidar la salud mental es importante. Saber distinguir cuando alguien necesita ayuda, incluso identificarlo personalmente, es vital para alejar signos de angustias que podrían llevar a una decisión lamentable.
En los últimos días, autoridades de la entidad se han dedicado a resguardar los alrededores para evitar que el número de suicidios se incremente, mientras se espera que algún proyecto saque del abandono estas edificaciones.
(*) En caso de requerir ayuda, la Federación de Psicólogos de Venezuela dispuso una línea de atención para brindar primeros auxilios en situaciones de emergencia. Es un servicio anónimo y confidencial, y puedes comunicarte de viernes a domingo a través de los siguientes números: 0212-4163116 / 0212-4163118.