Un lenguaje culinario extraordinariamente rico se ha ido construyendo en torno a la inmensa variabilidad de comidas. Sin embargo, a este boom de lo gastronómico le hace falta un poco de precisión biológica.
Por BBC Mundo
Me refiero a una serie de expresiones que utilizamos sin saber que estamos equivocados en lo que a exactitud e identificación anatómica se refiere.
Si es usted curioso y amante del rigor que procuran las ciencias, quizás le guste conocer la verdad que se esconde detrás de algunas de ellas, como el muslo de pollo, las cabezas de gambas o la lengua de las conchas finas.
El muslo de pollo
a carne de pollo es una de las comidas más comunes en el planeta y sus muslos, junto con las pechugas, sus partes más codiciadas. Pues bien, un muslo de pollo no es un muslo sino la pantorrilla. Y de aquí se derivan dos consecuencias.
La primera es que lo que denominamos “sobremuslo” no es, ni más ni menos, que el verdadero muslo.
La segunda es que esa “bola de carne” no corresponde a ningún músculo del muslo sino ¡a nuestros gemelos! (que en las aves se denomina gastrocnemio, lo que lo hace aún más apetecible).
¿Qué característica anatómica nos induce a este error? El hecho de que el tarso y el metatarso de los mamíferos, en el caso de las aves, se fusionan para formar un hueso muy largo (el tarsometatarso) que hace que parezca que la pata del ave tiene una sección anatómica “extra”.
Esta pata no es un fenómeno aislado. De forma paralela, se desarrolló hace más de 200 millones de años en los Heterodontosaurios, un grupo de pequeños dinosaurios del Triásico superior.
Para seguir leyendo, clic AQUÍ.