Es evidente que el orden mundial basado en reglas dejó de existir. Con tan solo abrir la sección de internacionales de un diario o sintonizar un noticiero, se evidencia que el caos internacional es abrumador. Más allá de si es medible que vivimos en un mundo más o menos ordenado, la realidad ya no está basada en los hechos comprobables, sino en las narrativas más convincentes, y el poder es una mezcla de violencia y la asociación de la inmoralidad desatada. El gobierno, como institución que administra el Estado, y el Estado como constitución del poder legítimo en una sociedad, murieron. El derrumbamiento de la institucionalidad no liberó al hombre del contrato social y lo arrojó a la cruel justicia del mundo natural, más bien estamos siendo gobernados por los humores manipulables de la muchedumbre. Vivimos en oclocracia y comenzado una nueva edad oscura.
Nuevo orden mundial
Al inicio de esta columna sobre geopolítica en mayo de 2021, se expuso la temática de un nuevo orden mundial.
En junio de 2021, durante los actos conmemorativos del centenario del Partido Comunista de China, Xi Jinping vociferó desde Tiananmen que a cualquier “fuerza extranjera” que intente intimidar u oprimir a China “le aplastarán la cabeza y dejarán ensangrentada contra una Gran Muralla de acero” forjada por el pueblo chino. Dos meses después de nuestra primera publicación, los combatientes talibanes tomaron Kabul, el 15 de agosto de 2021. Dos meses después, en octubre del mismo año, unos 100.000 soldados rusos se movilizaron a la frontera con Ucrania en preparación a la invasión que inició en febrero de 2022. La lista de sucesos históricos que demuestran el fin de la supremacía (o ilusión de supremacía) de un orden internacional basado en reglas es larga, pero las imágenes de marines de EE.UU. huyendo de Kabul, tras la reconquista de hordas barbáricas a bordo de humvees estadounidenses, es una perfecta ilustración de este punto de quiebre en la historia.
El inicio de la guerra en Ucrania terminó por violar la regla fundamental del orden mundial liberal establecido por EE.UU. y sus aliados tras el final de la Segunda Guerra Mundial: una democracia fue atacada. Y la invasión se dio por parte de un régimen con aspiraciones imperiales explicitas y sin el apoyo público de ningún actor internacional. Es decir, por primera vez desde 1945, un polo de poder invadió a una democracia con las intenciones de expandir su territorio y sin el apoyo de otro actor internacional. Es relevante destacar que, aunque en los últimos 70 años EE.UU. ha invadido un puñado de países, ninguna fue una democracia y en todos los escenarios contó con el respaldo parcial de la comunidad internacional. Incluso, para aquellos que esperaban que la afronta al orden mundial regresara el vigor de occidente y su compromiso con los valores liberales, ya los más de 500 días de guerra mostraron que el compromiso del mundo es con el poder y no con los valores que se declaran desde las torres de marfil.
Las elecciones de 2024 en EE.UU. aún tienen la oportunidad de sorprender y dar señales de que al moribundo tío Sam le queda un round más. Sin embargo, las encuestas apuntan a una inevitable revancha Biden vs. Trump. Una contienda política enfermiza de imaginar. Dos candidatos pretendiendo gobernar desde la imaginación y las emociones de una sociedad confundida. Cada promesa, sea del burro o del elefante, tira y jala los hilos que supuestamente sostienen en balance al sistema internacional. Hay una fatiga generalizada provocada por la inflación de conceptos como democracia, igualdad, derechos humanos y paz. Nadie quiere resucitar el orden mundial liberal.
Iliberalismo
Durante el segundo año de esta columna sobre geopolítica en 2022/23, se expuso sobre la temática del iliberalismo.
El Partido Comunista de China es la cara del movimiento iliberal. Un movimiento internacional de gobiernos y regímenes que comulgan en su rechazo al liberalismo y el liderazgo de EE.UU. Un rechazo basado en una interpretación agonística de la historia, pero sobre todo, un rechazo discursivo que busca crear un enemigo para manipular a las masas disgregadas. En el Partido Comunista de China, a través de su líder Xi Jinping, revivieron la filosofía maoísta del poder: “Todo comunista debe comprender la verdad: El poder político surge del cañón de un arma… teniendo armas, podemos crear”. Para Mao “todas las cosas surgen del cañón de un arma. Según la teoría marxista del Estado, el ejército es el componente principal del estado de poder. Quien quiera tomar y retener el poder estatal debe tener un fuerte ejército. Algunas personas nos ridiculizan como defensores de la “omnipotencia de la guerra”. Sí, somos defensores de la omnipotencia de la guerra revolucionaria; eso es bueno, no malo, es marxista. Y Xi Jinping, durante los actos conmemorativos del centenario del Partido Comunista de China, recordó al mundo la filosofía que nuevamente dirige el segundo ejercito más grande del mundo. Desde que llegó al poder en 2012, Xi ha duplicado el gasto público en materia de defensa, de $145.000 millones anualmente a cerca de $300.000 millones en 2022. Adicionalmente, el líder del Partido Comunista de China prometió doblegar a Hong Kong y Taiwán. En 2020, Hong Kong quedó sometida, y el líder ha exigido a sus lacayos la reintegración de Taiwán antes del centenario de la revolución china.
El Partido Comunista de China no solo amenaza al liberalismo de manera individual, sino que lidera el bloque de poder más grande del mundo. Un bloque de poder disgregado que, a pesar de sus diferencias, comparte una serie de elementos que permite agruparlos como iliberales. Y esos son los elementos en común que podríamos encontrar en gobiernos y regímenes tan diversos como los de: Erdogan en Turquía, López Obrador en México, Orban en Hungría, Modi en India, Petro en Colombia, Putin en Rusia, Ramaphosa en Sudáfrica, y, por supuesto, tiranías como las de Maduro en Venezuela, Ortega en Nicaragua, Díaz-Canel en Cuba, Assad en Siria, etc. Todos son los líderes de naciones cuyos regímenes utilizan la violencia para mantener el poder, violan las normas internacionales, abusan del sistema de derechos humanos para drenar de recursos al orden mundial y mantienen como rehén la estabilidad del comercio internacional, para blindarse de intervenciones extranjeras.
El iliberalismo sentó las bases del nuevo statu quo. La realidad es que el liberalismo padeció sin posibilidad de resucitar. Hoy es más común que un individuo viole las reglas a que las cumpla. Y esto no se debe necesariamente a un deterioro total de la civilización, sino a la conquista de la civilización moderna por parte de la barbarie. En muchos casos en América Latina y otras partes del mundo en desarrollo, es necesario para la mayoría recurrir a la corrupción, para cumplir con la formalidad. Los piratas tomaron control de la edificación institucional del difunto Estado, y han generado un impuesto adicional al funcionamiento de la sociedad: rendir tributo al caudillo y sus secuaces.
Oclocracia y asociados
En el tercer año de esta columna sobre geopolítica, en 2023/24, se discutirá la temática de oclocracia y la nueva edad oscura.
La oclocracia es la forma de gobierno que mejor describe el mundo en el que nos encontramos y las características del nuevo orden mundial. El término fue acuñado por Polibio, el historiador griego que escribió sobre la constitución romana cerca de 200 a.C. El término proviene del griego: el poder de la turba o la muchedumbre. Para Polibio, la oclocracia era la degeneración de la democracia. Así como la tiranía es la degeneración de la monarquía, y la oligarquía la de la aristocracia, el poder de la muchedumbre es lo que degeneraría de la democracia. Para Polibio esto sucede “cuando esta [la democracia], a su vez, se mancha de ilegalidad y violencias…”.
La democracia ya no se decide a través de las normas parlamentarias o decisiones de la Corte más alta ni órdenes del ejecutivo electo transparentemente. Hoy la democracia la deciden las turbas violentas que incendian capitales del mundo, las decisiones se toman por juntas directivas de corporaciones que tienen en sus bolsillos un sistema judicial corrupto, y por presidentes elegidos con una ínfima mayoría que hicieron campaña con fondos del mundo de lo ilícito. Y estas oclocracias se han asociado formando emprendimientos de poder transnacional. El inicio de una nueva edad oscura. La edad oscura fue el período en la historia que vivió Europa e influenció al mundo tras la caída del imperio romano (cualquier parecido es pura coincidencia). Fue un período de declive económico, retroceso intelectual y corrupción moral en Europa que culminó con el adviento del renacimiento. Solo el fin del fanatismo y el regreso a la lógica pusieron término a la última edad oscura. Con esa referencia histórica es claro el reto por venir, pero también el camino a seguir. La angostura hacia la luz.