Nos acostumbramos los demócratas latinoamericanos de los últimos 24 años a observar con asombro y criticar la presencia de socialistas radicales españoles en los choques que tenían lugar entre los marxistas capitaneados por el teniente coronel, Hugo Chávez, y la resistencia de los demócratas de la partidocracia para evitar que el entronizamiento de un sistema comunista stalinista y fidelista tomara por asalto a Venezuela, claro que sin exteriorizar el rechazo a una intromisión que tenía lugar en algunos sectores del PSOE que eran oposición y luchaban por desplazar del gobierno al Partido Popular, PP, cuyo Secretario General, José María Aznar, era el Presidente del Gobierno Español.
Situación ambigua que se mantuvo hasta el 2004, cuando los españoles votaron mayoritariamente por el regreso del PSOE al poder y la elección del Secretario General de ese partido, José Luis Rodríguez Zapatero, como nuevo Presidente del Gobierno, el cual, ya más desembozadamente, bajó la presión que mantuvo Aznar contra los chavistas y coincidencias, y más que coincidencias, apoyos, tendieron a surgir entre los países, gobiernos y partidos que, por lo menos de nombre, se identificaban con los aun llamados “náufragos” de la “Caída del Muro de Berlín” y del “Imperio Soviético”.
Rodríguez Zapatero, en efecto, no llegó en los primeros años de su gobierno a asumir una política prochavista, pero alejándose del propósito del presidente norteamericano de aquellos días, el republicano, George Bush-como de la mayoría de los países de América Latina y de la UE-de extremar los esfuerzos para que el “socialismo resurrecto” no anclará en Venezuela, ni en la región, si ablandó las discrepancias ibéricas contra la “revolución bolivariana” e inició un intercambio comercial, ideológico y diplomático que muy pronto daría frutos.
Y el más notable de ellos, fue la aparición en Caracas de un político, comunicador y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, Pablo Iglesias, quien de inmediato se reunió con Chávez y la plana mayor del chavismo (Diosdado Cabello, Jorge Rodríguez, Hugo “El Pollo” Carvajal y Miguel Rodriguez Torres) y les planteó le proporcionaran los recursos para fundar un partido, “Podemos”, que, aliado con el ala radical del PSOE, dieran al traste, vía elecciones, con la monarquía republicana fundada por el Rey, Juan Carlos I, Felipe González y José María Aznar.
No ha sido posible precisar si esta iniciativa de Iglesias que transcurre antes que finalice la primera década del 2000, fue consultada y autorizada por Rodríguez Zapatero, pero es bueno subrayar que los dos aprendices de brujo no hicieron parte de la resistencia contra Franco, sus padres fueron dos exitosos profesionales durante el franquismo, aunque el abuelo paterno del Presidente del Gobierno, Juan Rodríguez Lozano, capitán del Ejército durante la Segunda República, fue fusilado por los sublevados del 18 de agosto de 1936, y el abuelo paterno del político, comunicador y profesor de la Complutense, Manuel Iglesias Ramírez, militante del Partido Socialista Obrero Español, fue condenado a muerte en 1939 por los ganadores de la guerra, aunque finalmente la pena le fue conmutada por prisión por la intervención de un falangista.
De modo que, aun sin conocerse, Zapatero e Iglesias tenían motivos para no simpatizar con un sistema republicano que era practicamente un “regalo” de los triunfadores de una guerra civil, en la cual, los progenitores de sus padres fueron asesinados.
Pero no se piense que Iglesias llegó solo a Caracas en aquellos tempranos años de la “revolución” bolivariana, sino que, prácticamente, con el proyecto de “Podemos” en la calle, lo acompañaban el segundo al mando, Juan Carlos Monedero, economista e igualmente profesor de la Complutense, y los activistas, Iñigo Errejón, Carolina Bescanza y Luís Alegre.
En cuanto a trenzar una relación que fuera útil a los “solicitantes” de ayuda y a los donantes, Iglesias propuso un contrato del gobierno chavista con el CEPS (Centro de Estudios Políticos Sociales) -fundado por los “podemistas” como una suerte de alcancía para ir recogiendo los aportes que se sumaban al proyecto-, y que, rápidamente, tan pronto los expertos de la Complutense se involucraron en asesorías, empezó a recibir millones euros en su cuentas españolas, vía Curazao o la Banca de Andorra.
Recursos que fueron los que, rápidamente, imprimieron un “viento de cola” a una organización provincial que pronto se hizo de un canal de televisión, una diputación en el parlamento europeo, otra en el senado español y crecimiento en barrios, pueblos y ciudades españolas cuyos votos serían indispensables, no para tomar el gobierno monárquico-republicano, sino para convertirse en una referencia que habría que tomar en cuenta cuando la UE y la misma España, habría de cambiar de piel y mirar la propuesta castrochavista como una alternativa.
En cuanto a Zapatero, que desde el gobierno había visto con inmensa simpatía y curiosidad, la aventura emprendida por Iglesias y “Podemos” con la ayuda de Chávez, cuando en octubre del 2011 hubo de abandonar la Presidencia del Gobierno por su incapacidad de sacar la economía española de la recesión que había empezado en el 2008, pasó cuatro años ocupando la gerencia o dirección de diversas instituciones de la UE, hasta que, repentinamente, se le vió apareciendo más y más en Caracas.
Ya Chávez había muerto el 6 de marzo del 2013, y lo había sustituido el entonces canciller de la República, Nicolás Maduro, quien era un agente de la inteligencia cubana, del tenebroso G2 y recibió todo el respaldo de La Habana, para que el moribundo “Centauro de Sabaneta” lo nombrará su sucesor.
Maduro, por tanto, tuvo que presidir los funerales del desde entonces llamado “Presidente Eterno” y arriesgarse a unas elecciones presidenciales el 14 de abril 2013 que ganó ejecutando un fraude colosal contra el candidato de la oposición, Henrique Capriles Randonski, quien lo superó por no menos de 5 puntos.
Pero no fue el único percance de Maduro sino que sin Chávez, la economía desplomándose como un castillo de naipes y una rebelión popular que comenzó en febrero del 2014, tuvo que sacar los colectivos armados, la GNB y el ejército y detener el alzamiento a sangre y fuego.
Un saldo trágico de 43 asesinados, 600 heridos y casi 2000 detenidos, que si bien mantuvieron al dictador en el poder, le auguraron un futuro de rechazo y protestas internacionales que lo obligaron a sostener una negociación o diálogo con la oposición que, si bien no le signifacan una salida del poder, si le suministraban tiempo para gobernar a punto de discusiones de agenda que nunca llegaban a nada y, si llegaban, no se cumplían.
Y en esto le resultó de gran utilidad el exPresidente del Gobierno español, José Luís Rodriguez Zapatero, quien si bien era tratado como un apestado por el nuevo gobierno ibérico que presidía, Mariano Rajoy, contaba con hilos, escapadas, entradas y salidas en la UE y América Latina para buscarle aliados, neutralidad o indiferencia entre factores de la izquierda y la socialdemocracia a está dictadura de Maduro que había perdido sus mejores tiempos, carecía de apoyos dentro y fuera del país y veía cómo algunos de los gobiernos socialistas que se habían constituído con el apoyo y los dólares de Chávez, volvían a la democracia y desaparecían todos los sueños del “Foro de Sao Paulo” y el “Socialismo del Siglo XXI” de que América del Sur fuera la nueva “tierra prometida” del socialismo de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao y Fidel.
Pero al lado de su participación como “embajador itinerante” adhonoren de la dictadura de Maduro, Zapatero encuentra un terreno fértil en su natal España, donde el gobierno de derecha de Mariano Rajoy termina su segundo mandato el 13 de junio del 2018.
Pedro Sánchez, socialista radical y cercano a las corrientes y grupos que siguen a Zapatero, es el nuevo Presidente del Gobierno que detenta hasta las elecciones de enero del 2020, que vuelve a ganar tras la negativa del PP de hacer una coalición bipartidista y llama a “Podemos” de Pablo Iglesias que lo respalde para hacer un nuevo gobierno que cruza la pandemia de Covid-19, la guerra Rusia-Ucrania donde apoya a está última y un conjunto de leyes como la “Ley de Memoria Democrática”, la “Ley de Eutanasia” y la “Ley de Libertad Sexual” que preparan el terreno para que pierda las elecciones de nuevo y salga del gobierno el 22 de julio pasado.
En este momento, Sánchez, Zapatero e Iglesias ruegan porque el candidato ganador del PP, Alberto Nuñez Feijó, no haga la mayoría parlamentaria absoluta que le prometía su alianza con el partido ultraconservador, VOX, y Pedro Sánchez, el perdedor, logre hacer mayoría con algunas minorías regionales, y vuelva a ser presidente con el aplauso de la izquierda mundial, pero sobre todo de Zapatero, Iglesias y Maduro.