Algunos caen tal vez desprevenidos, aunque la ingenuidad escasea más en estos espacios y tiempos. Quisiéramos darle la duda como beneficio. ¿Olvidan acaso que desatendiendo plazos legales y todo trámite, al anterior Consejo lo hicieron renunciar porque sí? Como estrategia para comenzar a enfrentar la elección primaria, por cierto. ¿No basta acaso esto como muestra fehaciente de por dónde va y viene la cosa? Al parecer, más bien, a algunos les conviene hacerse los locos al respecto y juegan, o pretenden querer hacer jugar a la normalización institucional del país. Lo increíble es que se intente ese juego en el peor de los momentos para esa normalización.
Se puede entender con claridad que algunos anden apostando peligrosamente para ellos, por cierto, como Manuel Rosales, a la cohabitación como alternativa única a la crisis. Ya lo planteaba con dura crudeza el propio Luis Almagro, ante la imposibilidad de conseguir una salida por ningún otro medio durante tanto tiempo. Pero el régimen aprovechará para su beneficio, el de prolongar su estancia en el poder por luengos años más, ese intento de penetrarlo para desecarlo. Y en ello se llevará consigo a los artífices de la hechura, hasta molerlos.
El CNE es plena demostración de que no existe intención alguna de negociar nada. Es demostración plena del uso y la tenencia del poder, sin ambages. No ceden ni pizca del terreno que tienen tomado. Así que olvidemos ningún CNE infiltrado ni equilibrado, porque no son niños de pecho los posibles cohabitantes, ni sus instructores internacionales. Si ciertamente se hubiera doblegado en algo al régimen y hubiera alguna intención, por mínima que fuera, de negociación, se hubieran planteado una designación allí entre las dos asambleas, por ejemplo, la de ellos, la de 2020 y la anterior, la agazapada del 2015. La voladura del anterior consejo es decidora. Las acciones posteriores se añaden a aquella acción, sin enmienda alguna. Van con todo. Van y vienen con todo contra quienes vamos contra ellos. Sin blandura.
Todo lo demás es ficción teatral. Ahora bien, hay que ir por las elecciones, sencillamente porque no tenemos otro camino posibilitado. Con el CNE que designen maquillado o sin maquillaje. Pero con la conciencia de que lo que hacen lo hacen muy a sabiendas. Sin engaños de ellos y menos de nosotros y para con los nuestros. Sin caretas carnavalescas, porque aquí no hay nada que celebrar. Derrotarlos tendrá que pasar por derrotar a su CNE, no el nuestro, ni ninguno en equilibrio utópico. Lo que se deja ver desde el vamos es que la gesta electoral que se avecina será la más ruda que hayamos confrontado. Pero hay que trazarla, sacando todo el poder del descontento ciudadano. Y mostrando la situación tal como es. Sin esconder nada. Especialmente lo que está a la vista. Ese CNE es del enemigo. Punto.