Sobre el mesón de la sala situacional que supervisa el G2 castrista, se van colocando las fotografías que procesan los soplones de la revolución. Las miran, las tocan, como pretendiendo constatar si esa muchedumbre es de carne y hueso. Si son reales. Llegan a sentir el consuelo de creer que son fotos montadas como las que trucan en sus laboratorios de redes sociales, para fantasear con un Maduro aclamado por “multitudes.” Pero no. Son auténticas. “Que vaina, esa tipa parece imparable”, farfulla el director de la sala situacional. Nadie se anima a mostrarle las imágenes al jefe. Saben de antemano que cada vez que “se mata con su propia vista”, monta en cólera y la paga con sus asesores a los que califica de “imbéciles por no evitar que a esa oligarca la reciba ese aluvión”.
Los chivatos que persiguen a María Corina tienen órdenes precisas de atemorizarla. Pero resulta que la mujer es “dura de intimidar”. Mas bien terminan siendo ellos los que salen corriendo con “el rabo entre las piernas”. Otra orden que le imparten a los hostigadores es fotografiar los autobuses que ellos suponen usa el comando de María Corina para mover a esas miles de personas. Pero pierden el tiempo tratando de indagar ¿dónde están esas unidades?, “son fantasmagóricas, no se ven, en qué lugar las ocultan”, pregunta alterado el intrigado agente secreto que baja hasta su cintura la cámara fotográfica incrustada en su Samsung Galaxy. No les queda otra que informar la verdad: “nada de autobuses, esa muchedumbre se desplaza por sus propios medios, además se siente mucho entusiasmo”.
Por eso mientras más se mueve María Corina por los pueblos del Zulia, más se irrita el dictador. Ellos que simulan ser cristianos perciben que el diablo anda suelto, porque para ellos esas primarias son como el tenedor de lucifer. Cada quien juzga por su propia condición. La orden inequívoca es evitar que se de ese proceso. El parte es concluyente: ¡esas primarias son el factor movilizador!, más si a la cabeza de las encuestas, está María Corina, que bien se sabe no dará un paso atrás honrando y decidida, a reivindicar el grito de lucha de los trabajadores de la Gente del Petróleo. Maduro, rumiando en su escalofriante soledad, que la viene siguiendo desde que le espetó en su cara a Chávez que “expropiar es robar”, sabe que esa mujer, de verdad, llegara ¡hasta el final!