Juan Guerrero: Pueblos originarios

Juan Guerrero: Pueblos originarios

“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”

Augusto Monterroso

Hace más de treinta años se evidenció en gran parte de Hispanoamérica la puesta en escena, de grupos de opinión, del tema “Pueblos originarios” en defensa de las culturas aborígenes de esta parte del mundo. La reacción de estos grupos de opinión era contra todo estado liberal y democráticamente establecido. El centro de estas reflexionesestaba en La Habana, la capital de la Cuba socialista y antiimperialista.





Ya para finales del siglo pasado e inicios del nuevo milenio, las estructuras teóricas y sociales de los estados social-comunistas habían fracasado, colapsado, desaparecido o estaban en franca decadencia, como la antigua Unión Soviética y sus países satélites. La Cuba castrista entró en crisis, tanto por su modelo de valores como por su misma incapacidad para adaptarse a los nuevos tiempos. Los grupos de la llamada izquierda democrática (Disney o caviar), se inventaron sus propios demonios para seguir “luchando” (-disfrutando) como eternos becarios del pensamiento avanzado y seudo progresista hispanoamericano. De ello nacen, el Foro de Sao Paulo, y, ya en pleno siglo XXI, el revisionismo adelantado con el Grupo de Puebla.

Las nuevas luchas de esta izquierda renovada ocupan el centro de los movimientos ecológicos, derechos de la mujer, derechos y diversidad sexuales, hasta el de los pueblos originarios y su eterna lucha de los oprimidos. Son estas y otras más, las nuevas banderas y luchas que tienen, desde hace poco más de 30 años, ocupada la mente y otras nimiedades a los teóricos de la nunca acabada lucha de clases.

Personalmente pienso que la tal manoseada terminología alrededor de eso llamado de forma intencionada como “Pueblos originarios”, es una bien orquestada estrategia para, además de crear enredos en la historia humana, azuzar a las comunidades aborígenes de esta parte del Nuevo Mundo, como excusa para imponer el poder social-comunista utilizando esas culturas ancestrales. Al final, como se ha evidenciado, seguirán convertidas en rezagadas etnias exhibidas como piezas arqueológicas en los museos del mundo.

Que sepamos, no existen sociedades químicamente puras y menos en estos tiempos de integración humana. ¡No existen pueblos originarios en Hispanoamérica!, porque siempre hubo un “antes de” y siempre habrá un “después de” …

Si se revisa la historia de las culturas aborígenes en Hispanoamérica antes de la llegada de Colón, se observará cómo hubo culturas que antecedieron a otras, no tanto por años, sino por siglos y hasta miles de años. La característica básica de todo proceso de aniquilación de un poder sobre otro, es, ha sido, y parece que seguirá siendo, conquistar e imponerse al vencido, y para perpetuarse, la lengua, la religión y los procesos culturales del vencedor son los que han prevalecido.

Por ello, resaltar por estos tiempos la visión de pueblos originarios como tema de pureza cultural y social, es, como mínimo, una estupidez de mentalidades desfasadas, o en todo caso, de consciencias criminales resentidas, tipo “nacional socialista” que buscan crear caos en aquellas sociedades donde existe todavía variedad cultural y étnica, como el caso de gran cantidad de países hispanoamericanos.

En Bolivia, por ejemplo, se están viviendo tiempos difíciles como consecuencia de esta aberrante incomprensión del tema que tratamos. Hacerle creer, bajo manipulación política, a los aymaras, que son los descendientes puros y originarios del territorio donde conviven con otros grupos culturales, es, evidentemente, construir un imaginario falso que muy probablemente puede desembocar en conflictos sociales violentos.

Ocurre igual en Venezuela, donde hace ya algún tiempo, se les ha construido a los descendientes de africanos, una sesgada verdad para hacerlos sentir depositarios de agravios a los que fueron sometidos sus antepasados. La neo negritud viene adosada con la prohibición, por ley, de ser mencionadahasta la misma palabra, negro. Este contrasentido crea, además de resentimiento individual, odio social y sed de venganza. Parte de esto es lo que mantiene a la sociedad venezolana hundida en el mar de la infelicidad, donde unos se sienten ofendidos y otros padecen el sentimiento y conflicto existencial de ser los ofensores.

De seguir con la manoseada, sesgada e infantil afirmación de llamar Pueblos originarios a las culturas aborígenes, terminaremos resentidamente exigiéndole al “dinosaurio” de Monterroso que abandone su ancestral territorio, o ¿habrá que extraerle el dinosaurio de la cabeza a tanto bicho progre?

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