El primer día de septiembre de 1969, un mes diez días después de la llegada del hombre a la Luna, un joven coronel, carismático y arrollador lo dio vuelta todo. Muamar el Gadafi se adueñó de Libia para salvarla, según su propio juicio, de la corrupción, el atraso y la pobreza. Fue un golpe incruento que derribó al rey Idris I, un monarca impopular y perverso, y que prometió un mundo nuevo.
Por infobae.com
Parecía parir un mundo nuevo, un soplo renovador en aquellos imperios lejanos y para muchos misteriosos y arcanos, que en realidad estaban levantados en un mar subterráneo de petróleo en el que forjaban su riqueza, su poder y de alguna forma su destino. Hace 54 años, Gadafi acabó con la monarquía y fundó la República Árabe Libia para encarnar, según su propio juicio, el espíritu del panarabismo que había impulsado el egipcio líder Gamal Abdel Nasser. En aquellos días previos a los caóticos y violentos años setenta, Gadafi fue visto, y aceptado, como un líder socialista y justiciero, destinado, predestinado dio a entender el propio Gadafi, a cambiar la naturaleza socioeconómica y política de Libia.
El resultado fue una dictadura brutal de cuarenta y dos años, un pueblo sojuzgado y hambreado, con opositores presos, torturados y asesinados en las cárceles del régimen y un silencio sepulcral en aquella Libia que iba a ser salvada y donde Gadafi reinó a su antojo.
Desde hace una década se conocen cuáles eran los antojos de Gadafi. Un libro de la escritora francesa Annick Cojean, Las presas. En el harén de Gadafi, reveló un aspecto desconocido, o poco conocido, o ignorado adrede de Gadafi: un violador de mujeres, y de hombres, que esgrimía el sexo como un instrumento de poder y de dominación, un predador sexual que durante años mantuvo cautivas a sus víctimas en los sótanos del conjunto de palacios de Bab Al Azizia, la gigantesca residencia de Gadafi en los suburbios del sur de Trípoli, la capital libia.
Cuando Gadafi fue derrocado y asesinado, el 20 de octubre de 2011, los rebeldes que liberaron su bastión hallaron las mazmorras sexuales que contaban incluso con una clínica ginecológica donde las mujeres elegidas por el dictador eran chequeadas para evitar enfermedades de transmisión sexual y, donde según Cojean “se practicaban abortos o reconstrucción de himen, no le veo otro sentido”. El aterrador escenario también fue descripto por el diario español El Mundo. Las mismas instalaciones, mazmorras sexuales y “clínicas” ginecológicas adyacentes, fueron halladas en los subsuelos de la Universidad de Trípoli, otro refugio del dictador. El ahora rector de la universidad, Feisal Krekshi, reveló cómo se habían descubierto esos dormitorios secretos y una investigación del canal británico BBC4 denunció: “Cientos, posiblemente miles de adolescentes fueron golpeadas, violadas y forzadas a convertirse en esclavas sexuales durante los cuarenta y dos años que duró el régimen de Gadafi”.
El informe de la televisión británica también dejó en claro que no era Gadafi el único predador sexual del régimen y que los palacios del clan y sus sótanos eran visitados por sus hijos, y los jerarcas civiles y militares del régimen.
Cojean basó su investigación en el testimonio de una de las esclavas sexuales de Gadafi, que reveló primero en el diario francés Le Monde, que usó un nombre falso para proteger su identidad. Primero fue Safia y luego sí usó su nombre verdadero, Soraya. Mantiene su apellido en el anonimato y vive con identidad falsa ante el temor de que su propia familia, sus hermanos, la maten ante la deshonra que implica en la cultura islámica el haber sido violada.
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