Si el fútbol es la “dinámica de lo impensado”, como definió alguna vez Dante Panzeri, el futbol americano no se queda atrás. Así se sintió la noche del lunes en Nueva York, cuando Aaron Rodgers se tiró al piso y apagó un sueño que duró apenas 94 segundos. El mariscal de campo, la nueva estrella de los Jets, se rompió el tendón de Aquiles de su pierna izquierda en la primera serie ofensiva de su primer partido, y se perderá el resto de la temporada.
Por Clarín
Fue un baldazo de agua fría para una fiesta que en realidad comenzó hace meses, cuando el polémico “quarterback” anunció su salida de Green Bay Packers (donde ganó un Super Bowl) tras 18 años en la histórica franquicia ubicada en el gélido estado de Wisconsin, bien al norte, y en medio de versiones de un posible retiro (cumple 40 en diciembre) terminó arreglando su llegada a NYC por las próximas dos temporadas.
Si la NFL es una liga donde los que brillan son los mariscales de campo, Rodgers es considerado uno de los mejores de todos los tiempos y será miembro del Salón de la Fama. Su brazo ha hecho milagros durante estas casi dos décadas en los Packers y fue elegido en cuatro oportunidades como el MVP, a pesar de que solamente una vez logró quedarse con el anillo de campeón. Vale aclararlo: los equipos de futbol americano están conformados por 53 jugadores, quienes a su vez están divididos en tres unidades (ofensiva, defensiva y equipos especiales). Conclusión, solo nadie puede, ni siquiera un número 1.
Aaron Rodgers takes the field holding the American flag ?
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En abril avisó que quería jugar en los Jets, una franquicia que se acostumbró a las derrotas tras 12 años sin llegar a postemporada y cuya única alegría se remonta a 1969, cuando jugaron y ganaron el único Super Bowl de su historia. El bueno de Aaron bajó sus aires de divo y cedió bastante dinero de su salario para que al equipo llegaran figuras capaces de rodearlo (y protegerlo) bien. Si en GB cobró un total de 150 millones por los últimos tres años, en NY firmó para llevarse 75 en los próximos dos. Pero la cuenta no terminaría siendo tan sencilla.
La expectativa fue creciendo día a día. El ídolo leyenda de los grandiosos Packers ahora se iba a buscar la gloria en los pobretones Jets, revolucionando a la ciudad que nunca duerme y que respira el deporte como en ningún otro rincón de los Estados Unidos. La TV tomó nota del furor que se venía y se aseguró tener a “la pandilla verde” en horario “prime time” por lo menos en cinco de las 18 jornadas que dura la temporada regular, algo impensado hasta la llegada de Rodgers. Y el debut se lo reservaron para el final, el tradicional Monday Night Football, el último partido-show del primer fin de semana, ante los Buffalo Bills, otro de los convocantes.
Fue una tragedia deportiva, en el sentido literal de su significado, ese que habla de “un protagonista que se ve conducido, por una pasión o por la fatalidad, a un desenlace funesto”. Es que en su presentación oficial, Rodgers entró a la cancha en solitario, corriendo bajo la lluvia y portando una enorme bandera con las barras y estrellas, como si fuera un superhéroe. Su parecido al actor Nicholas Cage hizo la escena todavía más cinematográfica, poniendo en clímax a las 85 mil almas que coparon el MetLife Stadium de Nueva Jersey. Himno a capela, fuegos artificiales y una fecha sensible para la Gran Manzana: era el 11 de septiembre.
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