En Venezuela existen y funcionan dos parlamentos. Uno elegido arrasadoramente en el año 2015, en la derrota más grande y evidente que le haya propinado en estos más de veinte años la oposición al régimen continuado de Chávez y Maduro. El otro, un parapeto que funge como herramienta del régimen para la concreción política de sus actuaciones. Donde un ser grita peroratas histéricas y continuas amenazas. Curiosamente para el orbe, hay una Asamblea Nacional del régimen y otra de la oposición.
La Asamblea Nacional legítima, la de 2015, es el único muro de contención en política para atajar el totalitarismo deseado por el régimen del terror. Hay otros elementos, desde luego, no precisamente políticos. Todos significativamente disminuidos por el arrollamiento continuo del poder establecido. Arrollamiento cifrado en una madeja enorme de manipulaciones, controles, chantajes, compras, amenazas y ataques que llegan a la prisión, la tortura y la muerte de adversarios; vulneraciones de todo tipo. A veces hasta imperceptibles.
Así, nuestra legítima Asamblea Nacional debería ser la consentida de todos los opositores. Pero no lo es. No es cuidada como la tasita tesoro irrecuperable si se pierde en el arrollamiento. Por el contrario, se ignora, se silencia, se minimiza, se taparea, se oculta como con pena por su existencia. No se le da la relevancia adecuada. Hoy la presidenta de esa asamblea, está exiliada como también las dos vicepresidentas. Perseguidas. Por estos días conocimos la noticia de que se estudia la, ya planteada ante el Tribunal Supremo de Justicia, extradición de quienes dirigen nuestra Asamblea Nacional. La defensa de la institución y de quienes están allí, al frente, tiene que ser a ultranza. Pero la tibieza parece imponerse por obra misma del totalitarismo avanzador.
Esta misma semana, cuando la AN legítima discutió el punto, apenas el martes pasado, de la persecución contra su directiva, un medio internacional entrevistó a un diputado de nuestra asamblea. Diputado que intervino en la sesión en la que participé muy orgulloso, porque me invitaron a hablar del problema laboral intenso que se padece bajo el yugo dictatorial actual. El medio lo marca, para identificarlo, como exdiputado. Por X le reclamé al medio su desconocimiento a propósito de nuestra realidad. No puede ser que periodistas, prensa, radio y televisión se presten a la marginación o la desaparición de una institución y sus individuos que arriesgan en ello hasta el propio pellejo y el de la familia.
Hasta una elección libre, nos queda la Asamblea Nacional electa en 2015. Es natural que el régimen busque silenciarla, preterirla. Pero la única forma de que los opositores y los medios que acogen nuestros planteamientos, los que quedan más libres en su difusión en Venezuela y fuera de ella de lo que nos ocurre, elevemos la voz por encima de la tiranía que ahoga, es visibilizando cada día, por todos lados, no solo la existencia de la AN nuestra sino todo lo que ahí se diga, que debe debatirse públicamente y hay también que visibilizar permanentemente a sus hacedores. Sin pena. Sin miedo. Porque del resto sería dejarse arrollar, permitir el arrollamiento de lo que nos queda. Sería la entrega. Allí está la AN. Aplaudamos su existencia. Con aciertos y errores. Es la nuestra. Lo otro sería, como han hecho algunos, brindarse a hacerle carantoñas a la otra, que es lo mismo que congraciarse con el régimen y su terror. Eso sí que no lo avalo.