“El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: ‘Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.’ Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó.”
Por infobae.com
Este texto del Evangelio de Juan (20. 1-8) narra el episodio de la resurrección de Jesús del entre los muertos. Y su descripción es clara, habla de dos prendas: un “sudario” y unas “vendas”.
Desde hace varios siglos, en la catedral de la ciudad italiana de Turín se conserva un gran lienzo de 4,3 m de largo y 1,1 m de ancho, sobre su fondo blanco amarillento aparecen manchas borrosas de tonos marrones, desde lejos se pueden observar los contornos vagos de una figura humana. La tradición dice que este es el Santo Sudario del mismo Jesucristo, la Sábana Santa que narran los evangelios.
Por demás está decir que enumerar todo lo acontecido por esta reliquia insigne llevaría más de un libro; por lo tanto acá realizaremos un sucinto memorial de los hechos en torno a este misterioso lienzo, muy venerado por unos y denostado por otros dado que se cumple un aniversario de la exposición del Santo Sudario que se realizó el 21 de septiembre de 2002 por el cardenal arzobispo de Turín Mons. Severino Poletto, tras muchos años de estar guardado en su cofre.
El primer registro que se tiene de este lienzo es del siglo XIV en la ciudad de Lirey, cerca de París, en la finca del conde Geoffroy de Charny. Hacia atrás en el tiempo, todas las conjeturas son posibles: el conde se llevó a la tumba el secreto de cómo llegó hasta él esta prenda. En 1375 fue exhibida en una iglesia local como el verdadero Santo Sudario de Cristo. El obispo local Henri de Poitiers amonestó al párroco por exhibirla como tal. Pero su sucesor, Pierre d’Arcy, recibió permiso del Papa Clemente VII para mostrar la Sábana Santa, aunque como un ícono ordinario, como un cuadro, un objeto de simple veneración, pero no como la verdadera mortaja del Salvador.
Uno de los herederos del conde de Charny regaló el Santo Sudario a su amiga la duquesa de Saboya, cuyo marido, Luis I de Saboya, construyó un hermoso templo para la reliquia en la ciudad de Chambéry. Años después, la dinastía Saboya reinó en Italia.
Aunque se mostraron sudarios falsos en diferentes ciudades, sólo éste fue percibido como verdadero por la conciencia popular de las masas. Se quemó tres veces y sobrevivió milagrosamente, aunque quedaron “heridas” que se observan a simple vista, dado que fueron emparchadas con otros trozos de tela por manos de monjas. Al ocurrir este hecho, para quitarle el hollín lo lavaron varias veces con agua caliente, y así y todo, la imagen permaneció.
En el invierno de 1578, el anciano arzobispo de Milán, Carlos Borromeo (más tarde canonizado por la Iglesia católica), tenía la intención de viajar desde Milán a Chambéry para venerar el Santo Sudario. Para evitar que el anciano cruzara los Alpes con temperaturas gélidas, se la llevaron. El encuentro tuvo lugar en Turín, en la Catedral de San Juan Bautista, donde, con la bendición del obispo, descansa actualmente. En el siglo XVIII, tropas revolucionarias de Francia bajo el mando de Bonaparte destruyeron la catedral de Chambéry, y el sudario permaneció en Turín, dado que una vez venerado por Carlos Borromeo nunca fue devuelto.
En 1898 se celebró en París una exposición internacional de arte religioso. Hacia allá viajó la Santa Sábana, presentándola como una creación mal conservada de antiguos artistas cristianos. El sudario estaba colgado como un cuadro y antes de que cerrara la exposición decidieron fotografiarlo. El 28 de mayo, el arqueólogo y fotógrafo aficionado Secondo Pia tomó dos fotografías. Un negativo resultó estropeado y al otro, de 60×50 cm, la tarde del mismo día que tomó la imagen lo metió en líquido revelador. Pia quedó enmudecido: sobre el fondo oscuro del negativo se reveló un retrato fotográfico en positivo de Cristo. Secondo Pía permaneció toda la noche en contemplación reverente, sin apartar la vista del retrato de Cristo, que tan inesperadamente apareció en el laboratorio fotográfico de su casa. Es decir: lo que se veía colgado es un negativo fotográfico. Y esa novedad causó revuelo, dado que era una época en la que la humanidad se estaba alejando de la fe, algo muy parecido a lo que acontece hoy en día. Secondo Pia percibió la aparición de Cristo en una placa fotográfica como un milagro.
Posteriormente, el Santo Sudario de Turín fue fotografiado repetidamente y sometido a rayos X y radiación infrarroja. Fue estudiado por criminólogos, peritos forenses, médicos, historiadores del arte, historiadores, químicos, físicos, botánicos, paleobotánicos y numismáticos. Se convocaron congresos sindonológicos internacionales (la palabra Síndone significa sudario).
La creencia de que lo que está estampado sobre el Santo Sudario de Turín no está hecho a mano, no es obra de un artista y tiene signos de gran antigüedad se ha vuelto universal entre los científicos de diferentes puntos de vista y nacionalidades. Los criminólogos más exigentes no encontraron nada en el Santo Sudario que pudiera refutar la historia del evangelio sobre el sufrimiento, la muerte en la cruz, el entierro y la resurrección de Cristo; su investigación sólo complementa y aclara las narrativas de los cuatro evangelistas. Alguien llamó al Santo Sudario de Turín el “Quinto Evangelio”.
Pero a finales de 1988 se realizaron estudios sobre la tela del sudario según el método del radiocarbono. El resultado fue que la edad del Santo Sudario de Turín es de sólo 600-730 años, es decir, no debe fecharse al comienzo de la era cristiana, sino en la Edad Media, entre los años 1260-1390
El Arzobispo de Turín aceptó estos resultados y afirmó que el Santo Sudario era una reliquia de inestimable valor, pero no que era la Sábana de Cristo.
Pero lo extraño es que el Santo Sudario refleja detalles anatómicos del cuerpo humano que los maestros medievales no conocían. Y, finalmente, no existen restos de pintura o trazos de pincel asociados a la imagen de la Sábana Santa de Turín. Sólo en un lugar del borde está ligeramente manchada de pintura, tal vez cuando Durero hizo una copia en 1516.
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