Iniciando este 19 de septiembre, los líderes del mundo se reunieron en Nueva York para la sesión número 78 de la Asamblea General de las Naciones Unidas (UNGA 78, por sus siglas en inglés). Irónicamente, el lema de este año subraya que la misión de UNGA 78 es “Restablecer la confianza y reactivar la solidaridad: acelerar la acción sobre la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible en pro de la paz, la prosperidad, el progreso y la sostenibilidad para todos”. Tras cinco días de discursos, UNGA 78 dejó en evidencia que el supuesto norte global no tiene un norte en común, y tiene aspiraciones más bien regionales. Por su parte, América Latina y el sur global nuevamente ha decidido subordinar su agencia a las dinámicas establecidas por la competencia entre grandes potencias y/o los regímenes nacionales de turno. Si bien es ya trillado mencionar el fin del orden mundial liberal, debemos abocarnos a examinar las virtudes del cliché “cada final es un nuevo comienzo”. UNGA 78 marca el inicio de un nuevo sistema de naciones desunidas.
El norte global
Desde 1991 (para occidente desde 1945), el norte global o centro de poder tuvo un liderazgo evidente: Estados Unidos. Los discursos del presidente de EE.UU. en el podio de UNGA siempre marcaban la agenda que las potencias de la Unión Europea respaldaban y el sur global aceptaba. Este año, el presidente Joe Biden centró su mensaje en la guerra en Ucrania. Biden exhortó a los líderes del mundo a no desfallecer en su apoyo a Ucrania, en contra de la invasión rusa que ya lleva más de 19 meses. “Tenemos que hacer frente a esta evidente agresión hoy y disuadir a otros posibles agresores mañana… Es por eso que Estados Unidos –junto con nuestros aliados y socios en todo el mundo– seguirá apoyando al valiente pueblo de Ucrania mientras defiende su soberanía, integridad territorial y su libertad”. Las advertencias del presidente de EE.UU. fueron reiteradas e incluso sugirió que solo la victoria total de Ucrania garantizaría la paz del futuro. Biden, con un tono sombrío, advirtió: “si permitimos que Ucrania sea dividida, ¿está segura la independencia de alguna nación? …respetuosamente creo que no”. Joe Biden luego anunció que ha solicitado al Congreso de EE.UU. unos $24.000 millones más en asistencia de seguridad y humanitaria para Ucrania.
Leídas fuera del contexto internacional actual, las palabras del presidente de EE.UU. resonarían como gritos de guerra que enfilarían a sus aliados en defensa del interés común y del Sistema de Naciones Unidas basados en el concepto fundamental del respeto a la integridad territorial. Sin embargo, en 2023 las palabras del supuesto líder del mundo libre parecen carecer de respaldo. De los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, los aparentes regentes del Sistema de Naciones Unidas, solo uno de sus jefes de Estado estuvo presente, Joe Biden. El primer ministro del Reino Unido, Rishi Sunak; el presidente de Francia, Emmanuel Macron; el presidente de China, Xi Jinping, y el presidente de Rusia, Vladimir Putin, estuvieron ausentes. Rishi Sunak se convirtió en el primer mandatario del Reino Unido en ausentarse de una reunión de la UNGA en más de una década. No solo eso, sino que este miércoles, mientras en la UNGA se sostuvo la cumbre de las metas de desarrollo sostenible, Sunak anunció que su gobierno abandonaría un número de metas ambientales, como la prohibición de venta de vehículos de combustión a partir de 2030. Xi Jinping tampoco participó de la reunión del G20 en la India a principios de septiembre. El mismo Narendra Modi, primer ministro de la India, tampoco estuvo presente de la UNGA 78. Polonia, quien comparte frontera con Ucrania, anunció que ya no enviará más armas al país vecino.
El norte global está desunido. Los principios fundamentales del Sistema de Naciones Unidas son inoperantes. Las grandes potencias están calculando y protegiendo su cuota del poder mundial.
Los jefes de Estado del sur global, en particular los de América Latina, tampoco han estado a la altura de las necesidades de nuestras poblaciones, ni mucho menos del Sistema de Naciones Unidas. El presidente brasileño, Luiz Inácio ‘Lula’ da Silva, se dirigió al mundo aseverando que “Brasil está de vuelta” en el escenario internacional. Lula se propuso como líder del sur global… un liderazgo que en su intervención de 22 minutos solo mencionó Ucrania una vez: “La guerra en Ucrania expone nuestra incapacidad colectiva para hacer cumplir los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas”. Tras esa oración enunciada sin ningún contexto, pasó a criticar los gastos en armas a nivel mundial y la proliferación nuclear. El presidente de Argentina, Alberto Fernández, solo mencionó a Ucrania como modo de criticar los recargos de intereses del FMI: “Financia a Ucrania en medio de la guerra y le aplica sobrecargos a los intereses cobrados. Qué disparate. Necesitamos un nuevo marco de las deudas soberanas que tenga como norte el desarrollo con justicia social”. El presidente panameño, Laurentino Cortizo, omitió del todo la guerra en Ucrania cuando dio su análisis de la situación mundial. Estas omisiones no son accidentales, y sí, es absurdo no mencionar una crisis internacional que tiene en conflicto a la OTAN y a Rusia en el corazón de Europa y que trae consecuencias en cadenas de alimentos y combustibles al mundo. La posición ambigua de los países de América Latina se debe al interés de los gobiernos nacionales de “jugar a la geopolítica”. Lo ingenuo o negligente de nuestros mandatarios es que pretenden participar en un juego cuyas reglas fueron escritas por los grandes competidores (China y EE.UU/U.E.) y para su beneficio. América Latina nuevamente demuestra que está gobernada por líderes interesados en su reelección y no en el progreso de la región.
La mayoría de los presidentes de América Latina asistió a la UNGA 78 a hacer campaña política nacional en un podio internacional. Algunos para señalar al sistema multilateral y evadir la culpa de las terribles finanzas de nuestros países, otros para autopromocionar sus gestiones de gobierno de cara a ciclos electorales. Luis Arce, de Bolivia; Diaz Canel, de Cuba; Petro, de Colombia; Fernández, de Argentina, todos pidieron el fin a las sanciones económicas contra Cuba y Venezuela y la reforma del sistema financiero internacional. Todos, por supuesto, presentaron el cambio climático como una urgencia, a pesar de mostrar ninguna propuesta más allá de pedir fondos al norte global. Y Nayib Bukele, por su parte, no habló de los problemas del mundo, sino del éxito de su gestión en materia de seguridad, y de cómo convirtió a El Salvador del país más peligroso del mundo al más seguro de América Latina.
Naciones divididas
La UNGA 78 no pasará a la historia como un punto de inflexión. Seguro pasará desapercibida durante este período de transición y apatía global por la muerte del Sistema de Naciones Unidas. Sin embargo, debemos asimilar las verdades, detrás de las mentiras e hipocresía de los discursos de los líderes del mundo: el poder global está fragmentado; no hay uno ni dos, sino varios polos de poder a nivel mundial; las divisiones entre los miembros del Consejo de Seguridad deberían alarmarnos. El futuro de la proliferación nuclear, la regulación de nuevas tecnologías, la protección de rutas marítimas, la mitigación a los impactos del cambio climático, el respeto a la soberanía nacional y los derechos humanos todos dependen de un consenso en las cúpulas del poder mundial, un consenso que no existe.
La fragmentación del sistema internacional fomentará el regionalismo y/o la consolidación de coaliciones de naciones por razones de seguridad. Agrupaciones como AUKUS, The Quad, G7, OTAN, SCO, BRICS, y las alianzas entre autocracias (Irán, Corea del Norte, Venezuela, Rusia, China, Cuba, Nicaragua) aumentarán los frentes de contención de la competencia de grandes potencias.
Más allá de pesimismos o fatalismos sobre el mundo del futuro, debemos entender que la naturaleza de las relaciones internacionales cambió. El manual de la diplomacia liberal no es funcional. Ante un nuevo sistema de naciones desunidas, la política exterior se convierte en la punta de lanza de la defensa de los intereses nacionales, y la política nacional de nuestros países debe comenzar a reflejar esta necesidad. Las competencias por el poder a nivel nacional se estarán jugando en la intemperie de un sistema de naciones desunidas.