El silencio y el miedo imperan en Kafr Qasim, al este de Tel Aviv. Como en las anteriores guerras, su población árabe israelí se ve atrapada en el fuego cruzado entre israelíes y palestinos.
“Tenemos mucho miedo y estamos muy muy preocupados porque podrían pasar cosas que ni siquiera imaginamos”, asegura a AFP Ahlam, una mujer de 38 años que prefiere no dar su verdadero nombre.
Los 26.000 habitantes de esa localidad, situada 20 km al este de Tel Aviv, descienden de los palestinos que permanecieron en su tierra tras la creación de Israel en 1948. Son árabes y tienen la nacionalidad israelí.
“Estamos entre la espada y la pared, no estamos protegidos por ninguna de las dos partes, ni de los cohetes palestinos ni de Israel, que no nos trata como verdaderos ciudadanos y no nos respeta”, continúa Ahlam.
En la ciudad, pocas tiendas permanecen abiertas. Las familias se resguardan en casa, la mirada fija en el televisor. Las imágenes de la guerra que estalló el sábado entre el movimiento islamista palestino Hamás e Israel desfilan sin parar.
“No sé cómo definirme”
Los milicianos de Hamás penetraron en territorio israelí desde la Franja de Gaza, en una violenta e inédita ofensiva que dejó más de 1.200 muertos.
Israel bombardeó desde entonces el paupérrimo enclave, donde han fallecido desde el sábado más de 1.300 palestinos.
Ahlam es trabajadora social y quiere ayudar a su comunidad. Pero “cuando salgo de casa, me preocupo por mis hijos”, cuenta.
“Vivimos en un Estado con el cual estamos vinculados para todo: la educación, la salud, el trabajo. Pero los palestinos son nuestro pueblo”, resume.
“No sé cómo definirme. Un judío puede expresarse como quiere, si lo hago yo, tendré una gran campaña de acoso y la gente tergiversará mis palabras”, afirma.
Wissam Ali, un conductor de bús de 54 años, no logra olvidar lo ocurrido en octubre de 2000, cuando la Segunda Intifada, el levantamiento palestino contra el mando israelí, se apoderó de los Territorios Palestinos ocupados — Cisjordania y la Franja de Gaza –, pero también de Israel y Jerusalén.
En esa época, los árabes israelíes se sumaron a los palestinos. Trece de ellos murieron y desde entonces, las relaciones entre el Estado y sus ciudadanos árabes — 21% de la población de Israel — dio un giro radical.
“En esa época, el Estado se volvió contra nosotros, así que hoy ya no queremos involucrarnos en todo eso, queremos la paz para todos, que ni los árabes ni los judíos sufran”, declaró a AFP.
Una herida que sigue abierta
La dolorosa historia Kafr Qasim, sin embargo, empezó años atrás, en 1956, en las primeras horas de la crisis del Canal de Suez.
Ese año, en el mes de octubre, los guardias fronterizos israelíes abatieron a 49 civiles. La herida sigue abierta décadas después, aunque los responsables fueron declarados culpables y condenados.
Tras las matanzas perpetradas por Hamás el sábado, la autoridad local de la ciudad anunció que sus habitantes acogerían a habitantes árabes y judíos del sur de Israel mientras dure la guerra.
Saëd Issa, que creó un equipo de rescatistas en caso de bombardeos, cuenta que “hubo muchas reacciones positivas”, aunque nadie llegó.
Sólo “algunos extremistas de derecha reaccionaron mal”, se felicita. AFP