Medio siglo después, la extrema izquierda se ha vuelto a posicionar contra la civilización occidental, en este caso poniéndose de parte de nuevos clérigos fundamentalistas, Hamás, una organización apoyada tanto por Catar como por Irán. Una organización que la izquierda mediática se ha negado a denominar “terrorista” tras sus sanguinarios ataques contra Israel. De Radio Televisión Española a la BBC, pasando por el New York Times y el Washington Post, los tratan de “milicianos”. Ahora se entiende que Jordi Évole también se refiriera a Josu Ternera como “militante”. El blanqueamiento del terrorismo antiliberal, sea en clave de extrema izquierda o de fundamentalismo islamista, es una constante en el mundillo “progre” occidental. No solo por los votos, que explica solo una parte de la emergencia de un islamoizquierdismo, sino por una alianza sobrevenida entre todos aquellos que pretenden destruir Occidente y que tan certera y lúcidamente ha retratado Michel Houellebecq, un literato profeta, en sus novelas.
El asesinato de otro profesor francés a manos de un islamista, así como la toma de Londres y París por multitudes aclamando a los terroristas de Hamás, lo que ha llevado a cerrar el Louvre y Versalles por el peligro de atentados, nos muestra que Israel no solo está luchando por su supervivencia, sino también por la nuestra. De nuevo en Europa, los judíos tienen que ocultar su condición para no verse atacados físicamente, con los niños ocultando la kipá en las escuelas con gorras de beisbol. Las sinagogas tienen que redoblar una vigilancia policial de la que nunca se han podido desprender del todo.
La caída de Jerusalén significaría la derrota también de Atenas y Roma, las tres ciudades que constituyen el espíritu occidental. Por ello resulta tan envenenado el llamamiento de los políticos y medios de comunicación de izquierda para una respuesta “proporcionada” por parte de Israel, como si se estuviera dirimiendo un conflicto entre dos partes equilibradas, y no la insoslayable defensa propia entre una democracia ejemplar, homologable a cualquier europea, y una serie de satrapías, de la propia Palestina a Egipto pasando por Siria, Irán, Arabia Saudí, etc. cuyo objetivo declarado no es la victoria sobre el pueblo hebreo sino su aniquilación. Fíjense en la puntuación de los diversos países involucrados en la zona según el Índice de Democracia: Israel, 7,93; Palestina, 3,86; Líbano, 3,64; Jordania, 3,17; Iraq, 3,13; Catar, 3,65; Egipto, 2,93; Arabia saudí, 2,08; Irán, 1,96; Siria, 1,43. Si Israel no ha perecido todavía no se ha debido a ninguna intervención divina, sino a la determinación, la fortaleza y el coraje de nación que hace honor a lo que decía Nietzsche:
Los judíos son, sin ninguna duda, la raza más fuerte, más tenaz y más pura que vive ahora en Europa; son diestros en triunfar aun en las peores condiciones (mejor incluso que en condiciones favorables), merced a ciertas virtudes que hoy a la gente le gusta tildar de vicios, –gracias sobre todo a una fe decidida, la cual no necesita avergonzarse frente a las ‘ideas modernas’—.
No defienden el Derecho Internacional ni el humanitarismo los que hablan de “respuesta proporcionada”, sino que pretenden que Israel luche con los brazos atados a la espalda contra un enemigo que no duda en emplear el salvajismo habitual en hordas que consideran que cada israelí es un enemigo, sea hombre o mujer, niño o anciano.
La respuesta de Israel no debe ser proporcionada (lo que implicaría, por cierto, matar bebés palestinos, violar mujeres palestinas y quemar vivas a familias palestinas para rebajarse al nivel de los “milicianos” defendidos por la extrema izquierda), sino justa y eficiente. Para ello debe acabar con los terroristas de Hamás, los más crueles y salvajes desde que los comunistas de Pol Pot mataban bebés golpeándolos contra el desgraciadamente célebre Árbol de la Muerte de Phnom Penh. Una vez que Israel ha advertido del ataque a Gaza a la búsqueda de terroristas, cada muerto que se produzca será responsabilidad de Hamás. Llevan décadas los islamistas usando el dinero que les enviamos para fabricar armas y mantener en la ignorancia y el odio a sus compatriotas, en lugar de para reconstruir su país.
No solo Hamás está matando israelíes, sino que está sacrificando a su propio pueblo en aras de la Yihad, de la Guerra Santa. Muchedumbres islamistas en todo el mundo han celebrado la masacre en Israel como bailaron y escupieron sobre las tumbas de las víctimas en Nueva York, Madrid y París. Un espectro recorre el mundo: el Islam político, que se pretende vengar de lo que entienden que es una humillación por parte del Occidente laico, ilustrado y liberal. Que en Irán, Yemen, Turquía, Líbano y Cisjordania celebren a Hamás entra dentro de lo esperable; que lo mismo suceda en Harvard y Stanford, mientras en RTVE y la BBC llaman “milicianos” a los terroristas, es desolador.
Pretender usar el humanitarismo para dejar inermes a los israelíes es en sí un crimen contra la humanidad, porque está tratando de que Israel sea un agente pasivo y se deje llevar el matadero. Como nos advirtió Orwell, tras llamar “milicianos” a los terroristas pretenderán que el odio antisemita es “hablar con el corazón” y masacrar civiles es ir “contra la violencia”.
Los israelíes no van a bajar los brazos porque ellos, a diferencia de los europeos ayunos de conocimiento y faltos de coraje cívico, no olvidan los guetos, los pogromos y la “solución final”. El pueblo judío, que fue pisoteado, arrasado, expulsado y casi aniquilado, no va a dejar que nadie más lo vuelva a humillar y asesinar impunemente. Hannah Arendt denunció a los líderes judíos que colaboraron con sus asesinos siguiendo la doctrina del apaciguamiento. Pero ya no van a ser nunca más corderos que vayan balando al Holocausto. Sería de risa sino fuera trágico que una comunista como Ione Belarra, que apoya a las más sangrientas dictaduras del mundo como Cuba y Venezuela, plantee llevar a Israel a la Corte Penal Internacional de La Haya, cuando son los partidos comunistas los que debieran engrosar el agujero negro político-moral-judicial de la historia junto a los nazis.
La guerra santa para reconquistar lo que consideran tierra islámica no se parará en Israel. Como han declarado por pasiva y por activa, sus objetivos de reconquista llegan a Granada y Córdoba, Viena y París. No solo se trata de defender Israel, sino también de defender Europa. Alemania y Francia ya lo han entendido y han prohibido organizaciones y manifestaciones pro terroristas disfrazadas de propalestinas. Cuando veas las barbas islamistas recortar, prepárate para lo peor.
No hay más que ver un mapa global para comprobar que en esta triste y trágica historia, Israel es David y los países islámicos son Goliat. Israel es un pequeño Estado de unos pocos judíos rodeados por un océano de musulmanes que van desde Marruecos a Irán. Israel había comenzado a tejer relaciones de vecindad con algunos de ellos, como Marruecos y Arabia Saudí, lo que apunta a la solución que pasa únicamente por que los musulmanes reconozcan el derecho a la existencia de Israel y dejen de patrocinar a los carceleros islamistas de los musulmanes para acompañar a los palestinos hacia la democracia y la prosperidad. De esta forma llegará el día en que no haya terroristas de ningún tipo, ni del fanatismo religioso ni del extremismo político. Es posible un mundo sin Hamás y Hezbolá, sin Bildu ni Sumar.