En esta época del año, en especial el 31 de octubre, es difícil no toparse con la calabaza de Halloween, tallada con un rostro grotesco o cómico e iluminada en su interior.
Por BBC
Pero, ¿por qué este fruto naranja está tan estrechamente asociado con la celebración de la Noche de las Brujas?
Halloween tuvo su origen en el festival de Samhain, parte de la antigua religión celta, el pueblo que ocupó Escocia, Gales, Irlanda y el norte de Francia hace 2.000 años.
Samhain era el señor de la muerte y su nombre significa literalmente “el fin del verano”.
Los pueblos antiguos asociaban la llegada de los días más fríos y oscuros con la muerte. Los celtas creían que había una barrera entre el mundo de los humanos y el de los espíritus que se abría al final del verano.
Eso permitía a los fantasmas rondar la Tierra.
Así que, el 31 de octubre, las almas de los muertos regresaban a sus hogares pero también salían brujas, duendes y elfos a acosar a quienes les habían hecho daño en vida.
Sincretismo religioso
A medida que el cristianismo fue suplantando los ritos paganos, el festival se convirtió en la Víspera de Todos los Santos (en inglés All Hallows Eve, que se contrae en Halloween), que se celebra antes del Día de Todos los Santos.
Una tradición que surgió en Irlanda fue la de convertir nabos tallados en lámparas, en alusión a la leyenda de Jack o’ Lantern.
La historia es que un tal Jack hizo un pacto con el diablo que le salió mal y se vio condenado a rondar la noche eterna, iluminando su camino con un trozo de carbón incandescente dentro de un nabo tallado con agujeros.
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