Hoy más que nunca en Venezuela, es necesario colocar a disposición en todas las actividades tanto individuales como organizacionales, las habilidades y conocimientos con los que se pueda contar, además de mantener la mejor actitud posible; pero antes de cada paso se debe cumplir con un singular proceso de discernimiento.
La suerte positiva si existe y es el resultado de una preparación y un momento que llegan juntos cuando se ha tomado una determinada decisión; por ejemplo, asumir un riesgo, evitarlo e incluso cuando se trabaja en proveer de un real beneficio a algo o alguien, especialmente para alcanzar un objetivo superior.
En este momento de transición en Venezuela, por supuesto que también se necesita la suerte positiva, conociendo que tanto lo inmediato del día a día y lo de corto plazo están conectados con un propósito grande. Esto implica que un paso (y peor aún, varios pasos) en falso, pueden desmoronar lo del mediano y largo plazo; en el mejor de los casos, hacer el trayecto amargo y tortuoso.
Cuando ya una acción o propuesta política ha alcanzado la diferenciación, la confianza y el interés por parte de la población (tanto esquiva como numerosa), la cual va a inclinar la balanza con su decisión, los aspectos improvisados tolerados y que no agregan valor, son totalmente contraproducentes a la energía que ya se ha establecido, para mantener y asegurar aquella decisión que va a posicionar una propuesta política.
Claro que hay un interés natural en erradicar del poder, del gobierno central, a una forma subversiva de manejar los poderes públicos y por lo tanto, retomar la libertad en toda su magnitud, garantías y responsabilidades; pero del mismo modo, debe existir un interés formal para construir una cultura de orden, institucionalidad y bienestar.
Veamos cómo ronda en los momentos de calma, la embriagadora posibilidad de utilizar una notable fuerza de forma equivocada. Se saborean aquellos que esperan errores. Una inquebrantable actitud para un claro planteamiento está a la vista hoy más que nunca.