Finney, la perrita que sobrevivió 72 días a la muerte de su dueño en una montaña de Colorado

Finney, la perrita que sobrevivió 72 días a la muerte de su dueño en una montaña de Colorado

Una imagen de ‘Finney’ ayer 16 de noviembre, cedida por su dueña, Dana Holby. AP

 

La estampa resulta clásica: un montañero acompañado de su perro, binomio perfecto para caminar en soledad sin sentirse solo. A veces, no se sabe quién lleva a quién a la montaña. En el caso de Rich Moore, estadounidense jubilado de 71 años y su mascota Finney, una hembra de Jack Russell Terrier de 3 años, el dueño hizo del animal su cómplice para salir al encuentro de su pasión. Y para canalizar la energía desmedida de un animal que solo pedía perseguir ardillas por el bosque lanzando bocados al aire a la caza de cualquier insecto. Puede que esto acabase matando a Moore. El pasado 19 de agosto, ambos se trasladaron en coche desde su localidad de Pagosa Springs (Colorado), a la sombra de la majestuosa Cordillera de San Juan, hasta un parking ubicado 29 kilómetros más lejos.

Por El País

Moore y su esposa, Dana Holby (78 años) se habían mudado tras su jubilación para vivir de lleno su pasión por el senderismo y rodearse de un par de perros. Habitualmente salían juntos, o con otros miembros del club de montaña local, pero a finales de agosto Moore decidió ascender en solitario al Blackhead Peak, montaña de 3.800 metros que conocía bien: su mujer estaba visitando a su hermana, así que salió con Finney. Hizo caso omiso de la advertencia de su mujer, disgustada porque saliese solo a caminar. Setenta y dos días después, seguía desaparecido. Tampoco la perra había regresado de la rutinaria salida. Durante semanas, casi 180 profesionales y voluntarios peinaron los flancos de la montaña, sobre todo la ladera oeste que conducía al parking.

La búsqueda no ocupó grandes titulares más allá de la prensa local: se trataba en apariencia de otro montañero vencido por la montaña. Hasta que un cazador a caballo se topó con un cadáver, el de Moore, y un perro diminuto y famélico que le mostraba los dientes, amenazador, protegiendo los restos. El cazador avisó al sheriff gracias a un dispositivo vía satélite muy extendido entre alpinistas y avisó de que no era capaz de acercarse al animal. Cuando el sheriff y su equipo alcanzaron el lugar indicado, una lata de comida regada con un tranquilizante permitió recoger a Finney. Desde entonces, su regreso se ha hecho viral y una de las revistas más respetadas de Estados Unidos, Outside, ha indagado para revelar nuevos detalles de una historia tan amarga como tierna. “En otoño tenía claro que mi marido no regresaría jamás a casa, tampoco Finney”, explica en Outside Dana Holby, pero cuando supo que habían dado con ambos, la tristeza y la sorpresa se mezclaron como dos ingredientes contradictorios. Holby enseguida supo que debía ir al encuentro de su mascota y al verla apenas la reconoció: destacaba sucio su predominante color blanco y las manchas negras y marrones de su cara. Ella y su hijo lloraron al verla. El animal había perdido la mitad de su peso y superaba a duras penas los dos kilos; su piel estirada dejaba ver sus costillas y una fea herida alteraba la parte superior de su hocico. Pero, de alguna manera improbable, había logrado regresar a casa.

Las autoridades médicas determinaron días después que Moore había fallecido de hipotermia y exposición. El siguiente misterio pasaba por descubrir cómo había sobrevivido la perrita. Y por último, faltaba por saber cómo demonios habían acabado ambos en la ladera errónea de la montaña, lejos de cualquier atisbo de civilización. Los veterinarios advierten a aquellos que deseen escuchar que la raza Jack Russell Terrier es sumamente exigente: no son animales de salón, sino perros “criados para cazar roedores y hasta zorros” que observan un temperamento tenaz, indomable y necesitado de constante ejercicio físico. También resultan individualistas, de ahí que los vínculos con sus dueños sean sumamente especiales.

Moore adoptó el papel de criador, diseñó juegos para Finney y enseguida se convirtieron en socios por los senderos de montaña. Normalmente, Finney iba suelto y podía perseguir sin desmayo cualquier animal que su radar captase. Pero siempre regresaba, fiel. No es de extrañar que la perrita se quedase 72 días junto al cadáver de su sueño. Sobrevivió, al parecer, cazando insectos, buscando larvas en la tierra, cazando roedores o ardillas heridas o avejentadas. Tuvo que beber de arroyuelos cercanos. Siempre al límite. Parece un milagro que no fuese presa de la fauna depredadora que campa a sus anchas en la zona: osos negros y pumas, principalmente.

Lea más en El País

Exit mobile version