En este momento el sistema penitenciario de la Gran Manzana que tiene como principal símbolo, Rikers Island, la cárcel más grande de Nueva York, se encuentra rodeada de muchos fantasmas: ¿Será finalmente demolida? ¿Podría pasar en los próximos meses a ser manejada por un monitor del gobierno federal?
Por El Diario NY
Pero además, otra de las preguntas que gravitan alrededor del recinto carcelario, descrito como un infierno, es si está más cerca una era de un trato más digno la población femenina interna. Y qué tan posible es “algo de justicia” para centenares de exreclusas que denuncian haber sido vejadas y abusadas sexualmente por guardias penitenciarios.
Esta última interrogante toma más fuerza, porque el año pasado, se abrió una ventana legislativa que antes no existía y se cerró el 24 de noviembre. Se trató de la Ley de Sobrevivientes Adultos (ASA), la cual dio oportunidad a las personas que dicen haber sido abusadas sexualmente, una oportunidad única de presentar demandas civiles, mucho después de que haya expirado el plazo de prescripción para la mayoría de los casos penales.
A pocos días de la fecha límite de concretar estas demandas civiles, se han presentado más de 2,400 querellas apoyadas por la Ley ASA en todo el estado de Nueva York, algunas dirigidas a personas de alto perfil, pero la mayoría fueron presentadas contra empleados de cárceles municipales y prisiones estatales, con base a cifras publicadas por The Daily Record.
La ASA, que entró en vigor el 24 de noviembre de 2022, permitió a las personas buscar compensaciones civiles por abuso sexual, que sufrieron después de cumplir 18 años, independientemente del año en que ocurrió el abuso.
En este momento, al menos 400 demandas de este tipo contra el Departamento Correccional de la ciudad de Nueva York (NYCDOC) han sido presentadas, de acuerdo con una aproximación de la publicación digital The City.
Algunos de los casos que avanzan a la espera de una compensación monetaria, se remontan a situaciones vividas por mujeres que estuvieron encarceladas en las décadas de 1980 y 1990.
Muchas de ellas, son ahora adultas mayores, madres, abuelas, bisabuelas, quienes todavía están tratando de seguir adelante con varias cruces muy pesadas: Ser sobreviviente del sistema penal, del abuso sexual y tratando de romper la cruel etiqueta social que significa estar en los registros como una “expresidiaria”.
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