En nuestro caso consideramos fundamental intentar comprender el resurgimiento de las ideas liberales desde los propios términos históricos en que nos constituimos en república, y así poner de relieve, filosófica y políticamente, las ideas de libertad en función del sentido de alcance e importancia que tienen estas actualmente ante los ataque que ha vivido la democracia y la libertad en nuestro continente, y específicamente en nuestro país.
Un análisis de nuestro devenir histórico, por más somero que sea, obliga a reconocer que en este se fue dando una variación en torno a los conceptos de libertad que dio lugar a la pérdida del complejo contacto con las circunstancias históricas de sus difíciles y variados proceso de comprensión nacional.
Quien no conoce su historia está condenado al fracaso, de allí que clarificar histórica y conceptualmente las bases de nuestro liberalismo y las universales del pensamiento liberal es fundamental para entender el verdadero sentido de lucha y significado político de las ideas liberales que con mucho orgullo enarbolamos desde Vente Venezuela.
Lo primero que podemos decir que las posibilidades de nuestro sueño liberal vivieron un proceso de marchas y contramarchas, truncado totalmente con las ideas positivista impuestas con la llegada de Juan Vicente Gómez al poder y su mentor Vallenilla Lanz. En ese transitar se hicieron más republicanos y menos liberales.
Convencidos como estamos de que el liberalismo, correctamente entendido en nuestro proceso histórico en lo particular, y en lo general, resiste a todas las difamaciones, debemos comenzar clarificando su significado, además de señalar que somos liberales clásico, siguiendo las raíces de los elementos claves del credo liberal, como el concepto de derechos individuales, el imperio de la ley y el constitucionalismo. Propugnamos la democracia, teniendo claro que esta debe estar anclada en un orden liberal.
La democracia sin liberalismo no es posible, pues dos condiciones fundamentales de la democracia forman parte del núcleo más propio del orden liberal: la sociedad civil y el imperio de la ley. Para que la democracia funcione es nuestra responsabilidad, formar ciudadanos que no lo esperen todo de ella. Es una tarea difícil, sobre todo en una sociedad donde el Estado ha sido el mayor protagonista, pero con los peores resultados.
Queremos la conformación de una sociedad en la cual los ciudadanos sean los forjadores de su propios destino, capacitado para tener sus propios ingresos y con salarios dignos, que nadie sea denigrado por dadivas; un liberalismo adecuadamente interpretado, donde no se plantea la eliminación de Estado, sino un Estado dedicado a garantizar la formación y libertades adecuadas al individuo para que este se desarrolle de acuerdo a sus aspiraciones.
Como doctrina, estamos relacionados sin duda alguna directamente con la noción de libertad, pues en nuestra concepción histórica nacimos como enemigos del privilegio conferido a cualquier clase social por virtud del nacimiento o la creencia. Tenemos claro que la búsqueda de la riqueza por sí misma lleva implícito necesariamente el bien social, convencido como estamos que es más fácil alcanzar el bienestar social concediendo al individuo mayor latitud para sus iniciativas. Y convencidos que gracias a las ideas liberales dimos inicio a la construcción de la república liberal y que estamos en deuda con la construcción de ese sueño, hoy convocamos al país para hacerlo realidad, por lo que se hace necesario entenderlo y comprenderlo, pues, estoy convencido que para concluir el sueño de nuestros padres fundadores hay que realizar este esfuerzo nacional supremo para situar a nuestro país en una posición de desarrollo y grandeza para nuestra gente.