Ya no quedan testigos célebres de aquel rodaje épico. Olivia de Havilland, la última estrella sobreviviente del elenco de Lo que el viento se llevó (1939), murió en París en julio de 2020 a los 104 años. No llegó a saber que un mes antes la película que terminó de consagrarla como la heroína buena de los dramas de la era dorada de Hollywood había sido retirada del catálogo de HBO Max por romantizar la esclavitud y perpetuar estereotipos racistas. Tampoco que, antes de que la plataforma repusiera el título con una advertencia sobre el contexto histórico en el que se filmó, la polémica renovó el interés por el clásico que terminó en los primeros puestos de ventas de Amazon a más de ochenta años de su estreno, el 15 de diciembre de 1939.
Por infobae.com
Se convertiría desde entonces en un imbatible: fue la película más taquillera de su época y hasta hoy se calcula que mantiene el podio si se ajustan por inflación los US$390 millones recaudados en su momento. La adaptación de la novela homónima de 1936 de Margaret Mitchell (que ganó el Pulitzer en 1937, cuando ya había vendido los derechos para que llegara al cine) tiene todos los ingredientes de lo que hoy conocemos como un tanque: situada en el Sur de los Estados Unidos durante la guerra de la Secesión y la reconstrucción posterior, cuenta la parábola de Scarlett O’Hara, una mujer decidida a salvar la plantación de algodón de su familia en Georgia mientras enfrenta el desamor de un hombre casado (Ashley Wilkes/Leslie Howard) con su prima (Melanie Hamilton/Havilland) y desprecia una y otra vez a quien con el tiempo entenderá que es su verdadero amor: Rhett Butler (Clark Gable).
Mitchell había nacido en Georgia y había escuchado a su propia madre decirle frente a las plantaciones en ruinas que el mundo seguro que conocía podía explotar bajo sus pies. No escribió pensando en las tensiones raciales, las tenía incorporadas en su crianza como parte de ese mundo seguro en el que los blancos eran buena gente por sacar de la esclavitud a los negros y darles un nuevo lugar en el servicio.
El productor David O. Selznick leyó el libro antes de que se publicara y compró los derechos para evitar que lo hiciera otro estudio. La conciencia de que tenían algo grande entre manos surgió a la par del desarrollo del guión y la elección del casting, que tomó años. Fue inevitable entonces que esas tensiones que el texto original naturalizaba mientras ponía el foco en el romance se colaran en las discusiones de los autores y en el mismísimo set montado en Atlanta.
El historiador de Yale David Vincent Kimel analizó hace unos años un ejemplar del libreto que se usó en la filmación y asegura que durante el rodaje se vivió una auténtica “guerra civil” entre el productor, los guionistas (entre los que se encontraba un F. Scott Fitzgerald caído en desgracia después de Gatsby), el elenco negro y varias organizaciones contra el racismo. Muchas escenas fueron editadas como fruto de la discusión entre quienes creían necesario retratar con realismo la crudeza de la esclavitud y los que preferían respetar la novela de Mitchell sin hacerse demasiadas preguntas sobre el tema.
“La visión errónea y romántica de la esclavitud, que se ha convertido en el legado central de la famosa película, asoma en la producción desde el principio hasta el final, prevaleciendo en muchas de las escenas cortadas del guion”, escribió Kimel en una nota para el newsletter sobre la industria The Ankler. Por ejemplo, asegura que se eliminó una secuencia en la que se mostraban los disturbios en Atlanta en la guerra de Secesión y a Rhett Butler a caballo por una ciudad saqueada, también las palizas brutales y la tortura psicológica a los esclavos en Tara, la plantación de la Scarlett O’Hara.
Según el historiador, Selznick se preocupó especialmente en que se ciñeran a la novela, por lo contrario de lo que podría pensarse: no quería hacer una película racista y eliminar los maltratos parecía entonces lo más razonable. Gran parte del elenco era negro y la película le valió incluso a Hattie McDaniel el primer Oscar de la Academia para un miembro de la comunidad afroamericana como Mejor Actriz de Reparto por su papel de Mammy, la criada. Sin embargo, la misma Hattie sufrió la discriminación racial que ocurría más allá de lo que se contaba: no pudo ir a la première en Atlanta porque el cine era sólo para blancos, y hasta tuvo que sentarse en una mesa segregada del resto del casting en la ceremonia de los Oscars en la que fue premiada. Ni siquiera pudo cumplir su último deseo de ser enterrada en el Cementerio de Hollywood porque, en 1952, cuando murió, todavía no estaban permitidas las tumbas para personas de color.
Pero el racial no fue el único conflicto que atravesó la película. Por empezar, Selznick quería a Clark Gable para interpretar a Rhett, pero el actor tenía contrato con la MGM y el productor no quería negociar con el jefe de los estudios, que no era otro que su suegro, Louis B. Mayer. Al final se rindió y MGM puso la mitad del presupuesto y a Gable a cambio de que Selznick le pagara el salario y Loew’s –compañía hermana de MGM– quedara a cargo del lanzamiento. Eso implicó retrasar la filmación hasta fines de 1938, pero Selznick aprovechó el retraso para seguir revisando el guión y publicitar con bombos y platillos que buscaba cubrir el rol de Scarlett.
Para leer la nota completa pulse Aquí