La ciudad de Nueva York ha recibido a más de 150.000 migrantes desde abril del año pasado, confirmó a EFE una portavoz del alcalde Eric Adams.
La oleada, en su mayoría venezolanos (aunque en los últimos meses han llegado muchos jóvenes de África) ha sido constante, con entre 2.000 y hasta 3.000 personas arribando en una sola semana.
La ciudad tiene a su cargo en este momento a 67.600 de los migrantes, a los que dan albergue, comidas y otros servicios.
Según el alcalde, la situación ha provocado una crisis fiscal que lo llevará a gastar 12.000 millones de dólares del erario para 2025, por lo que ha ordenado recortar gastos.
En total, de acuerdo con los datos de la Alcadía, la ciudad tiene bajo su cuidado a más de 122.500 personas, que incluye a los recién llegados y a neoyorquinos sin techo, ya que una orden de un tribunal, de hace 42 años, obliga a Nueva York a dar albergue a quien lo solicite.
Esto llevó a la ciudad a tener que alquilar hoteles como refugios, levantar carpas y ubicarlos en otros lugares. En total, según la portavoz del alcalde, a este viernes las autoridades cuentan con 214 sitios para alojar migrantes, incluidos 18 centros de ayuda humanitaria.
Los primeros grupos de personas llegaron desde Texas, enviados por el gobernador republicano, Greg Abbott, a estados demócratas en respuesta a la política migratoria de la Administración del presidente estadounidense, Joe Biden.
El gobernador republicano de Florida, Ron DeSantis, también se sumó a la iniciativa de Abbott.
Otros muchos migrantes han llegado por su cuenta, lo que se atribuye a la orden de derecho al albergue del tribunal, que el alcalde ha pedido se deje sin efecto mientras continúe la crisis fiscal, lo que en estos momentos se está disputando en una corte federal.
Adams y la gobernadora del estado de Nueva York, la demócrata Kathy Hochul, han pedido ayuda económica a Biden para afrontar la crisis fiscal de la ciudad, lo que hasta el momento no ha ocurrido.
El alcalde ha pedido a las agencias municipales someter a un plan de recorte de gastos, lo que ha sido ampliamente criticado por activistas. EFE