Acurrucado, cual mansa paloma, pálido y tembloroso, mudo, circunspecto, caciqueado por el presidente de Guyana, quien tomó la iniciativa, al saberse protegido por el castrismo y el desfile de aprovechadores, sablistas de nuestros recursos; hasta les regalaron los aviones para viajar por el mundo denigrándonos.
El tirano fue un acompañante de tercera, personaje de reparto, cuyo rol, impuesto desde la Habana, se trastocó, y hasta se le olvido la cuenta fantasma y su arrogancia en Miraflores, de casi 11 millones de votantes, según la sumadora de un CNE, donde un voto se multiplica por lo que haga falta, aunque no lo crean ni ellos mismos.
En las Granadinas todos lo imaginamos fanfarroneando con la mágica cuenta, pero no se atrevió para evitar un ridículo mayor, ante lo grotesco de semejante fábula.
Los votos delirantes, pasaron al olvido. Suele suceder. Al mentiroso se le nota, lo extravagante de tan fantasiosa afirmación. El presidente de Guyana, por unos segundos se saltó el esquema, cuando dijo: “nosotros también podemos decir que aquí vota todo el mundo, por defender su soberanía, con votos de verdad”.
El tirano, famoso por vociferar “puertas adentro”, estaba en un rincón con la mirada extraviada, cumpliendo otro papel parecido al de telenovela chilena, obligado a decir sí, como buen sargento de la gendarmería caribeña.
Observamos sorprendidos. El alto mando militar venezolano no estuvo presente. Se deducen dos cosas: por prohibición de los libretistas rojos, o por miedo del generalato, cuya principal iniciativa, fue montar un cuartel para la guerra a 8 km del objetivo. Imaginémonos a estos expertos en contrabando de cocaína, en desmantelar las empresas del país y en torturar inocentes, participando en una guerra, bajo el mando del comandante supremo, escondido, presente pero ausente, estático, como en la reunión caribeña.
El falso león, amansado por Cuba, mostró su fachada grotesca: domesticado, domeñado, sometido, rendido en el primer round, donde los vividores caribeños, trazaron las líneas maestras para seguir usufructuando las riquezas de Venezuela, y ahora las de Guyana.
Murió al nacer el flamante estado de la Guayana Esequiba, donde dislocados Chavistas, propusieron como gobernador al desaparecido Tarek, para que aplique a las riquezas del lugar, el mismo método que uso en PDVSA.
La vulgar obra de teatro, dentro de tantos episodios ramplones, incluyó uno que no pasó desapercibido: el gobernante guyanés lucía una pulsera estrafalaria con el mapa de su país, hasta con el arco minero incorporado. La mostraba orgulloso al tirano venezolano, convertido, – a decir de un amigo en la redes- “en un gatito ronroneante”.