Ambos filósofos, en su definición, contienen verdades parciales indudables, como el hecho de que cuando hablamos de felicidad lo hacemos de momentos y no de periodos determinados de nuestra vida, en un caso, y en el otro, que la felicidad depende fundamentalmente de cada individuo y no de acompañamientos o acontecimientos del azar.
En mi sentir, coincido más con la noción –me luce más completa– que se desprende del juicio del maestro Jorge Luis Borges, que escribe a la muerte de su madre, a los 75: He cometido el peor de los pecados / que un hombre puede cometer. No he sido feliz… Diez años después, escribe en su último poemario, a los 85 años, en Los conjurados, que la belleza y la dicha, ‘‘el paraíso’’, están ahí al alcance de la mano, diariamente, y la profesora María Eugenia Estenssoro, deduce magistralmente una definición que comparto:
En términos espirituales, la felicidad no es un sentimiento ni una emoción; tampoco un arrebato cuando ocurre algo que mucho deseamos… Y aquí viene mi convicción… La felicidad es un estado del alma, una virtud o un poder personal que el ser humano alimenta o cultiva a conciencia. La felicidad se alcanza cuando logramos vivir en armonía con nosotros mismos, honrando la vida, la propia y la ajena, en comunión con la creación o el universo, como cada uno lo llame.
Cada quien debe ser feliz a su manera y los condicionantes de esa felicidad se los fija cada ser de acuerdo a su personalidad, sus gustos y sus niveles de conocimiento. Es allí donde se marca la pauta de los componentes del ‘‘éxito’’, ‘‘la belleza’’ y ‘‘la felicidad’’. Porque, vistos estos últimos conceptos –como los entiende la sociedad en su inmensa mayoría– bajo la óptica del mercado, simplemente constituyen una gran estafa a la condición humana, y un profundo irrespeto a la dignidad, y a la vida espiritual de los seres humanos.
En mi caso particular le hacen maravillosamente bien a mi estado del alma, un arsenal de imágenes –de la literatura, el cine y la vida– cosechadas en el tiempo que con celo guardo en la memoria y que, estoy seguro, muchas de ellas fueron compartidas por ustedes con grato placer.
Lecturas del recuerdo
*Hace falta muy poco para tener una vida feliz, está todo dentro de ti, en tu forma de pensar… Cuando te levantes por la mañana, piensa en el privilegio de vivir, respirar, pensar, disfrutar, amar… Haz cada cosa en la vida como si fuera la última que hagas.
Marco Aurelio
*La vida tan breve, el arte tan largo de aprender.
Geoffrey Chaucer
*Siento horror por todos los oficios. Amos y obreros, todos ellos rústicos e innobles. La mano que escribe es igual que la mano que ara. ¡Qué siglo de manos! Yo nunca tendré mano. Después la domesticidad lleva demasiado lejos. La honestidad de la mendicidad me aflige. Los criminales repugnan como los castrados: en cuanto a mí, estoy intacto, y no me importa.
Arthur Rimbaud
*Vengo de una raza que se ha distinguido por el vigor de su imaginación y por el ardor de sus pasiones.
Edgar Allan Poe
*Todos los documentos leídos me han llevado al conocimiento de que los Estados Unidos no fueron para Poe sino una vasta prisión que recorría con la agitación febril de un ser creado para respirar en un mundo más aromático –que el de una gran barbarie iluminada con gas–, y que su vida interior, espiritual, de poeta o incluso de borracho, no era sino un esfuerzo perpetuo por escapar a la influencia de esa antipática atmósfera.
Charles Baudelaire (1856)
*Ya dijo Schopenhauer que lo que tenemos puede no hacernos felices, pero lo que nos falta nos hace ciertamente desdichados. El caso de la salud, por ejemplo; o el caso de los órganos del cuerpo: se sienten cuando duelen. Creo que con la fortuna ocurre siempre lo mismo; la gente rica se siente realmente feliz y hasta pueden pensar que no les importa el dinero, pero si les falta notan que es muy importante.
Jorge Luis Borges
*Solo te sentirás libre cuando sepas encontrarte con el fracaso y el éxito y tratar por igual a esos dos impostores.
Rudyard Kipling
*Me preguntaba qué hora sería; oía el silbar de los trenes que, más o menos en la lejanía y señalando las distancias, como el canto de un pájaro en el bosque, me describía la extensión de los campos desiertos por donde un viandante marcha de prisa hacia la estación cercana; y el caminito que recorre se va a grabar en su recuerdo por la excitación que le dan los lugares nuevos, los actos desusados, la charla reciente, los adioses de la despedida que le acompañan aun en el silencio de la noche, y la dulzura próxima del retorno.
Marcel Proust
*El progreso ha poblado la historia de las maravillas y los monstruos de la técnica, pero ha deshabitado la vida de los seres humanos. Nos ha dado más cosas, no más ser.
Octavio Paz
*Los dos se desnudaron y se besaron / porque las desnudeces enlazadas / saltan el tiempo y son invulnerables / nada las toca, vuelven al principio.
Octavio Paz
Del Cine.
Zorba, el griego
*El día en que Anthony Quinn (Zorba) y Alan Bates (Basil), después de un estruendoso fracaso en la empresa que este último venía a montar en Grecia asistido por el griego, almuerzan cordero juntos, a orillas de la playa, donde sellan la despedida, después que Zorba le dice a Basil que le falta un poco de locura y juntos bailan el Sirtaqui en una escena inolvidable. Una de las más brillantes actuaciones del maestro Anthony Quinn, donde a través de dos personajes de rasgos personales opuestos, se pone de manifiesto el dualismo cognitivo de la humanidad entre pasión y razón. La película se estrenó en 1964 y de ella diría Margaret Hartford, de Los Ángeles Times: Un esfuerzo inusual y fascinante, con espacios escandalosamente divertidos y dolorosamente trágicos y tristes.
El Padrino
*Muy grato evocar las actuaciones de ese genio del histrionismo, Marlon Brando (Vito Corleone), el principal protagonista de El Padrino, en la parte I, en la escena llena de ternura donde retoza con su nieto en un improvisado huerto de tomates, en la que después de asustarlo haciendo artificios para convertirse en un monstruo, corre y se esconde hasta que cae tendido largo a largo por un infarto al corazón bajo la mirada inocente del niño.
El Padrino se estrenó en 1972 y es considerada una de las mejores y más influyentes películas de la historia. A Al Pacino, le preguntaron en una entrevista en la revista Play Boy, en la década de los ochenta, quién era para el mejor actor en la historia del cine. A lo que respondió: ¿antes o después de Marlon Brando? El Viejo Quincy Jones, el hombre clave en la producción de los éxitos más importantes de Michael Jackson, dirá de su personalidad: Era el cabrón más encantador que he conocido en toda mi vida. Bailaba mambo hasta caer muerto. Y se tiraba a todo el mundo, sin discriminación, hasta un buzón.
E.T., el extraterrestre
*Difíciles de olvidar algunas imágenes de E.T., el extraterrestre, dirigida por Steven Spielberg; especialmente la escena en que, gracias a la telequinesis, las bicicletas donde huyen de la policía Elliot (Henry Thomas), su hermano mayor Michael (Robert MacNaughton) y algunos compinches, vuelan y escapan hacia el bosque para salvar a E.T.
La escena final también resulta conmovedora, cuando parados cerca de la nave, el corazón de E.T. se ilumina en la medida en que se prepara para retornar a su hogar. E.T. dice adiós a sus amigos y antes de entrar a la nave espacial le dice a Elliot, apuntando con su dedo en la frente tiernamente: Estaré aquí siempre. E.T., el extraterrestre, fue estrenada en 1982, y niños y jóvenes en aquel tiempo la recordamos hoy mayores, muy mayores otros, como una de las películas de ficción mejor realizadas y con novedosos efectos especiales.
Perfume de mujer
*Imposible no celebrar la magistral actuación de Al Pacino en Perfume de Mujer, cuando el Tte. coronel Frank Slade, ciego y amargado, baila el tango Por una cabeza, en un restaurant. Para lo que solo pide a su lazarillo –Chris O’Donnell– en lenguaje militar, las coordenadas de la pista, para enseñar y lucirse en una demostración magistral.
Al Pacino logra una exhibición de baile donde resalta la elegancia, la plasticidad, los impecables desplazamientos, los cambios rítmicos, la confianza en sí mismo, y una seguridad propia del militar profesional, que lo hace un galán admirable en la pista. Fue estrenada en 1992, y la gente recuerda la película mucho más por esa escena que por el resto de la filmación, también de excelente calidad.
Forrest Gump
*Todo el que fue a verla evoca sonriente el festejado grito agitado, corre Forrest, corre… de Jenny, el gran amor de su vida –desde que la vio en el bus por primera vez empezando la primaria– que lo salvaría de los chicos malos de la escuela, que le hacían bullying porque usaba unos aparatos ortopédicos en las piernas. El aliento amoroso de Jenny le ayudaría a abandonar definitivamente los aparatos y a hacer que los expertos en fútbol americano se fijaran en él como un gran corredor, con lo que pudo ingresar a la Universidad de Alabama.
Forrest Gump –Tom Hanks– fue una de las películas más celebradas del séptimo arte. Estrenada en 1994, es considerada una de las mejores películas de todos los tiempos. Según Roger Ebert del Chicago Sun-Times, logra un equilibrio impresionante entre la comedia y el drama, en una cinta cinematográfica rica en humor y verdades silenciosas… Es una película mágica.
Shakespeare in love
*La joya más preciada para mí, en el género drama-comedia, en toda la historia del cine que me ha tocado ver. John Madden, su director y el coro de calificados actores que la hicieron posible, nos regalaron una gran obra de arte que nos ha brindado a todos los seres humanos un nuevo aliento para evocar y volver a creer en el amor como la única forma de mirar de frente a la muerte, como diría nuestro querido poeta Octavio Paz.
Cuando las cartas están echadas, la reina Isabel (Judith Dench) al final imparte sentencia: Viola de Wessex debe cumplir como esposa y entregar la apuesta que Will ha ganado. Al despedirse de su verdadero amor, este le dice compungido:
– Ya no escribiré más.
Ella le responde, conmovida:
– Entonces no habrá valido la pena el sacrificio… Escríbeme.
Una forma de hacerla inmortal y hacer vivir para siempre el amor de ambos, en Noche de Reyes, que ya Will esboza con su pluma y a cuya protagonista coloca el nombre de Viola, quien será la única sobreviviente del naufragio del galeón que Lord Wessex había fletado para trasladarse a sus plantaciones de Virginia. El último panorámico plano de Shakespeare enamorado, nos muestra la imagen de Viola desvaneciéndose en la inmensidad de una playa oceánica.
De la vida
*A duras penas pude oír la más ruidosa de las prendas de vestir masculinas, la correa, y el sonido delator de la hebilla al contacto con el piso. Luego, un delicado plusss… que supuse era la caída de la manta, el desactivar de la muñeca de un reloj pulsera y el caracoleo de unos collares de coral lanzados al vacío.
No podía haber silencio: el lenguaje amoroso tiene unos códigos que pueden despertar multitudes en la tierra entera. El deseo, las ganas de estar en el otro, con el otro, por el otro, lo invade todo. Es una energía cósmica que devora llamas. Es un torbellino de onomatopeyas que escribe el poema mudo. Zumbido de besos que cicatrizan sinos. Gemidos estelares. Susurros apretados entre los dientes como un cuchillo. Martirios de caricias que torturan hasta alcanzar la confesión última: “¡Pain juipa taya!” (¡Ya soy enteramente tuya!)… “¡Nojo pulain taya!” (¡No me dejes nunca!). No supe si madre lloraba o gemía de placer en aquel momento postrero. Sólo sé que mi padre completó en un wayúu poco fluido: “¡Eejechi taya pumaa weinshi!” (¡Estaré contigo siempre!).
Y estuvo con ella siempre. Consolidó una bonita familia de 12 vástagos y cuando cumplieron 50 años juntos, las hembras le pidieron que se casara por la Iglesia y él accedió jubiloso y enamorado. Luego de celebrado el matrimonio eclesiástico nos diría: me casé por ley guajira, me casé por la ley de los alijuna, y también por el ritual católico. ¿Si hay otro ritual con gusto también lo cumplo?
*Leía acurrucado en la memoria de colectividades y lenguas muertas, protegido por el ancestral dominio de los dioses del silencio. Navegaba tratando de introducirme en un verbo apropiado para entregarlo a un sujeto muerto, de tal forma que lo reencarnara y lo hiciera hombre para la literatura, imaginación para la ficción, ficción para el recuerdo y el olvido.
*«¡No quiero más metáforas! Aspiro a la creación de un lenguaje tan original que su música despierte a los muertos. Desnudo y lejos de alquitranadas vestiduras, me confieso penitente de amor y austero de gloria».
No quiero puntos / no quiero comas / no quiero dos puntos / no quiero pausas / Quiero que esto sea savia iluminada en tallos por venir / quiero que las palabras hablen por sí solas / quiero que ellas bailen su propia música
Que nadie se detenga en sus dones y ornamentos / en sus propias infinitudes / en la memoria de colectividades muertas / en desencuentros / en poca gracia de fortuna / o en la ropa nueva de los espadachines del punto
Quiero que como el Cosmos / la palabra lisa y llana corra eterna / sin reglas / sin acopios ni escarchas / libre como el Sol / o el fluir voluptuoso y abandonado / de las aguas sobre la tierra
Que nadie pueda detener este encuentro de vida y muerte / que nadie pueda evitar que las palabras / sangre y música / se desparramen en todos los espejos del mundo.
*Si alguna vez me preguntan por el color del amor, diré que es amarillo, en el ocaso de la tarde, un arco iris disuelto en oro. Mi Viola llevaba un juvenil vestido amarillo de tirantes el día que, trémulos de la emoción, nos dimos el primer beso.
*La aventura más tierna y hermosa de mi vida –mi sueño de niño–, un viaje en tren, se cumpliría de la mano de mi única hija, Patricia, entre Washington D.C. y Boston. Durante el recorrido de siete horas inolvidables tuvimos la oportunidad de ver los muchos rostros de Estados Unidos, que no se ven desde un avión o una autopista, pero son fácilmente observables por tren. Fueron las siete horas más placenteras de mi vida.
*La única noche realmente en vigilia, el día que, agotada Patricia, después de un intenso recorrido por Disney se quedó rendida, y yo, extasiado, aproveché el tiempo perdido sin poder tenerla cerca, para contemplarla toda la noche; no conozco otra forma de amar.
*Libertad, progreso y bienestar para mi país, solidaridad y confianza a los venezolanos esparcidos por el mundo. Honor a mis muertos, salud y bienaventuranza a los hermanos y sobrinos que aún viven. Sueños renovados, sentido común y larga vida a mis amigos.
Tener memoria es volver a ver, a oír, a palpar y a sentir. Es una forma también de disponerse a la felicidad: la más bella, pretendida y esperanzadora de todas las aspiraciones humanas.
Feliz año 2024.