La historia de la lanza que atravesó el cuerpo de Cristo, fue buscada por Napoleón y robada por los nazis

La historia de la lanza que atravesó el cuerpo de Cristo, fue buscada por Napoleón y robada por los nazis

La lanza del destino exhibida en Viena

 

“Entonces los judíos por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo, rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas y fuese quitados de allí. Vinieron pues los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él. Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua”.

Por infobae.com





Esta narración corresponde al evangelio de San Juan, el único de los canónicos que hace referencia al episodio de la lanza que atravesó el cuerpo de Jesucristo colgado de la cruz. La escena habría ocurrido luego de la crucifixión en el Gólgota, cuando debido a la inminencia del Sabat, los soldados se dispusieron a acelerar la muerte de los condenados aplicando el crurifragium, un cruel método que aseguraba el rápido fallecimiento de los reos, ya que al perder todo posibilidad de apoyo en las piernas, no podían erguirse para respirar y morían asfixiados.

Los otros tres evangelistas, Mateo, Marcos y Lucas, no dan cuenta de este pasaje que cita Juan. Este hizo esa breve descripción, pero no identificó al soldado que atravesó el cuerpo de Cristo con la lanza, como tampoco ninguno de los evangelios canónicos le pone nombre al militar romano ni a los ladrones que fueron crucificados junto a Jesús. Para esto hay que remitirse al evangelio apócrifo de Nicodemo -llamado también Hechos de Pilatos, datado en el siglo IV-, quien menciona al soldado como Longinos y a los ladrones crucificados los llama Dimas y Gestas.

Lo que sí relatan Mateo, Marcos y Lucas es la conversión de un centurión romano, quien al presenciar algunos de los excepcionales sucesos que habrían ocurrido en paralelo a la expiración de Jesús -resurrección de santos, rasgamiento del velo del Templo, tinieblas que cubrieron el Gólgota, temblores-, habría dicho “verdaderamente éste era Hijo de Dios”. Más adelante, la tradición cristiana unificó los dos episodios y el soldado Longinos pasó a ser centurión, signado como el protagonista de ambos hechos.

Versiones posteriores del acervo cristiano aseguran que Longinos tenía un problema en la vista y fue curado al tomar contacto con la sangre de Cristo. Parte de la tradición también sostiene que ayudó a José de Arimatea a preparar el cuerpo de Jesús para su sepultura tras el descenso de la cruz. Otros lo señalan como el soldado que acercó una esponja a los labios sedientos del crucificado, buscando mitigar su sufrimiento. No está claro cuál fue el destino de Longinos, aunque algunas narraciones señalan que su conversión al cristianismo le terminó costando una muerte violenta y por ello es venerado como mártir de la Iglesia. Actualmente hay una estatua de San Longinos en la Basílica San Pedro, en el Vaticano.

El derrotero de la lanza y todas sus versiones

La lanza usada por Longinos –Lancea Longini-, conocida actualmente como Lanza del Destino, Lanza Sagrada, Lanza de Longinos o Lanza de Cristo, pasó a ser un objeto sagrado de veneración por el supuesto contacto que tuvo con la sangre de Cristo, pero además cobró fama de hacer invencible a quien logre poseerla. En este punto comienzan a mezclarse la historia con las leyendas y la fantasía. A esto debe sumarse que, tal como ocurre con otros objetos sagrados del cristianismo, existe más de una lanza y son varios los lugares que se disputan el privilegio de poseer la original.

En la actualidad son al menos cuatro las lanzas conocidas. Una se encuentra en el Vaticano, aunque no está exhibida al público y se resguarda en uno de los cuatro pilares de la basílica de San Pedro. Otra forma parte de una muestra permanente del museo del palacio Hofburg, en Viena, la tercera se encuentra en Cracovia, Polonia, desde el siglo XIII (algunos especialistas dicen que se trata de una copia de la exhibida en Viena), y la cuarta es la llamada Lanza de Antioquía, custodiada en la catedral armenia de Echmiadzin.

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