Ser maestro en Venezuela es una acción heroica. Haber escogido la misión de enseñar a leer, escribir, comprender las ciencias básicas, no es una tarea sencilla.
Jesús Quintero / Corresponsalía lapatilla.com
Más en los tiempos actuales cuando el profesional de la educación vive en medio de la calamidad, con salarios insuficientes para alimentarse y cubrir otras necesidades básicas como medicinas o pagar transporte, electricidad, agua, gas, internet.
Según datos del Cendas – FVM, el costo de la canasta alimentaria sobrepasa los 500 dólares, mientras que el salario de un docente es miserable: 170 bolívares quincenales más un bono de alimentación de 40 dólares, que no cubre la canasta alimentaria y sin incidencia en las prestaciones sociales.
2023 fue un año de cientos de acciones sindicales y protestas para exigir al Estado venezolano la firma de la contratación colectiva y el reconocimiento a los beneficios socio económicos de los maestros en todos los niveles de la educación.
El magisterio ha denunciado que los maestros acuden a las aulas con los estómagos vacíos, con ropas y zapatos desgastados.
Esto explica por qué un alto porcentaje de docentes ha decido abandonar las aulas, cambiar los libros y pizarrones por emprendimientos para subsistir y mejorar en cierta forma los ingresos que les permita brindar mejor calidad de vida a sus familias; otros forman parte de las estadísticas de la migración venezolana que hoy atraviesa las fronteras en búsqueda de un mejor porvenir en otros países.