La arremetida del crimen organizado contra el estado ecuatoriano pareciera anunciar una debacle institucional en América Latina cuya geografía ya abriga cuatro narco estados como es el caso de Bolivia, Colombia, México y Venezuela.
Señas sobre la creciente presencia del crimen organizado en otras naciones son palpables y crecientes. Los puertos de Chile y de Uruguay epónimos de eficiencia y transparencia comienzan a ser penetrados en su dimensión administrativa por el crimen organizado en la medida que las rutas de la cocaína buscan nuevas configuraciones. En Costa Rica, otra democracia sólida, el numero de homicidios se ha duplicado y en Argentina Rosario es territorio libre para los narco traficantes desde hace mas de una década.
Todos estos desarrollos nos llevan a preguntarnos si terminaran los estados nación consolidados de la región fagocitados por el crimen organizado.
La respuesta es compleja ya que el proceso de penetración del crimen organizado consta de varias etapas que en resumen son la penetración; la toma de control; la institucionalización. La penetración se inicia una vez organizados los ejércitos y redes logísticas locales e internacionales. El objetivo es penetrar los diversos estamentos del estado para facilitar el negocio. La toma de control contempla como objetivo colocar elementos externos y manejados por la organización criminal dentro de los niveles decisoriales de los organismos clave del estado. La tercera fase del desarrollo del crimen organizado que es la institucionalización se inicia cuando la mayor parte del producto del negocio se dedica a la inversión en actividades legítimas.
América Latina presenta condiciones óptimas para el establecimiento del negocio ya que las extremas desigualdades económico/sociales son un vivero para el crecimiento del crimen organizado. Se trata de una industria intensiva en mano de obra. Los jóvenes ubicados en la base de la pirámide económico/social donde las perspectivas de desarrollo son nulas, por lo general ven en el crimen organizado un vector de movilidad social ascendente y se alistan en grandes cantidades y con gran entusiasmo. Esto le permite al crimen organizado contar con un ejercito permanente de empleados dedicados y combatientes.
En segundo lugar, las políticas económicas de la región son altamente beneficiosas para el crimen organizado. En efecto, herederas de la más decantada tradición medieval, las naciones de América Latina han creado estados sobredimensionados que difícilmente se pueden sostener con los tributos de la ciudadanía. Esos aparatos estatales además crean constantemente monopolios para la extracción de renta de privados. Las prohibiciones de importación; los altos aranceles; los tributos elevados son instrumentos para la creación de rentas al impedir el libre funcionamiento de las fuerzas del mercado. El mejor ejemplo de los efectos nocivos de las políticas económicas de la región se sitúa en las décadas de los años cincuenta y sesenta. En esa época todas las naciones adoptaron el mantra de la industrialización por sustitución de importaciones creado por Raul Prebisch. Cada país prohibió entonces casi todas las importaciones. Y fue en esa época en que mayores redes de contrabando aparecieron en América Latina. Esas redes que ingresaban ilegalmente electrodomésticos y ropa en los años ochenta y noventa se reconvirtieron en redes para el transporte y distribución primero de marihuana y luego de cocaína.
La fase de institucionalización debilita al negocio matriz. Porque parte significativa del caudal de recursos financieros que generan las actividades criminales es colocada en la economía abierta y es manejada por elementos de las familia criminales no comprometidos con el negocio sino deliberadamente separados del mismo y educados en las mejores universidades del mundo. Los dueños de estos negocios no desean oír hablar de la fuente de sus inversiones y reducen recursos a la misma. Con el tiempo la organización criminal se resiente y comienza a ser atacada por rivales que terminan por destruirla. Estallan las guerras entre grupos delictivos que terminan por debilitarlos a todos. Los lideres de la fase de institucionalización ni se percatan del asunto.
En la antigüedad le tomo casi tres siglos a Asia Central arrebatar las rutas de la seda al crimen organizado transnacional. Hoy podría ser que América Latina haga lo propio en menos de un siglo si la región responde correctamente al ataque contra el estado ecuatoriano iniciando una marcha colectiva hacia la institucionalización de la Convención de las Naciones Unidas contra el Crimen Organizado Transnacional.