Si algo está dejando claro la invasión rusa de Ucrania es que no hay enemigo pequeño y que en la guerra (casi) todo vale para armarse. A pesar de las constantes peticiones de armamento del presidente ucraniano a Occidente, las remesas no llegan en la cantidad suficiente como afrontar la ofensiva del Kremlin ni en los plazos necesarios, pues un retraso de varios meses en la llegada de material puede ser vital.
Por La Razón
Por este motivo, las fuerzas armadas ucranianas han tirado de ingenio y han puesto en marcha todo tipo de iniciativas para tratar de frenar a los rusos, desde rescatar material militar que languidecía en almacenes y que ha tenido una segunda vida hasta crear “engendros” a partir de distintos tipos de elementos, como ya hicieron antes Polonia o la República Checa, e hicieron lo que la industria de esos países hizo años atrás: comenzaron a modificar sus antiguas defensas aéreas soviéticas para disparar misiles occidentales.
De este concepto “frankenstien” nace lo que los funcionarios estadounidenses han apodado “FrankenSAM” , un programa que combina misiles tierra-aire occidentales modernos con lanzadores y radares de la época soviética adaptados que ya se encuentran en el inventario militar de Ucrania.
Los orígenes de FrankenSAM se remontan a 2022, cuando Ucrania pidió a ayuda a Estados Unidos para encontrar misiles adecuados para unos 60 lanzadores Buk y radares facilitados en su momento por la Unión Soviética, pero que no se encontraban en activo. Dadas las dificultades para conseguir munición fabricada en Rusia, Ucrania propuso adaptar los lanzadores para acomodar misiles antiaéreos de calibre OTAN donados por Estados Unidos.
Para seguir leyendo, clic AQUÍ.