Fede Green todavía recuerda con lujo de detalles cómo fue el momento en que se enteró de la noticia menos deseada. Fue hace diez años, cuando tenía 25 y decidió hacerse un test de HIV. “Estaba con los resultados en la mano, muerto de nervios en la casa de un amigo. Sentía que el sobre me pesaba como un ladrillo, no quería abrirlo pero tenía que hacerlo. Finalmente junté fuerzas y leí el resultado: ‘reactivo’. Todos los miedos juntos se me vinieron encima.”, evoca diez años después del día en que su vida dio un giro inesperado.
Por: La Nación
La mejor decisión
Fede nació en Venezuela pero toda su familia es argentina: la línea paterna es de Buenos Aires y la materna cordobesa de pura cepa. Al migrar a Venezuela se instalaron en Caracas donde Fede pasó su infancia y sus primeros años de estudiante universitario hasta que en 2012 decidió probar cómo era vivir en Argentina. Sus padres y sus hermanos a su vez, migraron a Panamá. “Por toda la situación de Venezuela ya no quería seguir viviendo allá. Al igual que muchos venezolanos que migraron en esa época me vine para Buenos Aires porque siempre me encantó cultural y socialmente. Es una ciudad espectacular”, recuerda. “Además, para ser gay, y a esa edad, Buenos Aires era una gran opción para vivir libremente y sin estar ocultando mi sexualidad. Fue la mejor decisión que tome en mi vida, sin duda alguna”, añade.
Tenía 23 años y había estudiado diseño gráfico en Venezuela, así que lo primero que hizo al llegar fue profundizar en sus conocimientos del rubro con la idea de encontrar trabajo en alguna agencia de publicidad. También fue una buena excusa para no tener que decirles la verdad a su familia: tenía una pareja varón. Todavía no había salido del closet. Sentía miedo al rechazo.
“Hoy en día está un poco mejor, pero podemos decir que Venezuela tiene una cultura con un machismo muy, muy, muy profundo y arraigado; eso hace que sea muy difícil vivir nuestra sexualidad. En mi tiempo había muy pocos lugares para encontrarme con otras personas del colectivo. En cambio, Argentina tiene un pensamiento muy europeo y eso me atrajo.”, comenta.
En Buenos Aires se instaló en un pequeño departamento de dos ambientes y pronto empezó a rodearse de otros venezolanos migrantes y, también, de personas de la comunidad LGBTQ+. Se sentía en casa, con muchos amigos y familia elegida. En ese contexto fue que, en el 2013, el año siguiente de su llegada, recibió el diagnóstico como un baldazo de agua helada.
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