Cuando la capitana Amit Busi tiene la oportunidad de dormir, lo hace con las botas puestas y en una tienda de campaña compartida en un puesto militar israelí improvisado ubicado al norte de la Franja de Gaza.
Isabel Kershner || THE NEW YORK TIMES
Ahí, Busi comanda una compañía integrada por 83 militares, casi la mitad de ellos son hombres. Es una de varias unidades de género mixto que combaten en Gaza, donde las integrantes de la tropa y las oficiales sirven en el frente de batalla por primera vez desde la guerra relacionada con la fundación del Estado israelí en 1948.
Busi es responsable no solo de la vida de sus subordinados (ingenieros de búsqueda y rescate cuyo entrenamiento y herramientas especializados ayudan a las tropas de infantería a ingresar a edificios dañados y con riesgo de que colapsen donde se han colocado trampas), pero también de los militares heridos que ayudan a desalojar del campo de batalla. Busi y las integrantes de la tropa a su cargo también contribuyen a rastrear el área en busca de combatientes, armas y lanzagranadas y son responsables de resguardar el campamento.
Debido al respeto que Busi evidentemente se ha ganado entre sus subordinados (entre ellos hombres judíos, drusos y musulmanes beduinos), puede ser fácil olvidar que ella tiene tan solo 23 años.
Sobre los límites impuestos por décadas a los papeles que desempeña en Israel el combate de las tropas femeninas, Busi opinó: “Las restricciones se han desvanecido”. Acerca del Ejército, agregó: “Nos necesita, así que estamos aquí”.
Desde que las fuerzas terrestres israelíes irrumpieron en Gaza a finales de octubre, las mujeres han estado combatiendo ahí. Su inclusión ha contribuido a mejorar la imagen del Ejército en el país después de las fallas militares y de inteligencia del 7 de octubre y ante el escrutinio global por el alto número de muertes de civiles durante la campaña. Según funcionarios de salud de Gaza, más de 24.000 palestinos, muchos de ellos mujeres y niños, han sido asesinados desde el inicio de la guerra.
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