El mundo está presenciando un periodo guerrero y confuso, donde se multiplican los conflictos armados con enfrentamientos que involucran a nuevos actores, países y territorios.
Lo que comenzó, hace dos años con la ocupación de Ucrania por Rusia, y se catapulta con la sorpresiva incursión de Hamas en Israel, que hasta ahora, arrastra al Líbano, Siria, Irán, Irak y Afganistán. A esto se suma, los últimos ataques desde Somalia y Yemen, a los buques que navegan de tránsito, por la entrada de mar Rojo, en ruta al canal de Suez.
Por cierto, esta ruta marítima representa casi un cuarto del comercio marítimo mundial, por ser la más corta desde Asia a Europa.
Lo curioso es que tradicionalmente los conflictos armados tienden a disparar los precios del petróleo, caso que hasta la fecha, no es el actual.
La presente situación de no súbita subida de los precios de barril, su estancamiento y a veces tendencia a la baja, es de complicado análisis y comprensión.
Podría considerarse que buena parte de los países involucrados en las guerras, son productores y exportadores de hidrocarburos, entre ellos Rusia, Siria, Irán e Irak.
En esta ecuación, hay que considerar que el avance de las energías renovables, que se han visto notorios progresos tecnológicos, no ha sido en niveles de sustitución de recursos fósiles.
Ya que prevalecen restricciones serias que hacen que en el balance mundial de energía, las fósiles representan un 81.4% del total, con apenas un 2% de disminución en 20 años y la solar y la eólica aún no superan el 0.7% del total consumo de la energía mundial.
Esto nos indica a las claras que el mundo requiere con urgencia de un desarrollo tecnológico disruptivo en este campo para acelerar el tránsito a las energías más limpias que garanticen el cumplimiento de las metas referentes a no exceder la temperatura del globo más de 1.5 grados C para el 2050.
El horizonte de utilización de las energías fósiles, en vez de disminuir, se ha ido ampliando, y las metas de sustitución que habían sido previstas por la Agencia Internacional de Energía, no se han cumplido. Se esperaba una reducción sustancial del consumo ya para estos dos pasados años y por el contrario la demanda se ha incrementado a 104 millones de bls por día. Y se espera que siga subiendo a 116 millones según la OPEP para 2045.
Todo ello debe tomarse en consideración para evaluar, por qué no se han disparado los precios y también el espacio que queda para el consumo de hidrocarburos.
En este escenario, Venezuela debe de reevaluar su política petrolera y redirigirla a crear las condiciones de estímulo y seguridad para que transnacionales privadas y estatales, la acompañen en la recuperación de los niveles de producción, ofreciendo tanto seguridad en sus contratos y condiciones económicas atractivas, como mayor libertad de acción corporativa en referencia al control por parte del monopolio estatal.
@eromeronava