A una constante zozobra son sometidos los pacientes que reciben tratamiento de hemodiálisis en Mérida, debido a los continuos cortes del servicio eléctrico que afectan las sesiones interdiarias que deben practicarse.
Jesús Quintero / Corresponsalía lapatilla.com
Ramón Antonio Zerpa es paciente de esa unidad y con preocupación expresó: “Cada vez que suena un pito es señal de alarma en las máquinas, anunciando que se han quedado sin energía eléctrica para continuar con el procedimiento de rutina”.
Los pacientes esperan en su sillón sentados mientras que el personal especializado de enfermería los desconecta de los aparatos.
Su vida pende de un hilo, mientras el combustible que consiguen a través de organismos del estado, donación de particulares o comprándolo entre los familiares de los pacientes para encender la planta eléctrica, es insuficiente y representa un gasto alto, sumado a los insumos que deben comprar para cada sesión, como yelcos, inyectadoras y otros materiales que son descartables.
La ayuda gubernamental no es constante, los familiares hacen rifas, venden bienes y se las ingenian para pagar los altos costos de los tratamientos.
La salud pública debe ser prioridad para el Estado, el cual tiene que garantizar el funcionamiento de manera óptima de todos los servicios para que sean utilizados adecuadamente y presten la ayuda necesaria a aquellos pacientes que no cuentan con capacidad económica para acudir a centros privados de salud.