Tácticamente tanto Maduro como María Corina han procedido como se esperaba, ambos estaban conscientes que sus movimientos no iban a producir nada que no estuviese dibujado de antemano en el lienzo de la política.
¿Qué ocurrirá en los meses que preceden a la elección si esta en verdad se produce? Nadie puede predecirlo con exactitud porque hay muchas variables internas y externas que intervienen en el proceso, por ahora pareciera que el costo de salida para Maduro se ha incrementado y de ser candidato tendrá que sortear una situación más difícil que la que le tocó en 2018 respecto al reconocimiento internacional, mantener la inhabilitación a María Corina tiene unas consecuencias impredecibles que debilitan mucho a Maduro y a la letra pequeña del Acuerdo de Barbados que pocos conocen, pero que se sabe que existe por la propia María Corina que ha expresado estar en “negociaciones complejas” que obviamente explican los pasos dados por uno y otros.
La lucha política de la oposición es mantenerse firme por la restitución de los derechos electorales de los inhabilitados, la de Maduro está más complicada porque tiene poco respaldo internacional e inevitablemente su libreto lo obliga a subirle dos a la represión y a la criminalización de la actividad política como ocurre en Nicaragua con Daniel Ortega.
Se ha insistido en que Maduro es un negociador por su pasado sindicalista y su experiencia como Canciller de Chávez, eso ahora está por verse, quiere aparentar que el juego está trancado pero no es así, las movidas de ambas partes fueron las esperadas, no hubo sorpresas, cada bando jugó como tenía que jugar, con la diferencia que el centro lo ocupa María Corina y tiene ventaja, los rojos están en su libreto de las mil y una conspiraciones y María Corina se defiende con su férrea voluntad de convencer que irá hasta el final, que no es otro que una transición democrática organizada para el cambio, que urgentemente requiere Venezuela.