Un año después del terremoto que devastó amplias zonas del noroeste de Siria, muchos de los afectados en la provincia de Latakia están a punto de agotar sus ayudas y otros han vuelto a hogares en riesgo de derrumbe, desesperanzados ante la falta de avances en los programas de vivienda alternativa.
Tras el seísmo con epicentro en Turquía, que dejó 805 muertos, 1.070 heridos y más de 890.000 afectados en Latakia, varias ONG internacionales asignaron montos en efectivo a unas 800 familias para cubrir los gastos de alquiler durante los doce meses posteriores a la tragedia, un periodo que ahora culmina.
“Somos inquilinos a los que dieron una casa alquilada por un año, ¿después de un año a dónde vamos?”, lamenta en declaraciones a EFE Muhammad Fawaz, residente en un humilde barrio de Jableh, la localidad más golpeada de la provincia.
“Son 600.000 liras al mes, ¿quién tiene el dinero para pagar 600.000? El salario entero no llega a las 200.000, ¿tenemos que simplemente sentarnos en la calle?”, agrega el hombre de 75 años.
Hacerse cargo de la renta por sí mismos una vez terminen las ayudas resulta imposible para muchos, pues los precios han subido alrededor de un 200 % en todo el país en medio de una grave crisis económica y el problema afecta especialmente a las áreas azotadas por el sismo.
Las manos atadas
Para Umm Muhammad, vecina de Jableh, solamente costear alimentos y material escolar para sus tres hijas es una absoluta odisea, por lo que encargarse de poner un techo sobre sus cabezas le resultará directamente inabarcable, según explica a EFE.
Muchos afectados como ella visitan a menudo el centro de reclamaciones de la provincia y llevan siempre encima los papeles que demuestran la pérdida de sus hogares en el terremoto para abordar a cualquier responsable gubernamental que pase por el barrio, sea cual sea su campo de trabajo.
Algunos muestran sus documentos a EFE y los vuelven a guardar cuidadosamente en el bolsillo, quejándose a gritos de cómo tal afectado se benefició del plan de vivienda alternativa “sin merecerlo” mientras otros han sido abandonados a su suerte.
El Gobierno sirio aprobó un programa de préstamos para ayudar a que los damnificados reconstruyan sus hogares, pero los más pobres ven injusto que a los residentes en barrios de chabolas se les ofrecieran unos 2.760 dólares y a los propietarios de viviendas que no colapsaron del todo en zonas mejor urbanizadas obtengan cuatro veces más.
La mayor parte de los 105 inmuebles que se derrumbaron en Latakia se ubicaban en barrios de chabolas de Jableh o en la barriada palestina de Raml al Janoubi, al sur de la capital provincial.
Otros afectados decidieron directamente no acogerse al plan de préstamos ante la imposibilidad de devolver cada mes el equivalente a unos 200 dólares. La mayoría, funcionarios con sueldos máximos de unos 16 dólares y sueños de una vivienda digna que nunca podrán cumplir.
En otras aldeas más al norte de Jableh, como Istamo, los vecinos describen situaciones muy similares.
Según comentan a EFE, todavía no han recibido compensaciones por los daños que el terremoto causó a sus vehículos, animales o comercios, propiedades que constituían su única forma de ingresos y que las autoridades consideran menos prioritarias que las viviendas. Eso quedó relegado a otra futura fase de ayudas.
Proyectos sin completar
El Comité de Seguridad Pública reconoce que unas 45.000 familias necesitan apoyo para lidiar con los daños materiales en sus casas, que van desde la consolidación de las estructuras hasta la restauración o incluso la demolición.
Sin embargo, diferentes proyectos continúan incompletos un año después de la tragedia, como uno de la Media Luna Roja emiratí para el establecimiento de 1.000 viviendas prefabricadas en siete puntos de Latakia que hasta ahora solo acogen a 47 familias en Jableh y pronto acogerán a 123 en Raml al Janoubi.
Otro plan del Gobierno sirio pretende ofrecer 320 apartamentos a los afectados, pero hasta ahora las obras solo han avanzado entre un 27 y un 90 % dependiendo del edificio, debido a una serie de obstáculos como las sanciones internacionales que pesan sobre Siria, dice el Comité.
Ante esta situación, algunos han decidido regresar a sus antiguos hogares ignorando las órdenes de evacuación de los peritos, que tras la catástrofe declararon muchos inmuebles como inhabitables ante el riesgo de que se derrumben con cualquier próximo terremoto de baja intensidad.
“Gotea agua cuando llueve, tenemos grietas en el techo y ponemos cacerolas o platos para que no nos caiga el agua en la cabeza. Mi sueño es vivir en una habitación que no tenga agua ni nada”, comenta a EFE la pequeña Maryam, de nueve años. EFE