La princesa Antoinette de Mónaco creció rodeada de lujo y privilegios en el Palacio y al cuidado de su abuelo, el príncipe Louis II. Su futuro en el principado parecía idílico, pero su ambición por el poder la convirtió en un personaje sin igual.
Por: La Nación
Su madre, Charlotte, era hija ilegítima de Louis II. En Mónaco, la falta de herederos era un problema en el principado y obligó a que el príncipe adoptara a la hija que tuvo con una cantante de cabaret, la plebeya Marie Juliette Louvet, cuando tenía 13 años.
Charlotte pasó a ser una Grimaldi y ya con el título de princesa heredera, su padre le arregló un matrimonio con un conde francés, Pierre de Polignac. Les otorgó el título de duques de Valentinois y de esa unión nacieron en 1920 la princesa Antoinette y, tres años después, Rainiero. Pero, una vez cumplido con el deber de dar descendencia, el matrimono no prosperó, se dijo que el conde de Polignac era gay. Vivieron vidas separadas y se divorciaron recién diez años después. “Mi hermana y yo hemos sido educados por una niñera. A nuestros padres solo les veíamos a las cinco de la tarde y únicamente durante una hora. El resto del tiempo estábamos confinados en una habitación de juegos”, relató Rainiero en una ocasión. Eran Antoinette y Raniero contra el mundo.
Roto su matrimonio, la princesa heredera Charlotte insistió en instalarse en París por lo que Louis II de Mónaco decidió hacerse cargo de la crianza de sus nietos y herederos en el principado. En Palacio y, a medida que creció, Antoinette se percató de las diferencias en el trato hacia su hermano menor. Las leyes monegascas dictaban que sería el varón y no ella, la mayor, quien reinaría Mónaco.
El principado necesitaba preservar su independencia, consolidar su posición frente a Francia y convertirse en una fuente de desarrollo económico y riqueza. Y, en 1943 y con Hitler arrasando Europa, Antoinette se enamoró perdidamente de un teniente alemán. Con 22 años, habló de casarse y algunos sospecharon de sus intenciones. Se decía que la princesa pensaba en colaborar con los nazis y que, a cambio, ellos harían valer su primogenitura en la sucesión del trono y la ayudarían a arrebatarle el trono a su hermano.
Puedes leer la nota completa en La Nación