En el paisaje intelectual de Berkeley, California, marcado por el fervor académico, se ubica una entidad que no se dedica al conocimiento humano: el Machine Intelligence Research Institute. Allí, su cofundador, Eliezer Yudkowsky, un individuo que ha desafiado las percepciones convencionales sobre el avance tecnológico, forja su último presagio con una mezcla de seriedad profesional y una palpable frustración personal.
Vestido con la sencillez de un polo gris, balanceándose en su silla de oficina, Yudkowsky, un investigador y escritor estadounidense especializado en seguridad de inteligencia artificial (IA), parece el epítome de un pensador atrapado entre dos mundos: el tangible que habitamos y uno digitalmente tejido por narrativas distópicas. En una conversación con The Guardian, revela un pronóstico sombrío para la humanidad, no en el orden de décadas, sino de años; una predicción que tiñe su voz con un tono de urgencia apenas velado.
“Si me pusieras contra la pared”, confiesa con una claridad desarmante, “y me obligaras a asignar probabilidades a las cosas, diría que nuestra línea de tiempo actual se parece más a cinco años que a cincuenta. Podría ser dos años, podría ser diez”. Las implicaciones de sus palabras, según la interpretación de Tom Lamont autor del artículo en el periódico británico, esbozan un final catastrófico: un apocalipsis inducido por la máquina, digno de las visiones cinematográficas de Terminator o Matrix.
Desde su posición como investigador principal, Yudkowsky articula una narrativa donde las inteligencias artificiales evolucionarán hasta quedar al borde de asumir una inteligencia superior, demasiado compleja para ser contenida por meros mortales. Su consejo es pictórico y perturbador: no se imagine un cerebro fabricado por el ser humano en una caja, aconseja. Para comprender hacia dónde se dirigen las cosas, dice en la entrevista, intente visualizar “una civilización alienígena que piensa mil veces más rápido que nosotros”, en muchas y muchas cajas, casi demasiadas para que podamos desmantelarlas de manera factible, en caso de que siquiera decidamos hacerlo.
Ante la indiferencia de la humanidad, el año pasado lanzó un llamado a la acción a través de un artículo de opinión en Time, proponiendo el cierre de las granjas de computadoras donde se cultivan y entrenan estas IA. En un lenguaje claro, incluso sugiere la posibilidad de ataques aéreos dirigidos a centros de datos que no se ajusten a las normas.
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