La muerte y violación de una chica que volvía de la escuela y cómo la ciencia atrapó al asesino luego de 45 años

La muerte y violación de una chica que volvía de la escuela y cómo la ciencia atrapó al asesino luego de 45 años

Linda O’Keefe tenía 11 años cuando desapareció, fue secuestrada y asesinada

 

El horror se coló en la vida de los O´Okeefe la fresca tarde del viernes 6 de julio de 1973 cuando Linda Ann, de 11 años, desapareció mientras emprendía caminando el regreso a su casa desde su escuela de verano. Su cadáver apareció al día siguiente. Había sido asesinada y el caso estaría en un limbo, sin resolución ni pistas, durante nada menos que 45 años.

Por infobae.com





Hoy contaremos su historia donde la ciencia tuvo un papel protagónico porque fue la que posibilitó, en 2018, identificar a su depredador y atraparlo.

Un día común que se volvió distinto

Linda era la del medio de tres hermanas (Cindy, Linda y Diana). Su padre Richard era maquinista y, su madre Bárbara, modista y quien cosía casi toda la ropa de sus hijas. La mayor, Cindy, ya tenía 18 años y trabajaba en una tintorería cuando pasó lo que pasó.

Linda era Girl Scout, tocaba el piano y amaba la naturaleza. Hacía muy poco tiempo que su gato había muerto y estaba desconsolada con esta pérdida. Ese viernes 6 de julio se levantó a las 7 en punto y se enfundó en el vestido blanco con flores y vivos azules que le había hecho su madre. En los pies se puso unas medias blancas al tobillo y zapatillas de un tono azul oscuro. Se ató su pelo castaño en una colita y salió de su casa, ubicada en la avenida Orchid, en Newport Beach, California, a las 7.45. La llevaría en auto, al colegio de verano Lincoln Intermediate, su maestra de piano. Allí comenzó la primera de sus cuatro clases de música. Después de la segunda hora, durante un recreo largo, tomó unas monedas de su bolso con estrellas rojas y fue hasta el Mercado Richard, ubicado a una cuadra del colegio. Compró unos chicles y volvió para su tercera clase. Terminada la jornada, cerca del mediodía, Linda le pidió prestado a la celadora el teléfono del colegio para llamar a su madre. Dijo que quería preguntarle si la iría a buscar en auto. La respuesta de la maestra fue que esperara un poco porque recién había sonado el timbre y que, si su madre pensaba ir, todavía no había tenido tiempo de llegar. Linda optó por esperar y volvió al Mercado Richard. Se cruzó con su amiga Brenda, quien iba del brazo de otra chica. Las chicas tuvieron que saltar a la vereda porque una camioneta turquesa pasó muy cerca de ellas.

Charlaron unos minutos y se separaron otra vez.

Linda decide, entonces, regresar al colegio para llamar a su madre. Desde lejos, Brenda ve que la misma furgoneta celeste intenso, va por la calle Harbor View, igual que su amiga que camina de espaldas hacia la escuela. El vehículo se detiene cerca de Linda. No ve mucho más y deja de prestar atención.

Linda llega y, ahora sí, le permiten usar el teléfono para llamar a Bárbara. Pero su madre le explica que está sumamente ocupada con un proyecto de costura y le pide que vuelva caminando hasta su casa. Linda se enoja. Sus ojos azules se llenan de lágrimas. No es tan lejos, pero no tiene ganas de recorrer esos cinco kilómetros a pie. En vez de volver inmediatamente, elige sentarse en la vereda en la esquina de las calles Margherita Drive e Inlet Drive. Quizá espera que alguien la lleve. Quizá piensa que se equivocó al ir en auto con su maestra y debería haber concurrido a clase con su bicicleta. O, quizá, solamente está tomando fuerzas para una hora de caminata hasta su casa.

Eso nadie lo sabrá jamás.

anine, otra amiga, pasa con su madre quien va al volante del auto, por el mismo cruce donde está sentada Linda. Son las 13.15. Madre e hija la ven parada al lado de una furgoneta turquesa con las puertas del conductor y del pasajero abiertas. Jannine observa a un joven blanco, de unos 20 o 30 años. Linda habla con él. A la madre de Janine algo no le gusta de la escena que ve. Le da desconfianza. Detiene su auto a la distancia para anotar la placa de esa camioneta. Pero el utilitario sale raudo hacia otro lado y no le da tiempo a hacerlo. Cuando levanta la vista, la esquina está vacía. Linda, que mide poco más de 1.20 m y pesa 38 kilos, ya no está. Seguramente se haya ido con él, piensa. Son las últimas en verla.

Lástima que a la mamá de Janine no se le ocurrió rápidamente acercarse y ofrecerle a Linda llevarla hasta su casa. De haber sido así, esta tragedia no hubiera tenido lugar.

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