Nicolás Maduro ingresó molesto al salón del hotel en San Vicente y las Granadinas en el que se desarrollaba la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). “¿Quién está hablando mal de mí? ¿Quién está hablando mal de mí?”, preguntó.
Unos minutos antes, el vicecanciller de Uruguay, Nicolás Albertoni, había condenado las proscripciones políticas en Venezuela.
En representación de Uruguay, Albertoni elevó un “llamado respetuoso y convencido al gobierno de Venezuela a retomar la senda de la conveniencia democrática” y citó al presidente Luis Lacalle Pou, quien en antiguos foros afirmó que “Uruguay no está dispuesto a guardar silencio sobre estos temas como si nada pasara”.
“Nos resultan inadmisibles las proscripciones arbitrarias como la de María Corina Machado, y las detenciones de la activista Rocío San Miguel, así como la expulsión del representante del Alto Comisionado de Derechos Humanos de Naciones Unidas”, afirmó.
Luego, en declaraciones a El Observador, Albertoni señaló que la posición de Uruguay fue “la misma desde que comenzó el gobierno en defensa de la libertad y la democracia”. El funcionario prefirió no referirse al malestar de Maduro aunque relató que, al terminar el discurso, se dieron algunas “situaciones incómodas” sobre las que prefirió no profundizar.
Ya en el vuelo de regreso, Maduro afirmó que una entrevista que Lacalle Pou tenía “doble rasero” y “doble moral” porque hablaba de asuntos internos de Venezuela pero no levantaba de la misma forma la voz sobre lo que ocurre en Palestina.
En su discurso, Albertoni también había cuestionado que no todos los países “están en el mismo barco” con respecto a la defensa de la democracia en la región, en el respecto al Estado de Derecho y a los derechos humanos.
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